Musicalmente no tienen nada en común. Los primeros (si no ocurre otra cosa en el intertanto) van a presentarse en el próximo Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar, mientras que la segunda decidió bajarse del evento. Los Tres y Lucero, protagonistas de polémicas en donde entran en juego la provocación, el manejo de la imagen y los cambios culturales.
La canción “Hey Hey Hey” de la banda de Concepción trajo cola por su letra que habla del despecho de un hombre que quiere matar a su mujer, y un crudo video clip en el cual se muestran escenas explícitas de sexo lésbico, protagonizadas por las ultra-exquisitas María Luisa Mayol y Javiera Díaz de Valdés (que curiosamente no fueron tema), además de mujeres asesinadas por hombres. La ministra del Sernam, Loreto Seguel, reaccionó indignada considerando que la canción y el video eran poco menos que una apología al femicidio. La opinión pública estuvo dividida en esta pasada entre los que empatizaron con la ministra y los que defendieron a la banda liderada por el cada vez más orondo Álvaro Henríquez.
La provocación ha formado parte del arte desde sus inicios. Muchos genios y grandes artistas, en sus distintos rubros, desde Salvador Dalí y Luis Buñuel, hasta Elvis Presley y John Lennon, han sido provocadores de tomo y lomo. Además, en estos días en que la farándula manda, nada mejor que un escándalo mediático para posicionarse. Es un truco más viejo que el hilo negro. Cuando Elvis causaba escándalo en los Estados Unidos de los años 50, su manager, el Coronel Tom Parker, no cabía en sí de gozo. Lo mismo hicieron y hacen gente como Madonna, Lady Gaga y Miley Cyrus. Si lo que Los Tres pretendían era llamar la atención sobre su música y distraerla de la sensible baja de su histórico guitarrista Ángel Parra, simplemente la hicieron de oro: consiguieron que la Ministra del SERNAM y toda la prensa de farándula les hicieran publicidad gratuita, y su show en el Festival de Viña va a tomar especial relevancia. Respecto de la letra, hay miles y miles de tangos, boleros, baladas, rancheras, canciones ‘cebolla’ y hasta cumbias que hablan de infidelidad, traición y muerte de manera tan o más cruenta que “Hey Hey Hey”. Hasta ahora, no he visto a nadie protestando contra Rubén Blades por “Pedro Navaja”, a Fernando Ubiergo por “Cuando Agosto era 21”, o a Mecano por “Cruz de Navajas”, “El Blues del Esclavo” o “Hijo de la Luna”. Si vamos a criticar a Los Tres por escribir una canción sobre infidelidades y asesinatos, entonces pongamos también en la palestra a próceres como Carlos Gardel, Javier Solís, Pedro Infante, Lucho Barrios, Zalo Reyes, Vicente Fernández, Los Tigres del Norte y Los Ángeles Negros.
Por otra parte, algunos detractores del video señalan que resulta peligroso hacer este tipo de provocaciones en un país donde predomina el analfabetismo funcional, donde aproximadamente el 80% de la población no puede entender o interpretar correctamente lo que observa, por lo que apenas le alcanza para entender literalmente los mensajes, y no es capaz de analizarlos o mirar debajo del agua. Es decir, por culpa de la ignorancia de la mayor parte de nuestros compatriotas, en Chile hay que tener cuidado con figuras literarias como metáforas, analogías, parábolas, etc.; y también con el doble sentido, la ironía (incluso la fina), el sarcasmo, el retruécano y el humor negro. Esto no pasa solamente en Chile. A finales de los años 60, los mismísimos Beatles fueron llamados a declarar por el asesinato de la actriz Sharon Tate por parte de un grupo de desquiciados encabezados por Charles Manson, que supuestamente encontraron mensajes ocultos en la canción “Helter Skelter” de la banda de Liverpool que los ‘incitaron’ a cometer el crimen. Siempre van a existir ignorantes que no saben interpretar lo que leen y escuchan, y desquiciados que van a encontrar mensajes ocultos hasta en “Los Pollitos Dicen”. ¿Acaso los artistas tienen que renunciar a la provocación artística, a tocar ciertos temas, y a hablar en metáfora para que ningún tonto o loco se ‘inspire’ en ellas para cometer una estupidez o un crimen? ¿No será un poquito ‘too much’?
