La destacada actriz nacional conversó con el podcast “Impacto en el Rostro” sobre sus roles más recordados en televisión, su visión de los alargues en teleserie y sobre algunos personajes que no tuvieron los objetivos que ella esperaba.
Tú partiste en “La Torre 10” en el año ’84, ¿cómo era la televisión de esa época?
Yo partí antes. Lo primero que hice en televisión fue en “Teleduc”, de Canal 13, y después hice una extra en “Alguien Por Quien Vivir”. En esa telenovela, un grupo de alumnos de la escuela de teatro fuimos a hacer de ciegos, porque había un hogar de ciegos en donde se necesitaban extras con continuidad. Y ahí, fuimos ocho alumnos de la escuela de teatro a hacer de extras durante toda la telenovela. Después, mi primera telenovela en sí fue “La Torre 10”, en el año 84. Había una televisión completamente distinta a como es ahora. De partida, las telenovelas no se musicalizaban, por ejemplo. Las escenas eran súper largas. Mucho mas largas de texto.
Teleseries grabadas en plena dictadura militar…
Por lo mismo, había muchas temáticas que no se podían tocar ni profundizar. Además, en las grabaciones se rumoreaba que “X” persona era sapo. Sapo era como alguien de la DINA o que filtraba información, entonces todo el mundo se cuidaba de no hablar delante de ciertas personas que se decía que podían ser soplones. Era una época en donde ciertos colegas mayores más comprometidos políticamente, estaban vetados de un día para otro o no los llamaban más. Era una época donde ocurrían esas cosas, donde de repente, por las mismas manifestaciones, no siempre se podía llegar a grabar. Te revisaban, te pedían que te identifiques, mostrabas tu rostro. Fue bien complejo.
¿Y tus pares que no estaban en teleserie, tenían algún prejuicio con la televisión?
Pero, absolutamente. Yo tenía compañeros de curso que, cuando yo llegaba un poco atrasada a los ensayos por estar grabando, me esperaban en el teatro con caras largas diciendo: “oye, o eres actriz o trabajas en la tele, así que ¡decídete!”, con frases así, muy agresivas y denostadoras.
Pasemos a los años 90’s. Hiciste muchas teleseries, pero te voy a mencionar algunas que seleccioné. «Ámame», «Loca Piel» y «Tic-Tac». Los tres personajes de esas teleseries tocaban la tecla de la comedia. ¿Te gusta el humor en televisión?
A mí me encanta el humor, es fundamental para la vida. Es mucho más difícil que el drama. Personajes de malas o de mujeres muy sufridas, que también hice, te conecta desde un lado más inmediato con la gente. La gente tiende a, rápidamente sentirse identificado con los personajes que sufren y que son nostálgicos, es más fácil conectarse con esas emociones de la auto compasión o victimización. En cambio, los personajes de humor son más neutros y optimistas, son más positivos generalmente. Incluso con el humor negro, donde se ríen de sí mismos. Estos personajes no siempre se están riendo todo el rato, también lloran y sufren. Pero mantener un personaje en la tecla del humor en escenas más dramáticas, hay que estar súper atento para no perder el personaje.
Vamos a hablar de tu personaje más reconocido de la televisión. En el año 2005, en «Brujas», interpretaste a la recordada Martuca. ¿Te preguntan harto por este personaje?
Sí, claro, La Martuca era un personaje que aún está. Todavía hay gente que me dice los dichos y se acuerda de las frases y todo. Es un personaje lindo del que estoy súper agradecida, por varias razones; siento que esa teleserie fue como la apuesta más grande que hizo Canal 13 ligada a un público más popular, más clase media, y lo logró. Se rescataba el concepto de la gente de la Vega, por ejemplo. Que la gente que trabaja en la Vega es una gran familia. Y fue un personaje que tuvo una repercusión mediática enorme y me trajo muchísimos beneficios. Por ende, siento que de alguna manera me logré instalar en el colectivo de la gente con nombre, apellido e imagen. Yo digo que muchas veces cuando uno empieza como actor, la gente dice: ¡mira ahí va la Juanita!, que es el personaje. Pero llega el momento que te dicen: ¡mira! ¡Ahí va la Solange Lackington! No es la Martuca. Es la Solange Lackington. Y eso es muy bonito porque lograste instalarte. Instalar tu marca y tu sello. La gente ve el personaje y le empieza a interesar a la actriz.
