La tercera jornada de festival ha sido la más polémica de todas. Lee el desglose:
Animadores (4,0): Se vieron totalmente sobrepasados por los hechos. Cortaron antes de tiempo a Daniel Muñoz y a Adamo, y se vieron importentes ante las excéntricas exigencias de Morrisey.
Daniel Muñoz (6,0): Su retorno a Viña (esta vez en su faceta de cuequero choro) fue mejor que lo esperado. Partieron como obertura, sin ser presentados, haciendo un show con mucho ritmo, donde nos paseó por el folclor latinoamericano. Pensaba que era un espectáculo más apropiado para Olmué que para Viña, pero la reacción del público (mayoritariamente rockero) fue no solamente de respeto, sino que de ovación. Desde que «Los Tres» rescataron el repertorio de Roberto Parra, los jóvenes empezaron a encariñarse con las cuecas, pero no con las excesivamente estilizadas cantadas por los «Huasos Quincheros» ni con las cuecas de campo cantadas por los «Chacareros de Paine» o «Los Hermanos Campos» (con el respeto que me merecen), sino con la cueca chora, esa que se baila en los tugurios del Valparaíso profundo. En el pie de cueca final, cuando salieron el jurado y la alcaldesa a bailar, la Quinta se parecía al Cinzano. La antorcha de plata es muy poco para lo que entregaron en el escenario. Además, los sacaron demasiado pronto.
Salvatore Adamo (6,5): El inicio del show fue muy accidentado. Primero, se las tuvo que ver con las pifias de los «viudos» de Daniel Muñoz, y después con el impresentable micrófono apagado, que al final fue culpa del staff técnico del ítalo-belga. En este primer episodio se vio el don de gentes de Adamo. Si le ocurre eso mismo a Luis Miguel o a Morrisey, habrían incendiado el escenario, pero Salvatore lo tomó con calma y buen humor y salió del paso de manera casi inmaculada. Superado esto, disfrutamos de lo mejor del cancionero romántico de los años 60 y 70, a cargo de un intérprete que encantó a los fans, a sus hijos y a sus nietos con su simpatía y caballerosidad. Es cierto que su voz luce gastada y que los años no pasan en vano (aunque hay contemporáneos suyos como Raphael y Paul Mc Cartney que se mantienen mucho mejor) pero su actitud le hizo acreedor del respeto del monstruo y de las dos antorchas y la Gaviota de Plata (y le quedaron debiendo la de oro). Su paso fue un bálsamo agradable para lo que vino después.
Morrissey (6,0): Artísticamente, poco se le puede alegar al británico. Un show sólido, con grandes músicos, un público incondicional y un repertorio amplio. El ex-líder de «The Smiths» es un buen artista, a lo online casino nbso mejor muy bueno, pero no alcanza aún el nivel de Tom Jones, Paul Anka, Simply Red, Sting y otros músicos anglo que han pisado anteriormente la Quinta Vergara. Lamentablemente, su espectáculo se vio empañado por la mezcla entre su absurdo divismo y la falta de experiencia de los organizadores del festival. Morrissey tenía razón al pedir que se cumpliera el contrato en cuanto a la hora de salida al escenario. Lo de el show sin interrupciones no era problema (otros artistas lo han pedido antes) y lo de no recibir premios tampoco era problema. Sin embargo, las exigencias de último momento respecto a las comidas tras bambalinas, el vestuario de Eva Gómez (a la que literalmente tuvieron que «desplumar»), el cortar la transmisión por internet de su show y el expulsar a Cristián Sánchez del palco porque encontraba que se estaba riendo de él habla a las claras de un personaje manipulador, con delirios de grandeza y sin respeto por sus colegas de profesión y por la organización del evento que lo contrató. Al lado de él, Luis Miguel quedó como «livianito de sangre». Daban ganas de tirarle un pollo asado en la cara o o una mata de lechugas para que se las metiera por cierta parte. Con sus actitudes, Morrissey le hizo un flaco favor al veganismo. Mc Cartney, que es vegetariano, no hace tanta cuática. Se sabía que el británico era divo, y los organizadores debieron prever esto antes de contratarlo. Si haces un recital esclusivo puedes hacer lo que quieras, pero si eres parte de un festival, no puedes pasar a llevar al resto de los artistas y a la organización amenanzando con no salir si no se cumplen las exigencias. Diferencia del cielo a la tierra con un grande de verdad como Adamo. No basta con hacer un buen espectáculo, sino que además hay que respetar a los colegas, al público y a la organización. Por eso Morrissey es solamente un «buen» artista y no un «gran» artista.
Competencia: En lo internacional, Leandro Martínez mejoró pero no creo que desplace a Italia, Panamá y México. La danesa, mucho bikini y poca música. Sin embargo, la suspensión de la competencia folklórica fue simplemente bochornosa. Los organizadores, presionados por las exigencias de Morrissey, la cortaron para hacerle el favor al británico. Sin embargo, hubo largos minutos de comerciales y un backstage. ¿No hubiera sido mejor suprimir el backstage y acortar la tanda de comerciales (como de hecho tuvieron que hacer para que entrara el inglés a cantar) y que se diera la competencia? Se vieron enfrentados a una situación de última hora y cortaron por lo más débil, que era la competencia folclórica. Era una situación conflictiva, pues la alternativa de «pararle el carro» a Morrisey (lo adecuado desde el punto de vista de la dignidad) era demasiado arriesgada. Aquí hay un tema espinudo: el festival ¿es una competencia, un programa de TV, un show de artistas, un espectáculo en vivo o qué? ¿Cómo satisfacer simultáneamente los intereses de los avisadores, los canales de TV, el público, la crítica y los artistas? Tema complicado.