Ha sido parte de más de 25 teleseries desde su debut en “Villa los Aromos” (TVN, 1981). El actor conversó con el podcast “Impacto en el Rostro” y recordó sus roles más destacados en televisión, además de profundizar sobre sus vínculos con las personas con quienes trabajó.
Avelino Mellado fue el nombre de tu primer personaje en teleseries. Se trata de “Villa los Aromos”, una producción de TVN que buscó contrarrestar el éxito de “La Madrastra” en Canal 13. ¿Cómo llegaste ahí?
Yo estudié en la escuela de teatro de la Chile y mi generación egresó el año ‘80. Egresamos cinco, no como ahora que egresan 500, entonces, era un momento privilegiado y como se había producido el fenómeno de “La Madrastra” que había sido la primera teleserie “teleserie” que se hacía, fue tanto el fenómeno, que TVN armó su área bajo la comandancia de Sonia Fuchs, una productora tremenda en todos los sentidos. A mí me convocaron para esta teleserie de época, como era actor recién egresado y necesitaban un joven con mis características. Tuve que leer frente a una cámara y luego me hicieron firmar un contrato. Hice a Avelino, nos tocaba harto con la María (Izquierdo), que no éramos pareja todavía, éramos compañeros de escuela, muy amigos y muy compinches, nos gustaba actuar juntos. Yo me acuerdo el primer día que llegué, estaba con un ataque de pánico, en la locación que era una casa de época en Peñalolén. Llegué y había puros monstruos como Tito Noguera. Y entre muchos estaba el Roberto Poblete, canchero. Yo me sentí un pollo mojado, sudando frío, en un rincón, tratando de esconderme. Roberto me cachó, se acercó y me dio un apretón. Me dijo, “compadre, usted tranquilo, todos hemos pasado por esta hueá”. Y ahí me liberé.
¿Qué te pareció el formato?
Uno se acostumbra a hacerlo. Uno nace en el teatro y sigue siendo nuestra base. Era un formato que se abría para el gremio, pero hubo una resistencia muy grande, sobre todo en TVN porque era el canal de la dictadura. Se censuraban palabras como aborto, marxismo, izquierda. Uno leía y pensaba, “¿cómo tan gil?” “¿cómo puedes censurar una cosa de este tipo?” Fue a tal punto, que una teleserie que se hizo más tarde, “La Dama del Balcón”, fue un volón que se pegó la María Elena Gertner. Tenía un racconto permanente a un campo de concentración, donde el comandante no sé cuánto, llevaba unos experimentos genéticos y había conseguido la eterna juventud. Cáchate la volá. Entonces, los seres humanos con lo que experimentaban, por supuesto eran presos judíos. Entonces, estos personajes trascendían sin envejecer en las épocas, y llegaban a la actualidad. Y la teleserie saltaba para atrás y para adelante. Y mi personaje era el comandante médico nazi, con una recreación fenomenal. Eran grandes producciones. Cada capítulo duraba lo de una película, escenas largas con locaciones, con decorado increíble. Este personaje había hecho un experimento consigo mismo, se había clonado y había logrado tener un hijo de sí mismo, sin mujer. Y ese hijo era yo en la época actual. Era padre e hijo simultáneamente, una cosa muy cuántica. Y antes de salir al aire. el Ministro del Interior, (Francisco Javier) Cuadra, pidió ver la teleserie y la censuró, sacó todo el mundo nazi y lo reemplazó por una conspiración soviética, una cosa que nadie descifró y que fue un fracaso rotundo. Después, TVN la emitió completa en el gobierno de Aylwin, pero no funcionó. Fue un volón televisivo para nosotros, indescriptible. Y nos metimos mucho, como equipo. Me acuerdo de que hubo mucha mística, mucho ensayo. La dirigía Ricardo Vicuña. Fue muy laboriosa porque sabíamos lo que teníamos en las manos y que no lo íbamos a poder repetir.
Actualmente, TVN está subiendo a Youtube la teleserie ochentera “Mi Nombre es Lara”, en donde interpretaste al villano Álvaro Medina. ¿Qué te parece?
