En un año marcado por el denominado “cartel del confort”, la Teletón enfrenta los mismos cuestionamientos de siempre ad portas de una nueva edición. Sin embargo, la obra ha mostrado fortaleza y flexibilidad para adaptarse a las circunstancias.
Tal como en años anteriores, la previa de la Teletón está poblada de opiniones críticas respecto a su sentido y pertinencia en estos tiempos. Los artículos que he escrito en las previas de las ediciones anteriores son perfectamente aplicables a lo que sucede ahora: que el Estado debería hacerse cargo del tema (¿con qué recursos, en especial en medio de una crisis presupuestaria de proporciones en salud?); que las empresas auspiciadoras donan poco, se “forran” y limpian su imagen; que los artistas y profesionales de la TV participan para promoverse y ganar pantalla, etc. Incluso han resurgido viejos mitos urbanos, como que parte de la plata donada se destina a remuneraciones para los rostros, en particular al mismísimo Don Francisco, quien lo desmintió tajantemente cuando se le consultó al respecto.
Tal como señalé el año anterior, el grueso de las críticas son de corte más bien intelectual, y muy válidas en ese sentido. Sin embargo, no ofrecen ninguna solución práctica ni viable. A pesar de los ataques, el evento de las “27 horas de amor” está muy bien valorado por la opinión pública, y no es para menos. Las cuentas están claras, y los resultados están a la vista. La campaña permite financiar un instituto que ofrece una atención gratuita y de clase mundial a los discapacitados, algo que el Estado no podría hacer ni en el mejor de sus sueños. Eso es algo muy valioso que sería estúpido farrearse.
Este año, la Teletón se ha encontrado en medio de la polémica por el denominado “cartel del confort”, en especial porque la principal empresa involucrada en este escándalo, la CMPC o “Papelera”, es auspiciadora histórica del evento y tiene 3 productos asociados: Confort (involucrado directamente en la colusión), Ladysoft y Babysec. Desde que se dio a conocer públicamente el tema, la pregunta ha surgido con fuerza en las redes sociales: ¿Resulta prudente que una empresa confesa de colusión participe en la Teletón? Muchos proyectamos el morbo en el ambiente cuando los ejecutivos de la “Papelera” fueran a palmotearle la espalda a Don Francisco y a entregar su donación. Sin embargo, se optó por la prudencia y el bajo perfil: la CMPC se comprometió a mantener su donación, pero suprimieron la publicidad asociada a sus productos y no van a aparecer en pantalla.
Además de la solidez de un roble para soportar las críticas, la Teletón ha mostrado la flexibilidad de una palmera para adaptarse a las circunstancias. Un claro ejemplo de ello es el progresivo distanciamiento mediático de las empresas. En un momento en que el concepto de “lucro” está satanizado, y que el prestigio de las grandes empresas está manchado por escándalos de colusión (farmacias, pollos, ahora el papel tissué y quizás cuántos más), los organizadores han optado inteligentemente por desmarcarse de ellas. Este año, la publicidad ha dado especial énfasis al hecho de que el 70% del dinero recaudado proviene de las donaciones de la gente. Ya el año pasado tuvieron el buen tino de suprimir los “desafíos” de supermercados y tiendas de retail relacionados con volumen de ventas, que ya resultaban impresentables.
Otra demostración de flexibilidad es que la campaña esté tomando fuertemente en cuenta a las redes sociales y a la telefonía celular. Al parecer, los encargados de la causa se han percatado de algo que los ejecutivos de los canales no parecen considerar todavía: que el público fiel a la TV tradicional es cada vez menor en cantidad y mayor en edad, y que necesitan captar a la gente que prefiere ver TV en internet, usando sus teléfonos móviles y comentando a través de Instagram, Facebook y Twitter. En ese sentido, en este año se anuncia la reformulación del clásico “panel de telefonistas” con el fin de incorporar estos elementos.
Finalmente, está el tema de la “sucesión” de Don Francisco. Después del final de “Sábados Gigantes”, hay que empezar a plantearse de que, tarde o temprano, llegará el momento en que la Teletón deberá seguir funcionando sin la presencia de su autor intelectual. Don Francisco sigue presente, y es bueno que así sea mientras tenga vida y salud, pero resulta notable el hecho de que no haya participado, al menos hasta ahora, de las giras de la Teletón, las cuales a pesar de ello han tenido gran éxito. Buscar a alguien que lo reemplace resulta imposible, pues no existe personaje alguno en la TV chilena que tenga el peso, la historia y la imagen de Mario Kreutzberger. Quizás el reemplazo sea más bien colectivo, que la Teletón se transforme en algo “del conjunto de la TV chilena” más que de un animador que aparezca como rostro principal.
Gracias a la Teletón, Chile ha resuelto de forma destacada una situación que difícilmente se habría podido abordar de otra forma. Y además, ha permitido generar una instancia de unión nacional que siempre le viene bien al país. Es una bendita “colusión” ciudadana que vale la pena mantener.