Una vez más los músicos anglos le subieron el pelo al evento. Jamiroquai y Europe, más la consagración de Kramer, nos regalaron una noche soñada, de esas que quisiéramos siempre en Viña. En el escenario todo fluyó a la perfección. La cuota de sinsentido se dio fuera del escenario. Aquí va el análisis.
Obertura: Fomeque el gag de Kramer, con más galletas que cumpleaños de oficina. Podría haber sido mejor. Por suerte, reservó la mejor parte para lo que verdaderamente importaba: su show.
Animadores y Backstage: Carola y Rafa en lo suyo. Ahora le viene con Facebook Live, FanCam y Backstage. Carola nuevamente dando cátedra de manejo de inglés al conversar con Jay Kay y los de Europe. Rafa hizo lo justo y necesario para no pasar planchas como la de Elton John el 2013.
“Virtual Insanity” en la sala de dirección: Lamentablemente, el director del festival dejó la sobriedad en el hotel. Nuevamente se empotó con las perillas y llenó la pantalla de pura paja molida (la previa de Kramer, la Fan Cam, famosillos pintamonos vacilando en la platea, etc), lo que le valió un tsunami de críticas y puteos en redes sociales. Álex Hernández se acordó de su época a cargo de “Mekano” y “Yingo” y se dedicó a mostrar cualquier cosa menos el colorido show de Jamiroquai.
Jamiroquai la rompió: Show de primerísimo nivel. Los británicos transformaron la Quinta Vergara en una discoteca noventera. Músicos virtuosos que suenan exactamente como en el disco sin usar pistas; un frontmen carismático como Jay Kay, cuya contextura más gruesa producto de los años no hizo mayor ruido, y que mantiene intacta la voz de su mejor época; y un repertorio lleno de música funk de la mejor cepa. Se dieron el lujo de prescindir de su principal caballito de batalla “Virtual Insanity” sin que por ello se resintiera el espectáculo. Lamentablemente la orgía perillera de Álex Hernández impidió apreciar su espectáculo como corresponde a través de las pantallas. La Doble Gaviota no hace justicia a la calidad entregada.
Quilapayún, ¿para qué? Mientras actuaba Jamiroquai, en las redes sociales apareció un venenoso posteo del histórico grupo folklórico Quilapayún, donde los “Quila” se dan aires de excelencia artística y ningunean de manera sumamente arrogante y resentida a los británicos en lo musical (“manejan apenas dos acordes”) y en vestuario (“parecen payasos”). Fue todo tan extemporáneo y fuera de lugar que aún no descartaría un hackeo o una “arrancada de tarros” del Community Manager. De ser verídico esto, estaríamos ante una lamentable muestra de elitismo y fascismo artístico de parte de artistas que, por trayectoria y categoría, tendrían que estar muy por encima de polémicas de tan poca monta. El tema es viejo, y daría para un artículo aparte: músicos que cultivan “la excelencia” quejándose con mucha dosis de envidia de colegas de supuestamente “menor nivel” que logran el éxito, la popularidad y la difusión que ellos no pueden. Llama la atención que el palo de los “Quila” no caiga sobre reggaetoneros y traperos, y le llegue en cambio a una banda anglo reconocida en todo el mundo, y que musicalmente es mucho más sofisticada de lo que ellos creen.
Stefan Kramer es de otro campeonato: Kramer logró lo imposible: superó su show de hace 10 años. Acertó a plenitud en lo que Bombo Fica falló: nada de paja molida ni de rellenos fuera de caso. Fue mucho más allá de una colección de imitaciones sin ilación, que era algo que se le criticó mucho. Lo suyo fue una historia muy bien construida, llena de detalles y trasfondo, donde su proverbial talento para las imitaciones fue un elemento más al servicio de la puesta en escena. Incorporó acertadamente la actualidad reciente al basurear sin asco el collage que le regalaron a Bosé, vacilar a Willy Benítez y Mariana Montero y reírse del Bachelet enredándose con el sitio web. Dijo las mismas cosas que Jenny Cavallo, pero lo hizo de tal manera que fueron mejor recibidas. Además, alternó sabiamente las imitaciones de consumo local con otras internacionales. Las dos Gaviotas fueron muy poco premio para lo que mostró. Este show tiene que marcar el inicio de la fase internacional de la carrera del imitador. Chile le queda demasiado chico desde hace un buen rato. Kramer está para las ligas mayores de la industria del espectáculo. Si se lo propone, no me extrañaría para nada verlo en un Grammy gringo o en los Oscar.
Europe envejeció muy bien: La histórica banda sueca fue la guinda de la torta de una noche perfecta en lo artístico. Fuera del escenario los melenudos desenfrenados de antaño pasaron a ser respetables padres de familia, pero dentro del escenario fue como si siguieran de juerga eterna. Sonaron igual que en 1990, y sin necesidad de apoyos pregrabados. Una banda poderosa, con un Joey Tempest con el mismo caudal de voz de sus mejores tiempos y con un repertorio lleno de clásicos entrañables. Nuevamente la doble gaviota quedó corta.