Lo de Lucerito, en cambio, nos lleva a reflexionar acerca de la coherencia entre la imagen pública y la vida privada, y de los cambios culturales que hemos vivido. A muchos nos causó un verdadero ‘cortocircuito’ mental ver a una bella cantante que durante su carrera ha cultivado una imagen de mujer dulce, encantadora, simpática y con inquietudes sociales (es el rostro principal de la Teletón en México) posando sonriente sobre una cabra montés muerta, con su lindo rostro pintado con la sangre del animal y con sus hijos premunidos de armas de cacería. Si bien en su declaración pública ella tiene razón en su enojo por la publicación de fotos pertenecientes a su vida privada, no condenó explícitamente la cacería. Este episodio ha golpeado tremendamente su imagen, al punto que ha sido troleada sin misericordia en las redes sociales; perdió un contrato publicitario con una marca de Shampoo; y, luego de los cuestionamientos de la alcaldesa Virginia Reginato, decidió bajarse del próximo Festival de Viña por temor a ser funada y devorada por el ‘Monstruo’.
Sin duda la cultura y la sociedad han cambiado. Hay ciertas manifestaciones sociales que en el pasado eran consideradas válidas y hasta respetables que ahora resultan impresentables. En muchos momentos de la historia, aberraciones como el circo romano, la esclavitud legal, las torturas y la segregación racial fueron legal y socialmente aceptadas. Hasta hace algunas décadas atrás, se consideraba que un padre tenía el derecho, e incluso el deber, de disciplinar a sus hijos a golpes; se consideraba una práctica pedagógica válida que un profesor castigara a un estudiante díscolo golpeándolo con una varilla o una fusta; hasta las esposas aceptaban que su esposo las pudiera agredir; se trataba abierta y públicamente a homosexuales y lesbianas como la escoria de la humanidad; se miraba a los hijos nacidos de madre soltera, de padres divorciados o de una pareja no casada como personas de segunda categoría; etc. Ahora la visión de mundo cambió, y para mejor. Si les aplicáramos a nuestros hijos muchas de las estrategias de crianza que usaron nuestros padres con nosotros, podríamos ser acusados de maltrato y abuso, y hasta podríamos arriesgar cárcel; ser acusado de ‘maltratador de niños’ o ‘maltratador de mujeres’ te convierte poco menos que en un ‘leproso social’; un profesor tiene que pensarlo dos veces antes de criticar a alguno de sus alumnos, porque arriesga hasta perder el trabajo; ahora el que se atreva a burlarse y atacar a un homosexual corre riesgo de ser funado y encarcelado; etc.
Lo mismo pasa con la cacería, el rodeo y las corridas de toros, tres actividades que hasta hace poco no solamente eran validadas, sino que eran consideradas ‘nobles’, tradicionales e incluso partes constitutivas de identidades nacionales. El rodeo es el ‘deporte nacional’ en Chile y es una actividad importante en Estados Unidos. Aunque también se realizan en otros países como México, las corridas de toros han sido históricamente parte de la idiosincrasia y la cultura de España. Antes a los ecologistas y animalistas no los pescaban ni en bajada, y eran considerados, tomando un término reciente, como unos simples ‘hippies de mierda’. Ahora las corridas de toros están cuestionadas en España y México, y ya existen fuertes críticas en torno al rodeo chileno. Similarmente, la cacería como deporte o hobbie (no como recurso de sobrevivencia) estuvo históricamente relacionada a la gente con abolengo y ‘sangre azul’. Los hombres se peleaban por el que tenía la cabeza del animal más valioso colgada en su living, y sus mujeres morían por tener abrigos de pieles naturales. Sin embargo, los ecologistas y animalistas han ganado terreno, y ahora la cacería, aunque sea legal y regulada, es muy mal vista en términos sociales. El mismísimo Rey Juan Carlos de España tuvo que disculparse públicamente después de que trascendieron fotografías suyas participando en una cacería de elefantes, siendo que tenía un cargo en una fundación relacionada con la defensa de los animales, el que por supuesto perdió producto del numerito.
A diferencia del caso de Los Tres, el manejo de imagen de Lucero falló desastrosamente en este episodio. La cantante azteca no es una novata en el mundo del espectáculo, y ya ha vivido episodios mediáticos importantes, como su supuesto romance con Luis Miguel cuando ambos filmaron “Fiebre de Amor”; su recordado ‘touch and go’ con Felipe Camiroaga; y su matrimonio y su posterior separación con Manuel Mijares. Sabe que los paparazzi aparecen como plagas en la hierba. ¿Cómo nadie la asesora y le advierte que participar en una actividad de cacería, y más encima con sus hijos, puede ser complicado en términos de imagen si llega a trascender públicamente, como de hecho sucedió? Este seguramente va a ser el mayor traspié de su exitosa carrera, y ahora tiene que sentarse junto con sus asesores a cranear la manera de salir de este embrollo. Como dicen los árabes, el prestigio crece con la velocidad de la palmera y cae con la rapidez del coco.
Será interesante ver cómo evolucionan ambas situaciones en el futuro inmediato. ¿Los Tres lograrán sacar mayor provecho de la polémica del video? ¿Lucero logrará limpiar la fea mancha de sangre animal que ensució su imagen como artista? Hay que estar atento a lo que suceda.
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