Debido al éxito de la teleserie, se hace una serie de tu familia; “Dinastía Sa-Sa”. También en “Lola”, la teleserie se alarga y lo mismo pasa con “Soltera Otra Vez”, historias en donde tú tenías roles estables. ¿Cómo te tomas la posibilidad de alargarle la vida a un personaje?
El caso de “Los Sa-Sá” es súper interesante porque era totalmente aparte. Era una serie independiente que, lamentablemente, se hizo un año después. Un poco tarde, entonces ya no estaba en la gente. No le fue bien a esa serie, que era loquísima. Tenía una escenografía impresionante. Era muy entretenida. Yo disfruté muchísimo haciéndola, porque podíamos ahondar mucho más en la familia y tocar más teclas en el humor, casi como un humor mas irónico y sarcástico. Era muy entretenido. Cuando hicimos el alargue de “Lola” fue distinto porque no había más proyectos. En mi caso, fue una cosa muy loca, porque entraba Renata Bravo a reemplazar a Maricarmen Arrigorriaga, que son dos actrices encantadoras, talentosísimas, las quiero muchísimo, pero que no tienen nada que ver una con la otra, con un perfil completamente diferente. Y había que bancarse este cambio. Entonces la primera vez que grabamos con la Renata, era muy divertido. Estábamos en el set de grabación con el Tito Noguera, que era mi exmarido en la telenovela y actual marido de la Maricarmen. Entonces estábamos esperando esa escena en donde se abría la puerta con esta enfermera que traía al personaje de la Maricarmen, se supone, envuelta como una Momia. Tuvimos que grabar esa escena al menos siete veces, porque nos tentábamos de la risa todas las veces. El Tito le pedía a producción hacer la escena sin él, porque era una tremenda tentación de risa. Ver a la Renata en esa silla de ruedas era muy gracioso. De partida, la Renata era más alta que la Maricarmen, entonces con Tito comentábamos que se había alargado con la operación. (ríe) Era muy insólito. Eso nos costó mucho. igual como era comedia estaba todo permitido y la gente se lo bancó. En el caso de “Soltera Otra Vez 2” para mí también fue súper entretenido e interesante. Puedo decir que los alargues me generaron más ansiedad que molestia, uno quiere saber cómo se va a desarrollar la historia, porque decimos: «a ver, ya tiramos toda la carne a la parrilla, ya se desarrolló el conflicto, ¿qué vamos a hacer ahora?» Lo que siento es que se pierde un poco la magia, el acento puede estar puesto sobre algunas historias y se pierden algunas que en la primera parte eran buenas. Pasa un poco eso. Pero, bueno. Nosotros estamos acostumbrados a esto que el personaje varíe en su relevancia. También es parte del oficio y uno tiene que aprender desde temprano en la escuela para desarrollar la tolerancia o frustración de lo que significa eso.
Tú mencionaste algo súper importante sobre la relevancia, que puede tener un personaje al principio de la historia y después perderla. ¿Fue algo que te pasó en “Si Yo Fuera Rico”?
Sin duda. Me han pasado distintas cosas. Por ejemplo, tú mencionaste a Iris del Valle de “Tic Tac”, que era la ama de llaves de Tomás Barcelona (Bastián Bodenhöfer). Ese personaje fue el más anodino que yo he realizado en la historia porque no tenía un conflicto propio. Era un personaje intrascendente. No tenía historia. Era pegote. Estaba ahí y era frustrante tener un personaje así. Tú te preguntas por qué estás ahí y no te desarrollan la historia. En “Si Yo Fuera Rico” pasó algo bien particular, que nunca me había ocurrido. Ahí, el autor de la telenovela, que era Rodrigo Cuevas, no supo qué más escribir o inventar sobre mi personaje. Ése fue el argumento que me dio personalmente, así que esto no es un cahuín ni nada. Entonces la solución fue sacar a mi personaje. Fue algo muy extraño para mí. No fue tan duro porque ya soy una mujer adulta y ya hecho muchas teleseries. Además, estaba contratada por Mega, por lo tanto no me afectaba económicamente y no me quedaba sin trabajo. Pero la situación fue muy extraña porque son de esas cosas que tú no vas a saber si son verdad y si te empiezas cuestionar las cosas, te puede hacer mucho daño. Te puede llevar a pensar que no lo estás haciendo bien o no le estás gustando a la gente, y creo que ése no es el camino correcto porque es súper autodestructivo y de auto boicot en cuanto a tus capacidades y talentos. Creo que uno no tiene que dudar de eso. En cuanto al argumento de la teleserie que desarrolló Rodrigo, todas las demás historias estaban muy bien desarrolladas en su cabeza, pero la historia que hicieron de la Cenicienta o de la madrastra mala, que era mi personaje, no la desarrolló en profundidad. Él me confesó eso. Se le escapó de las manos.
