La actriz conversó con el podcast “Impacto en el Rostro” en Spotify para realizar un repaso de sus principales roles en televisión.
¿Cuál era tu relación con las teleseries antes de la hermana Doris en “Borrón y cuenta nueva?
Vi muy poca tele en general, entonces mi relación no era tan cercana a las teleseries y en mi casa nadie las veía. Pero algunas me conquistaron, como “Romané”. Rayé con esa teleserie. Y hay otra, que ya estamos hablando de jumper, calcetín a la rodilla… Pero no es chilena. Era una argentina que se llamaba “Estrellita mía”. ¡Oh, que me gustó esa teleserie! Ahí almorzaba viéndola.
Tu debut en teleserie fue en “Borrón y cuenta nueva”. ¿Qué significó para ti partir con un rol protagónico?
Fue un impacto en el rostro (Ríe). Fue impresionante, porque la verdad fue entrar a un mundo tan fuerte, en que los egos y las consecuencias de eso eran muy potente. Yo era una niña nueva, de protagonista, al tiro en el afiche de la micro y en el video clip. Fue bastante violento y agresivo para algunos actores y actrices que llevaban años tratando de ocupar ese lugar. Por lo tanto, no fue tan entretenido el recibimiento, pero para mí fue una gran oportunidad. Mis mayores herramientas fueron mis instintos y mis ganas. Y si lo hacía mal, hubiese sido debut y despedida, porque iba a quedar en evidencia. Era un personaje que aparecía mucho y que llamaba mucho la atención al ser muy rupturista, era una monja en un país super católico que decide soltar los hábitos. Yo, además, cero católica, no cachando nada. Pero sobreviví, pasándolo bien.
Esta teleserie tuvo como director general a Leonardo Rojas tras el embarazo de María Eugenia Rencoret. ¿En algún momento ella fue parte de las decisiones de esta producción?
Sí, ella tuvo todo que ver. El Leo Rojas la estuvo reemplazando, pero ella siempre estuvo muy cercana al proyecto. Yo a ella la conocía porque la Quenita me estaba invitando a hacer pruebas de cámaras desde el primer año de escuela. Me invitaron a un casting en primer año de escuela y yo dije no, porque quería terminar de estudiar. Me llamaron al segundo año, mi respuesta fue la misma. Y cuando me llamaron y si podía participar porque no estaba estudiando, les dije que no podía porque estaba embarazada. Eso se lo dije a ella personalmente. Ella me dijo que no importaba, que tuviera mi guagua y después volviera. Y así la conocí. Con esa generosidad y esa compresión hacia la mujer. Y cuando volví, me encuentro con Leo Rojas y me dice que ella estaba teniendo guagua, así que tendría que trabajar con él. Pero ella siempre estuvo al pie del cañón preguntando si estaba todo bien, revisando los guiones, no podía estar con las patas en la tierra, pero siempre estuvo supervisando el proyecto.
En el ’99, interpretaste a Emilia Patiño, la protagonista de “Aquelarre”, una mujer que se hacía cargo de su familia tras la muerte de su padre…
Efectivamente dentro del área dramática las mujeres estaban empezando a llevar una historia. Porque, por lo general, las mujeres estaban al servicio del galán. Éramos la razón, la excusa y buena compañía, éramos buen arroz para el galán. Se creía que el público que consumía teleseries era mayoritariamente femenino. Y acá se estaba apostando y veníamos de “La fiera” en donde las mujeres podían llevar una historia, por lo tanto se me daba la oportunidad de participar en ese quiebre. Interesante, gran responsabilidad. Pero venía con una capa hermosa que perdía esta agresividad, por decirlo de alguna manera. Venía en este pueblo mágico que era medio “García Marquez”. Y nos agarramos todas de la maternidad, que es un liderazgo aceptado. Yo me hago cargo de, yo te voy a cuidar. Y lo hablamos de hecho. Todas tomamos un poco de eso, el querer enamorarme y tener un amor que te cuide, o cuidar a otros mas vulnerables que tú. Nos fuimos en esa. Era una nueva propuesta. Hay un nuevo punto de vista, que una mujer más joven se le vea a caballo, literalmente.
¿Te acuerdas de la primera vez que viste el pueblo de “Aquelarre”?
