La popular serie post apocalíptica de la AMC está llegando a su fin tras once años de emisión y lo está haciendo en grande. Si no has visto el nuevo capítulo de este último ciclo, es mejor que no sigas leyendo esta nota.
El séptimo episodio de la onceava temporada de «The Walking Dead», titulado «Promises Broken» («Promesas Rotas»), tuvo un momento que todos los fanáticos estaban esperando: Negan (Jeffrey Dean Morgan) y Maggie (Lauren Cohan) finalmente tuvieron una franca conversación sobre el asesinato de Glenn (Steven Yeun), pareja de Maggie y padre de su hijo, a quien el primero le reventó la cabeza con un bate de beisbol.
Antes de atacar los Segadores («The Reapers») para recuperar Meridian, Negan le recordó a Maggie que en el pasado ella mató a gente del grupo que él lideraba en ese entonces, los Salvadores, personas que también tenían familia y amigos, y que él debió explicarle a su gente por qué no los pudo proteger. Fue entonces que ella le recriminó su crueldad, pues mató a Glenn frente suyo, estando embarazada.
«Ahora el mundo es diferente. Hay menos gente por la que luchar y con quien luchar, incluso, hay menos cosas por las que luchar», le dijo Negan, a lo que Maggie le respondió con una pregunta: «¿Quieres decir que harías las cosas de otra manera?». La respuesta del ex villano fue brutalmente honesta.
«Sí. Si pudiera volver atrás, los hubiera matado a todos», expresó Negan. «Tenemos que hacer lo posible por proteger a los nuestros, ¿no? Por eso estamos aquí. Por eso hacemos todo esto», complementó, haciéndole entender que, ahora que están en el mismo bando, la única forma en que logren trabajar juntos y que funcione es siendo sinceros el uno con el otro.
Luego de esta franca conversación, Negan puso manos a la obra su plan maestro para acabar con los Segadores, enseñándole a Maggie la técnica que aprendió de los Susurradores durante la temporada pasada: ponerse sobre el rostro una máscara de caminante, de modo de mezclarse entre ellos, y así poder dirigir una horda hacia donde quisieran.