Nosotros, afortunadamente tenemos esta institución que es ChileActores y que vigilan todos nuestros derechos en forma muy directa, sana, muy abierta, con mucha regulación, con mucha protección a los actores más viejos que van quedando botados. De hecho, ha repartido fondos durante la pandemia, no muchas lucas, pero en estos tiempos todo suma. Y que las suban a las plataformas me parece genial, sobre todo con teleseries que ya son del pasado “pasado”. No sé si entran en la ley que obtengamos derecho por eso. Y si los obtenemos son muy bajitos. Cada vez que repiten una teleserie, esos derechos van disminuyendo. Y me parece genial que la gente tenga acceso. Mucha gente me ha comentado que está viendo “Adrenalina” y se ríen, porque me ven hace treinta años atrás y pelado, porque me afeitaba la cabeza para hacer ese personaje. De “Mi Nombre es Lara” me acuerdo de que fue un personaje bien entretenido, la dirigía Ricardo Vicuña, que es mi amigo, nos hicimos amigos desde “Villa los Aromos”. Tuve la suerte de actuar con la Sonia Viveros, que era una actriz impresionante, su frescura, su naturalidad, su elegancia. Aunque fuera flaite le salía elegante, era un placer actuar con ella y era muy generosa como actriz. Me tocaba hacer de malo, una vez más. Yo creo que tengo el Record Guinness de hacer de malo. Bueno, es que con este caracho, no me da para galán.
Fuiste parte de “Ámame”, (TVN, 1993) la primera teleserie dirigida por Quena Rencoret, cuando TVN inauguró su emblemático “segundo semestre”. Ahí, interpretaste a Rodrigo Silva, quien, junto a Maricarmen Arrigorriaga, hicieron a los villanos de la historia…
Yo a la Quena la conocía porque ella era asistente de Ricardo Vicuña. Y me convocó de una a hacer ese personaje. Con la Maricarmen nos conocíamos de la escuela, éramos amigos, habíamos mochileado juntos y con otros compañeros, entonces éramos súper cercanos. Lo pasé muy bien. La Quena estaba muy entusiasmada, era su primera teleserie y fue un batatazo, todo el mundo festejaba mucho en ese momento. La única condición que necesita un director es convencer a su equipo que él es el director o directora. Y en este caso, la Quena nos tenía a todos convencidos de que ella era la directora. Además, nos daba cancha libre para las propuestas, “acomoda el texto mejor para ti, si te queda mal esta planta de movimiento, probemos una que te acomode a ti, improvisa un poco si no te gusta alguna parte de la escena”. Yo suplicaba que el personaje muriera al final, pero era tanta la empatía que generaba con la guionista (Daniella Castagno) que se negaron a matarlo. Lo dejaron flotando en el éter de la maldad, la culpa y el castigo. Nunca he tenido contacto con los guionistas, salvo el saludo cuando nos cruzamos. Pastelero a tus pasteles, siempre he sido muy respetuoso con el oficio de cada uno. Y creo que la mejor forma de influenciar en el guionista es actuar lo mejor posible lo que él escribió. Llegar hasta su mente, de lo que él estaba imaginando y acercarse lo más posible con naturalidad, con verdad y dimensión televisiva.
En “Adrenalina” (Canal 13, 1996) fuiste Alfredo Villagra, un lector de noticias que terminaba baleado en una piscina. ¿Recuerdas esa escena?
Esa escena la tuve que repetir como cinco veces, ¡cómo olvidarla!. También era una teleserie de Vicuña, yo era un lector de noticias y ahí tenía la cabeza afeitada, una entrada grande. No por envejecerme, precisamente, era por poner a un tipo más fachistoide, más cuadrado, más doctrinario y adoctrinado. Un personaje bien odioso, merecía morir. Hasta yo me alegré de que muriera. Esa grabación fue interminable, ya me había tragado media piscina, ya no quería más guerra. Empezó a caer la tarde y “se va la luz y apurémonos”. Azócar me disparaba, maldito cobarde. Yo caía de guata, me pegaba un guatazo. Ni te explico como salí con la guata.