Fue alucinante, porque era como estar en Hollywood. Me acuerdo que nos dijeron que tenían todo arreglado en Colina. ¿En Colina?, pensé extrañada. Te estoy hablando cuando había un camino para allá y uno para acá, no había autopista y había incluso pedazos con tierra. ¿Ah? ¿Colina? Y de repente entro y veo un pueblo entero, con fuente al medio… ¡Y que funcionaba! Con capilla, con plaza y todo era la pura fachada. Cruzabas la puerta y estaba lleno de palos al otro lado. Era increíble. ¡¿Pero cómo?! Y ahí sentí que la cosa era en grande, esto era en serio. Y sentí más compromiso por el proyecto. Se estaba arriesgando mucho.
“Aquelarre” logró liderar la sintonía del segundo semestre luego de varios años de derrota…
Había una competencia entre el primer semestre y el segundo. Y uno era Vicente Sabatini con un súper elenco, y que además se fueron por un camino cultural que nos mostraban distintos lugares de Chile, o distintas culturas. Era un bonito trabajo y bonita propuesta. ¿Cómo compites con eso? Quena tenía una nueva propuesta. No era sencillo, era mujer, que empezó sirviendo café. La Quena tiene la cancha entera, ella sí estuvo embarrada, levantándose a las cinco de la mañana y la vivió en la cancha. Y haber logrado un «poder competir» fue algo hermoso. Pero más bien se hablaba de que se emparejó el área dramática, más que “te gané”. Me imagino que secretamente sí existía, pero abiertamente sobre la mesa era “estamos con el año completo sólido”. No hay una gran diferencia, hay reconocimiento para ambos. Alcanza para ambos.
Algunos actores han comentado que los directores de televisión eran muy posesivos. ¿qué piensas tú?
Vicente era muy celoso con su elenco y muy selectivo. El puso algo que defendió mucho, que me parece muy bien, que fue un director que propuso buscar calidad actoral y rostros interesantes. Estamos hablando de un área audiovisual en donde todo debía ser hermoso. Y él llegó con un elenco que se hacia bello al hacerse interesante, saliéndose del estereotipo de la belleza. Como por ejemplo un rostro muy interesante como es Pepe Soza. Esa belleza era muy diferente a la belleza que defendía la Quena, que ella si tiene una cosa más parecida a lo tradicional. Sí, podían ser posesivos, pero le gustaban cosas más distintas.
En la última escena de “Aquelarre” aparece tu hijo, Alonso, cuando era muy pequeño. ¿Cómo lograron que le dijera papá a Álvaro Rudolphy?
¡Ay, yo no sé! Lo que pasa es que su papá, (Andrés) Velasco, tenía un jeep, igual que el personaje (de Rudolphy). Y mi tono, cuando dije “mira quien viene ahí” era como cuando llegaba Velasco en su jeep a buscarlo. Y él ve un jeep y por supuesto dice “el papá”. Recuerdo que la Quena casi se cae desmayada cuando escucha eso. Habían tres o cuatros guagüitas más por si el Alonso no funcionaba, porque yo quería que fuera él, pero si al Alonso le daba miedo, teníamos que tener otras alternativas. Pero cuando le dice “papá” y mas encima como que se lanza a los brazos de Rudolphy, la Quena dice “No, es que queda, esto es”. Era final de teleserie, no era cualquier escena. Yo creo que fue eso, porque yo no le di ninguna instrucción. Fue súper natural, honesto e inocente.
En el 2000 interpretaste a Macarena Algarañaz en “Santoladrón”. ¿Te gustó este rol?
No mucho, pero por algo personal. Es curioso, pero las teleseries durante un tiempo me iban acompañando con mi historia personal. En “Borrón y cuenta nueva” yo había sido madre por primera vez, por lo tanto, agarré mi personaje desde la generosidad de preocuparse por otro, como yo lo estaba viviendo con mi primer hijo. Y con “Santoladrón”, yo tenía una pareja en ese momento que se fue un año a estudiar fuera de Chile. Ya existía internet, era algo nuevo. Por lo tanto, yo hablaba mucho con él, pero no nos podíamos ver, no nos podíamos tocar. Nos escribíamos mucho, hablábamos mucho. Con “Santoldrón” pasaba lo mismo, yo tenía un novio que era un fantasma con el cual yo podía hablar pero no lo podía tocar. Entonces era como vivir dos veces la misma cosa. Me sirvió en su momento, pero no es una sensación agradable el querer estar con alguien y no poder hacerlo.
