En un artículo a mediados a julio del 2020 analicé el destino de la edición 2021 del Festival de Viña por causa del coronavirus. Ahora, a mediados de octubre, todo apunta a una suspensión del evento, a pesar de porfiada resistencia de la alcaldesa Reginato.
Tal parece que no tendremos Festival de Viña 2021, al menos no como lo conocimos en la era Pre-Covid. La evolución de la pandemia ha sido lapidaria con los megaeventos. Se han suspendido algunos que nunca imaginamos que se podrían suspender, como el Carnaval de Río, programado tradicionalmente en fechas cercanas al evento viñamarino. La lógica y el sentido común indican que no están las condiciones higiénicas, económicas ni psicológicas para sostener el evento.
Para TVN y Canal 13, Viña 2021 se ha transformado en un completo “cacho”. Es un evento sumamente caro, que implica un importante desplazamiento de personal y equipamiento en un momento de crisis financiera y sanitaria. Además, la contingencia hace muy poco probable que la Quinta Vergara tenga asistencia aceptable durante los días del evento, y dudo que el público esté dispuesto a seguirlo por TV, por lo que sus probabilidades de éxito económico y de rating serán notoriamente reducidas. En resumen, riesgos y gastos demasiado grandes para perspectivas de ganancia muy reducidas. Además, ¿de dónde van a sacar artistas de buen nivel que quieran venir a Chile a actuar en las actuales circunstancias?
Desde un buen rato los canales organizadores, TVN y Canal 13, han señalado por todos los medios posibles que el festival resulta inviable. La alcaldesa de Viña Virginia Reginato (aka “la persona más porfiada de Chile después del Ministro de Educación”) ha defendido el evento a capa y espada, y ha declarado que hará valer el contrato con los canales. Su porfía resulta más que comprensible: el Festival constituye el hito máximo de la temporada estival de la Ciudad Jardín, y su sola existencia asegura su extensión hasta finales de febrero. Sin “el festival de los festivales”, la cosa empieza a decaer a mediados de mes, lo que resultaría fatal para la economía local. Entendiendo todo esto, cabe preguntarse si el verano 2021 se podrá medir con la misma vara de las temporadas anteriores. Con el virus al acecho y la perspectiva real de que tengamos que restringir movilidad o volver a las cuarentenas en cualquier momento, dudo mucho que Viña del Mar se llene de turistas en el próximo verano, y sinceramente, a diferencia de lo que sostuve en el artículo anterior, no creo que la realización, o no, del festival haga una gran diferencia al respecto.
La lapidaria sentencia del Ministro de Salud Enrique Paris, quien durante su participación en “A Esta Hora Se Improvisa” le dio espaldas necesarias a los canales para insistir en la suspensión, primero en conjunto y después con el apoyo de ANATEL. Ante esta dura realidad, la alcaldesa Reginato, además resignada a no poder presentarse a la reelección y acosada por escándalos de corrupción administrativa que le pueden costar el puesto en cualquier momento, ha empezado a ceder y a proponer que los canales hagan un evento especial “en modo Covid”, al estilo de lo que se hizo en el Festival de Cosquín, los MTV Music Awards, los Emmys y otros: shows sin público o con público muy reducido, transmitidos por streaming (como se pretende hacer en el caso del Festival de Olmué) y de carácter conmemorativo. Creo que es mucho más sano y realista pensar en esa opción que en insistir tozudamente en un formato histórico al que las circunstancias han convertido en inviable.
Creo que ha llegado la hora de asumir que el Festival de Viña, y en general los grandes mega-eventos musicales no volverán a ser como los conocimos en la era pre-Covid, al menos mientras no esté lista la vacuna o no aprendamos a “convivir” con el virus. Como señalé en el artículo anterior, esta es una oportunidad de oro para que el Festival de Viña se someta a un fuerte proceso de reingeniería y reinvención que le permita mantener su vigencia en el mundo post pandemia.