La reciente edición del Festival de la Canción de Viña del Mar es, por lejos, la de peores resultados de sintonía desde que se mide la audiencia, dejando atrás la sensación de ser “el evento” del verano en nuestro país. Eso sin contar las excentricidades de varios de los artistas invitados y de las constantes fallas técnicas durante el evento. Y el más damnificado por todo esto es Chilevisión, por ser quien televisa y organiza el evento, en conjunto, con la Municipalidad viñamarina.
Todo comenzó mal en la gala, conducida por Jordi Castell y Luciano Bráncoli, pues en medio de la transmisión “descueraron” los trajes de los invitados, como por ejemplo la tenida de la madre de Nicolás Massú. Producto de esto, hubieron varias denuncias al Consejo Nacional de Televisión, organismo que deberá pronunciarse, y si es necesario condenar los hechos denunciados.
Ya la llegada del mexicano Luis Miguel para la primera noche fue indicio de lo que pasó en los seis días del festival, llegando en total manto de misterio al país. Luego pidió que cuando actuase no quisiesen que lo mirasen a los ojos, a un director de TV de su confianza durante su actuación para que no se notasen detalles propios de su edad (o quizás algún problema producto de una operación) y como si fuese poco tuvo problemas serios de audio. Además puso grandes trabas a los medios nacionales e internacionales para que desarrollasen normalmente sus funciones. Esto sin contar que el reallity de Canal 13 por momentos superó en rating al festival.
La segunda noche fue sin sobresaltos, con un Marc Anthony que deslumbró con su sencillez, a diferencia del “plato fuerte” de la noche anterior. También actuaron los “Dinamita Show”, que con una rutina buena, pero lenta en desarrollo que fue probada con anterioridad en los festivales de Antofagasta y de Talca, permitió un cierto alivio a lo que fue la transmisión del día desde la Quinta. Esto sin contar que casi no actúan pues en tres oportunidades les rebajaron el dinero a pagar por su rutina.
La tercera noche nuevamente fue mala para el evento en sí. Primero se cortó “de una” a Daniel Muñoz y los “3×7 Veintiuna” que fue una de las mejores actuaciones de la noche. Posteriormente actuó Salvatore Adamo con una ya desgastada voz por el paso del tiempo. Y remató esa noche Morrisey, que dejó “la escoba”: pidió a Eva Gómez que se sacara unas plumas del vestido que llevaba pues es defensor pro-animal, suspendieron por su culpa la competencia folclórica pues quería actuar “ahora ya”, encerró a los que estaban en el pasillo para que no lo viesen cuando subiesen al escenario, echó del público a Cristián Sánchez… simplemente le aguantaron todo porque si no se “amurraba” y se iba sin más ni más de Viña. Tanto fue lo que pasó que Ítalo Passalacqua, que trabaja para CHV, puso nota dos al certamen de esa jornada.
Pero lo peor no acababa, pues durante la cuarta noche pasó lo inimaginable, lo que nadie pudo ni en sueños prever. El festival “Viva Dichato”, transmitido por Mega, dobló en el rating al festival viñamarino, siendo la primera noche en su historia que pierde tan estrepitosamente. Esto pasó mientras actuaba en la Quinta el cantante Manuel García y, por las pantallas de Mega, actuaban en la VIII Región los “Atletas de la Risa”. Además esa noche, los grupos tropicales Ráfaga y Garras de Amor se fueron sin un premio desde Viña, pues había acabado la transmisión del festival y ellos continuaron con su show.
Si la noche anterior fue mala, ésta fue de similares características: en la denominada “noche romántica” a la cantante española Rosana tuvo serios inconvenientes en el audio de sus equipos. Para salir del paso, contó un chiste que nadie entendió, digno de Meruane. Los animadores brillaron por su ausencia y en vez de ayudarla permanecieron atrás oyendo como la cantante salía sola del paso, cuando ellos debieron haberle ayudado. Y a Prince Royce, en algo que se ha hecho tradición, le cortaron la transmisión televisiva del evento y, por ende, no se le entregó la “gaviota de oro” que pedía a gritos el “Monstruo” pues los animadores ya se habían retirado.
Además, para terminar de rematar esa noche, la final de la competencia folclórica fue aplazada para la última jornada, excusada por los incendios forestales que afectaban a Viña del Mar, pues la alcaldesa estaba abocada (con justa razón) a lo que pasaba allí. Simplemente se le faltó el respeto por segunda noche a esa categoría. Respecto al rating, por primera vez en su historia el festival no lideró su horario de transmisión, especialmente por culpa el reallity de Canal 13 “Mundos Opuestos”.
Finalmente en la noche de clausura, siguieron los problemas de sonido. En la actuación del humorista Daniel “Bombo” Fica casi al finalizar se oyeron ruidos de batería y guitarra, como si los estuvieran probando, a lo cual salió del paso diciendo “están penando… oremos”, lo que sacó carcajadas al público, y logrando ser el peak del festival con más de 50 puntos de rating. A continuación dieron los premios a los ganadores de la competencia folclórica e internacional, Chile e Italia respectivamente, para que la competencia por el rating no se le dispare en su contra. Y posteriormente actuaron en el escenario José Luis perales y Juan Luis Guerra, lo que hizo que fuese la noche más sólida de todas las jornadas del festival.
En resumidas cuentas, fue por lejos el peor festival desde que se transmite televisivamente, especialmente en aspectos técnicos como lo fue el sonido. Pero lo más preocupante es que el festival ya no es lo mismo que se emita un par de décadas atrás. El evento deberá enfrentar la disyuntiva de cómo ser líder en la transmisión con ratings televisivo que normalmente ya no pasan los 50 puntos, y que con suerte se marcan 30.
La consigna es simple: renovarse con lo que es actualmente nuestra televisión o morir, y si la Comisión Organizadora, junto a CHV, no proponen algo de calidad con los estándares actuales de nuestra TV para el próximo certamen, además de mejorar el nivel de los animadores del evento, el Festival de Viña será la sombra de lo que fue antaño. Y pienso que ese escenario es lo que nadie quiere que suceda por lo que significa que sea el evento del verano.