En esta teleserie, el personaje de Violeta Vidaurre trabajaba en tu casa. ¿Cómo recuerdas a esta actriz?
Era de lo más entretenido, era de la vieja guardia del teatro, entonces a mí me fascinan las historias de actores, las historias de teatro. Una actriz espectacular, con ese vozarrón que tenía, con esos ojos que tenía, un caracho para las cámaras indescriptible. Uno se acordaba de la obra “Equus” (1978) en donde hacia un desnudo. Cuando actuabas con ella no te podías quitar de la cabeza el cuero que estaba delante de ti. Era muy graciosa, ya que uno le decía esto, además el nivel de broma que tenía (…) se cagaba de la risa. Ricardo Vicuña nos dejaba improvisar mucho con la Violeta, porque hueviábamos mucho en el set. Incluso nos grababa sin que nosotros supiéramos.
Fuiste parte de “Playa Salvaje”, interpretando al multimillonario Renato Santa María, en la primera producción que alcanzó los 30 puntos promedio…
El mejor momento que yo tuve con Óscar Rodríguez fue en “Playa Salvaje”. Ahí estaba en su plenitud y la teleserie llegó a unos récords de sintonía impresionantes, nos llevamos todos los premios. La María Izquierdo fue la mejor actriz secundaria, y yo me llevé el del mejor actor secundario. La gente nos seguía por las calles allá en Iquique, era una cosa muy glamorosa. Llegamos a tener peaks de 60 puntos.
¿Cuál era la mayor virtud de “Playa Salvaje”?
Óscar fue muy jugado para armar sus elencos. Y en esa época llamó a Zabaleta y a un cabro muy musculoso con un apellido checo que había (Marko Fabjanovic). Y fue un exitazo porque identificó a muchas generaciones. El éxito radicaba en que la gente se identificaba tanto, que quería que le pasaran esas cosas que ocurrían en la teleserie, que sus vidas tuvieran alguna aventura. Era una teleserie de aventuras, gente que se metía tanto en proyectos de vida o de pareja. Y tenía una muy buena dosis de comedia, a mí me tocaba ser parte de ese grupo, cosa que siempre es muy agradable de hacer. Recuerdo que Óscar Rodríguez me decía “estos ratings son un bálsamo para la vida. No me importa el dinero, no me importa nada, más que este rating, que es un bálsamo para la vida”.
María Izquierdo fue la matriarca de “Los Cárcamo”…
Ellos eran los payasos de la teleserie, pegaron muy fuerte. Y tanto así que después se hizo una miniserie.
En “Fuera de Control” (Canal 13, 1999) interpretaste al periodista Rafael Cervantes, bajo la pluma de Pablo Illanes…
Esa teleserie la hizo Óscar Rodríguez. Teníamos una relación muy estrecha en el oficio, era uno de mis directores favoritos y yo era uno de sus actores favoritos. Y teníamos mucha química en el set. Y se me acercó desde el principio y me dijo “Willy, esta teleserie no la volvemos a hacer en este canal, no sé cómo metimos este gol, así que hay que darle con todo antes que nos corten”. Y así fue, le dimos con todo. Era una teleserie con gran producción. Más que un villano, era un tipo muy llevado a sus ideas, muy competitivo con su propia familia, era un personaje bien turbulento de interpretar. Uno en la vida como que se tiñe de esos personajes y anda medio odioso. Terminó siendo una teleserie de culto, se tocó temas que no estaban puestos. Uno veía que estaban haciendo recortes cuando ibas a buscar los libretos y nos decían “no, viene libretos nuevos”. Al parecer había modificaciones en los contenidos.
Luego del cierre del área dramática de Canal 13, te sumas al elenco de “16” (TVN, 2003) dándole vida a Manuel Aries, “El chacal”…
Me llamó la Quena y Pablo Ávila en la misma tarde, destacaron mucho en las conversaciones que venía un semillero de nuevos actores, un nuevo tipo de público que iba a llegar del colegio a ver la teleserie. Fue fantástico, le fue increíble, la disfrutamos mucho, fue tan exitosa que después se hizo “17”. Los cabros venían con mucho entusiasmo, con mucha turbina. Yo ya conocía a varios, al Matías Oviedo, por ejemplo, había sido alumno mío en la Católica. Se armó una cosa bien entretenida. Mi personaje hacía estupideces, pero lo pasé regio haciéndolo. Lo hice con mucho humor, como riéndome del personaje y eso provocó cierta empatía.
