Mucho se ha escrito y hablado respecto de la crisis de Televisión Nacional. La primera semana de febrero, la situación llegó a un clímax con la renuncia de la directora Carmen Gloria López, quien no pudo darla vuelta, y posiblemente la agravó. Aparte de las malas decisiones programáticas, la pérdida de profesionales valiosos, el inmejorable momento de Mega y el cambio de paradigma en ciernes, hay una definición de capital importancia que tarde o temprano se tiene que hacer: ¿TVN es un canal estatal y público, o tiene que ir a competir con las televisoras privadas? Lo que está haciendo ahora (y a lo que está obligado por ley) es intentar ser ambas cosas a la vez, y eso es un desastre porque no están haciendo ninguna bien.
El dilema de competencia vs misión no es nuevo en la TV chilena. Ya Canal 13 y Mega tuvieron que enfrentarlo, y sus situaciones empezaron a mejorar después que lo resolvieron. En el caso del canal del angelito, estuvo mucho tiempo divagando entre la necesidad de entrar a competir en serio y las exigencias que le imponía el pertenecer a una universidad ligada fuertemente a la Iglesia Católica. Durante mucho tiempo estuvo en el limbo, y veíamos al canal oponiéndose a mostrar las publicidades que recomendaban el uso del preservativo para prevenir el SIDA mientras en el “Viva el Lunes” se daba rienda suelta al humor de doble sentido. Sin embargo, cuando el grupo Luksic compró 2/3 del canal, las cosas se tendieron a ordenar. La influencia de la Iglesia Católica se redujo al breve segmento de “Misión 13” antes del cierre de las transmisiones y Canal 13 empezó a competir sin complejos ni ataduras.
En Mega, por su parte, durante el reinado del inefable Ricardo Claro convivieron de manera grotesca el conservadurismo valórico más rancio con el libertinaje televisivo más brutal. Era moneda corriente ver que las “reflexiones” de íconos del catolicismo reaccionario como Raúl Hasbún y el ahora defenestrado John O’Reilly eran inmediatamente seguidos en la programación por “Mekano”, “Morandé con Compañía” y hasta “El Show de Che Copete”. Ese brutal doble estándar se acabó con la muerte de Claro y con la posterior venta a Carlos Heller, que mandó para la casa a los curitas momios e hizo los ajustes necesarios para transformarlo en un canal full competitivo, sentando las bases de su esplendorosa actualidad.
TVN está en ese dilema, aunque su “misión” no está ligada al conservadurismo religioso, sino que a lo que se espera de un canal público como la BBC o la Televisión Española: cultura, diversidad, información objetiva, calidad, etc. Para el obsoleto sistema de medición de sintonía que rige en la actualidad, ese tipo de televisión resulta poco efectiva, y eso resulta complicado cuando además te obligan a autofinanciarte. Así, TVN es como un restaurante naturista que funciona en un barrio lleno de locales de comida rápida: necesita vender para poder sobrevivir, pero no puede incorporar los productos chatarra de escaso nivel nutricional que le permitirían atraer clientela.
Creo que gran parte de la solución de la crisis de TVN pasa por que, tal como lo hicieron en su momento canal 13 y Mega, se decida de una buena vez a ser un canal público o a ser un canal competitivo. Si se opta por la TV pública, entonces se tiene que eliminar la exigencia de autofinanciamiento, y hay que generar un modelo que permita que el canal se mantenga sin dependencia fuerte de la publicidad y donde la evaluación no se haga en función de la sintonía. Ahora, si se decide transformar a TVN en un canal “full competitivo”, el siguiente paso ineludible es la privatización del canal. Si Televisión Nacional va a hacer las mismas cosas que los canales privados, no tiene el menor sentido que sea estatal.