¿Y qué le dijiste a Rodrigo Cuevas en ese momento?
Yo me quedé como Condorito y dije ¡plop! Al productor del canal en ese minuto le dije que lo entendía, porque este tipo de cosas no me desestabilizan emocionalmente ni me hacen cuestionar mi rol, porque sé exactamente cómo trabajo y tengo profesionalismo. Le dije que podía entender si esta situación era en beneficio a la historia, me ponía al servicio de eso y que lo aceptaba. Ahí me dijo inmediatamente que me iba a poner en otro proyecto y que había otra teleserie en donde yo iba a estar.
Ahí pasaste a “Juegos de Poder”, tu último trabajo en Mega...
Y también me pasó que mi personaje salió tempranamente de escena. Ahí salió porque al personaje lo encarcelaron. Ahí uno podría haber justificado de cualquier forma la continuidad del personaje en la historia, como que se unía a los malos u otra cosa. Bueno, fue un trabajo corto porque tampoco grababa demasiado. No alcancé como a tomarle el gustito a ese personaje, porque me tocaba grabar esporádicamente. No era tan tan importante. Y cada vez que me tocaba ir a grabar era como siempre estar partiendo de cero. Y después de eso pasó que me cortaron el contrato en Mega.
¿Se acercó alguien de producción a explicarte la situación?
La despedida fue bien curiosa porque me llamaron de un día para otro para decirme que tenía que ir a una reunión con una productora del canal. Y en esa reunión, que fue constantemente reagendada, me dijeron que era para informarme que mi contrato se cortaba. Yo llevaba recién un año con un contrato indefinido con Mega. Hasta antes de eso tenía contratos por tres años y cosas así, y me habían ofrecido un contrato del canal, que iba a tener otro tipo de beneficios, etc. Bueno, yo tomé ese contrato indefinido, pero a su vez no me reconocía los anteriores porque yo tenía que firmar un finiquito de los otros, entonces no era un contrato que me reconocía los años trabajados. Además, tenía las características que podían prescindir de ti argumentando “necesidades de la empresa”. Fue algo inesperado para mí y, no sólo me ocurrió a mí, sino que a muchos actores. Nuestro trabajo es súper inestable. Todos los actores sabemos que lamentablemente no tenemos una protección legal respecto a eso. Y es así como muchos otros trabajos de mucha gente que es independiente. Igual, a veces, cuando uno tiene estos contratos largos como que te amarran. Ha pasado, como les pasa a los futbolistas, que te contratan y te tienen en la banca. O sea, no te puedes quejar porque te están pagando. Pero, de repente, estar recibiendo un sueldo sin trabajar, tú sientes que no te estás desarrollando y no estás creciendo como profesional. O de pronto te están dando muchos personajes que son chicos o que no son importantes. No hay crecimiento ni evolución en esos casos.
¿Qué piensas actualmente de las teleseries?
Las telenovelas tienen la suerte que siempre se están reinventando, van buceando en distintos formatos y necesidades, tanto de la empresa como del público. Yo agradezco de sobremanera mi trayectoria en las telenovelas porque también me han dado un reconocimiento en el público enorme. O sea, yo soy una actriz reconocida y respetada gracias a los trabajos que he hecho en la televisión fundamentalmente porque es gratuita, abierta y llega a todo el mundo. Eso no hay que desmerecerlo y es un valor agregado tremendo. Es una tremenda vitrina que hay que valorarla y respetarla. Se puede cuestionar y ser crítico sin ser destructivo. Tampoco agachar el moño y aceptar cualquier cosa, pero todo con altura de miras y respeto, pensando siempre en lo que es mejor, tanto para la telenovela, la industria y uno mismo.