Luego, estuviste en la primera teleserie nocturna, “Ídolos” (TVN, 2004) en donde tu personaje, Mario Leyton, se comunicaba de una forma bastante particular…
Usaba una máquina en el cuello. Tuve que aprender a usarla, tenía que parecer propio, como que uno lo ha hecho siempre. Me demoré como una semana en que funcionara el aparato y que se entendiera lo que uno hablara. Era muy raro porque yo me sentía como un marciano en el set diciendo los textos. No tenía ninguna inflexión, no tenía ninguna melodía el texto. Hacía de ex pareja de Claudia Di Girolamo. Nos reíamos mucho entre escena y escena haciendo el personaje. Me acuerdo de que yo dije “aquí no tengo ni que actuar, esta máquina, se va a hacer cargo, esto es el personaje. Así que voy a aprender a usarlo lo mejor posible y eso sería”. Y todos querían jugar con el juguetito, me acuerdo de que se le acababan las pilas rápido y producción se enojaba. Óscar Rodríguez estaba muy a caballo y con las pilas muy bien puestas. Con una teleserie bastante bizarra, con personajes bastante extremos, en unas tramas muy retorcidas.
En “Los Treinta” tuviste una participación especial, tocando una tecla menos bizarra…
Me acuerdo poco. Entré tarde a la teleserie y el elenco tenía una relación bien cerrada, entre ellos. Y yo, por mi personalidad, no me preocupé por llegar a entrar en eso. Me acuerdo de que fui e hice lo que tenía que hacer. Alejandra Fosalba estaba muy contenta de que yo fuera porque íbamos a tener escenas fuertes, de cama. Ya nos habíamos conocidos antes en “16”, habíamos hecho muy buenas migas y habíamos agarrado confianza.
¿Cómo se forjó fue tu llegada a “Vivir con 10”, la primera teleserie de CHV?
Yo llamé a Ricardo Vicuña que estaba abriendo esta área. “Yo había pensado en ti, pero tú estás en TVN” y yo le conté que se me había acabado el contrato. Era un proyecto bien quijotesco porque había muy poca plata, los estudios quedaban en Macul, bien abajo, en Exequiel Fernández, unos galpones de alguna fábrica, los sistemas de aire acondicionado eran muy precarios, las parrillas de luces quedaban muy cerca. Los sets eran muy chicos, los espacios eran mínimos. Fue bien austera. Se notó que estábamos abriendo un área, con muy poca plata. Nos fue bien porque esa área funcionó casi diez años hasta que comenzaron a caer las áreas dramáticas en general. Ha sido por la transformación de otros medios que hacen aparecido y porque las nuevas generaciones han cambiado de formato.
Al siguiente año fuiste uno de los protagonistas de “Mala Conducta” (CHV 2008) en donde hiciste a Pelayo Bobadilla, el director de un colegio 2X1…
Ese personaje me lo escribió la Coca a mí, directamente, conociéndonos en “Vivir con 10”. Y siendo así como soy, se imaginó a este personaje medio díscolo, en una teleserie en tono de comedia. Con Ricardo Vicuña muy contento dirigiéndola. Bobadilla tenía como amante a María José Prieto. Y ella hacia un personaje, por primera vez, de caracterización de una flaite, que lo hacía muy bien. Nos reíamos mucho. Yo terminé muerto porque estaba en todas, como protagonista. Y era, como siempre, 60 capítulos hasta que me llaman de arriba, de gerencia del canal para decirme que se alargaban 50 capítulos más. Y aunque me ofrecieron más plata yo me derrumbé. Creo que la teleserie, en ese momento cuando se hizo ese agregado, entraron muchos personajes nuevos y eso fue en desmedro. Hizo que la teleserie se diluyera en muchos canales, no en un río caudaloso fuerte, que era toda esta chacota del colegio y lo pastel que era Pelayo Bobadilla, un pastel total.
