Por sí mismo, ya era una figura icónica en la escena musical de los años ’70 y 80, liderando la banda que hasta nuestros días es símbolo del rock clásico británico. Queen brillaba en los escenarios y en medio de estos se plantaba Freddy Mercury, con esa voz que no dejaba a nadie indiferente.
Los medios de la época dieron cuenta de aspectos profesionales, personales y extravagantes de su vida, pero sin duda, fue la película biográfica “Bohemian Rhapsody” la que abrió al mundo una infinidad de detalles desconocidos o menos evidentes para una gran mayoría.
Uno de ellos fueron sus amores, en particular uno. Freddy Mercury amó. Amó a hombres en un tiempo en que eso era condenado y el Sida una enfermedad desconocida. Pero este amor que se evidenció en la producción cinematográfica, es a quien el mismo cantante definió como la persona más importante de su vida y su único amor.
El amor de mi vida
Freddy Mercury, aun en el tiempo que no reconocía su homosexualidad, mantuvo una hermosa relación con Mary Austin. Un vínculo único que, a pesar de que no prosperó por la orientación sexual del cantante, trascendió las barreras del tiempo. Más bien, se convirtió en un amor platónico y fraternal.
Por eso, cuando el intérprete le contó finalmente lo que Mary ya se imaginaba -que le atraían los hombres- no hubo en ello rencor ni enojo, sino más bien complicidad. Y si bien ambos rearmaron sus vidas amorosas, para Freddy, Mary fue su alma gemela y la inspiración de la hermosa balada “Love in my Life”.
Mary Austin estuvo al lado del cantante en todos sus malos momentos. En gratitud a esa fidelidad, al fallecer, Freddy le dejó en herencia buena parte de su fortuna. También las regalías de sus canciones y la mansión del artista, lugar donde la mujer actualmente reside.
Secreto a la tumba
Por todo ello, cuando el artista se enteró de que el Sida le arrebataría la vida en poco tiempo, le encomendó a su amiga una dolorosa tarea. Y un posterior secreto: hacerse cargo de su cuerpo cuando él muriese. La extraña solicitud de Freddy Mercury se debió a que el intérprete no quería que nadie supiera dónde sería sepultado. Tenía miedo de que algún fanático profanase su tumba y por eso necesitaba que nadie supiese donde serían depositados sus restos.
Finalmente, Freddy Mercury murió el 24 de noviembre de 1991, a los 45 años. Se especula que Mary pudo haberlo enterrado en su mansión ubicada en Londres, o en un cementerio con un nombre falso. E incluso, que trasladó sus cenizas a Zanzíbar, país del cual era oriundo el cantante.
Lo cierto es que hasta hoy, nadie, ni siquiera los padres de Freddy Mercury, saben dónde está enterrado el cantante. Bueno, salvo Mary Austin. Pero como buena amiga y confidente, guardará el secreto hasta que ella misma se reúna con el cantante en el universo estrellado.