Vicente Sabatini llega a CHV con “Manuel Rodríguez”, la teleserie de época que conmemoró el Bicentenario de Chile. Ahí interpretaste a Mateo Segura y Ruiz…
Tremenda producción que le fue injustamente mal, no sé por qué. Tremenda producción, con un pueblo colonial construido en Casablanca. Y me fue muy cómodo, con Vicente Sabatini yo no había trabajado nunca, él me había llamado de muy joven, después de “Villa los Aromos” y le dijimos que “no” varios, porque preferíamos estar en el teatro. Le dije a ésa que no, y también a otra. Y se enojó conmigo. Entonces, aquí, cuando me llamó fue después de muchos años, yo ya viejo, carreteado, en el oficio, entonces fue muy de tú a tú, tuvimos mucha química, fue muy entretenido. Me gustó mucho hacer ese personaje, trabajar de época es muy bonito porque tienes que aprender cosas distintas, otras formas de gesticular, otras formas de comportarse. Además, caminaba en una cuerda floja, por una parte se decía realista, y por otra, como médico que atendía de guerrillero. Le sacaba la bala, qué sé yo. Es muy agradable de hacer ese tipo de recreaciones de época. Y sobre todo con Vicente que se toma las cosas tan en serio y es tan exigente, entonces tienes que estar con las botas puestas cuando vas a trabajar con él, tienes que haberte preparado mucho para llegar con las escenas muy bien aprendidas y con mucha propuesta. “¿Y tú? ¿cómo ves la escena?” Hay harta pega previa para trabajar bien con Vicente.
Tu última teleserie fue “Pacto de Sangre” (Canal 13, 2018), ahí le diste vida a un estricto prefecto de la PDI…
En redes sociales fue un fenómeno, lo que dio cuenta de qué público te estaba viendo. Fue bien audaz en la temática, la actuación del cuarteto protagónico era fenomenal, destacando a Néstor Cantillana, que estaba para regalarle rosas rojas. Fue entretenido porque me reencontré con Cristián Mason y siento que fue muy vista porque te das cuenta cuando te lo comenta la gente en la calle, básicamente.
Desde el año ‘81 has tenido una importante participación en diversos elencos. ¿Has pensado en aportar, en teleseries, desde otra vereda?
Hice dirección de actores para “Piel Canela”, que fue un fracaso rotundo frente a “Amores de Mercado”. Fue la teleserie en donde alcanzó a ser jefe del área dramática Ricardo Larraín, que renunció después de eso, porque se habían puesto muchas fichas y salió muy a traspié. Y ahí me tocó hacer dirección de actores y lo encontré bastante inútil. Encontré que nadie hacía caso, por una parte, y que todos como que ya tenían el mono listo que iban a hacer y lo llevaron a cabo. No les interesaba ninguna profundización al respecto. Probablemente tenían razón. Lo que pasó fue que “Amores de mercado” tenía un argumento muy fuerte, que era basado en “El príncipe y el mendigo”, que es una historia atávica, que todos la llevamos, aunque sea en el cerebro reptiliano. A todo el público identificó. Y ver a Rudolphy hacer tan bien estos dos roles opuestos, era mágico, no había por dónde.
¿Tu mejor rol?
Yo me quedo muy cariñosamente con Pelayo Bobadilla. Me divertí mucho haciéndolo y me facilitaba mucho saber que había una estrecha relación con los guionistas, que se daban un gusto tremendo. En el ABC1 competíamos relativamente, pero en los estratos más bajos arrasábamos. Ese personaje lo recuerdo con especial cariño. Y en “Playa Salvaje” lo pasé muy bien haciendo a ese millonario, muy bien vestido, además. Me acuerdo de que era tanta la plata de producción de esa época que ese vestuario me lo hizo un diseñador a medida, con el cual, por cierto, después me quedé. Lo compré en la bodega de vestuario del Canal 13.