En “Amores de mercado” interpretaste a Shakira, una bailarina de un night club…
La Quena siempre me dio la oportunidad de hacer personajes muy diferentes. Yo jugué mucho haciendo teleseries con ella. De la monja pasé a la campesina, luego a esta niña bien y ahora al puti club. Y después me subí arriba del caballo en “Purasangre”. Tuve muchas oportunidades. Y bueno, esta chiquilla tiene una anécdota, no era mío ese personaje, era para Alejandra Fosalba. Y cuando me dicen en la reunión de lectura que iba a ser Betzabé, la hija de la evangélica, yo llegué con el pandero, la guitarra, la propuesta… Todo el mono. Y la Quena me dijo no, no, no… Es la protagonista, tiene que ser lo mas neutro posible. Y yo me molesté. Y golpeé la mesa diciendo que era una lata, que hacerlo así era una lata. Y la Quena, por supuesto, me golpeó la mesa de vuelta, con justa razón, y mira a la Fosalba y le dice: “A la Sigrid no le gusta su personaje, ¿lo quieres hacer tú?”. Ella venía llegando de España, había estado un año fuera. Y me dice, “amiga, la verdad, a mí me conviene”. Y así fue el cambio de personaje. Se podría decir que la Shakira fue como un castigo, por haber golpeado la mesa. Y después cuando se vio el resultado, la Quena me dijo, “¿qué onda tu suerte? Yo te doy un personaje para que te enojes y resulta que terminas feliz”. Y ya que estamos en esto, yo tengo un dato rosa. Dicen que el puntaje de rating más alto de todas las teleseries en Chile fue la escena final del Iñigo (Urrutia) y yo cuando hacíamos la coreografía como pareja, ambos en el puti club, con 64 puntos.
En esta teleserie trabajaste muy de cerca con tu ex pareja, Andrés Velasco. ¿Cómo fue la experiencia?
Con Velasco nos odiamos un rato. Recién separados todo el mundo se odia un rato. Pero después se pasó, y hemos sido en general muy buenos compañeros. Tenemos un hijo en común y somos muy cómplices con eso. Y trabajar con él fue un agrado. De hecho, la Quena tuvo la delicadeza de preguntarme. Recuerdo que me dijo: “Sigrid, quisiera yo contratar al Andrés, ¿no te molestaría?”. Y yo le dije, “¡no, no pasa nada, todo lo contrario. Dale pega!” (Ríe) Y fue un gusto. Mira, una de las características de él es que es un tremendo compañero.
En “Purasangre”, interpretaste a Brenda Oyarzún, un personaje que era ahijada de Recaredo, un homosexual que estaba ligado a situaciones de humor. Sin embargo, en algún punto de la historia, él te aclara que es tu verdadero padre y que te lo había ocultado por vergüenza. ¿Te gustó este giro de la historia?
Creo que fue bonito, creo que fue una bonita solución. Porque, ¿dónde estaba aceptado en esa época el homosexual? En el mundo del humor. Toda esta cosa afeminada estaba aceptada en el humor. Hoy en día no, pero en esa época sí. Entonces, este personaje se escuda detrás del humor y en el momento en que ya lo queremos porque nos hizo reír mucho, le vemos el lado vulnerable y por supuesto que el efecto es que nos enternece profundamente su honestidad. Por lo tanto, fue muy bien tratada esa historia.
Luego de “Pecadores”, te vas a Canal 13 a realizar “Hippie” y “Tentación”. ¿Por qué decides irte del equipo de Quena Rencoret?
Tuve un desencuentro, una discusión bastante grave. Me tocaba ese año negociar, se me había acabado el contrato. En esa negociación pasé un mal rato importante, tan grave y tan importante que decidí irme. Y de hecho salí de esa oficina, crucé la calle y le dije a Verónica Saquel, que trabajaba en ese momento en Canal 13, págame lo mismo, me vengo ahora. Y firmé. Y me fui, firmé por un año, por la mitad de la plata porque me pagaron lo mismo pero por dos teleseries. La Quena, por supuesto me preguntó también qué había pasado. Y yo le respondí cualquier cosa. Pero, finalmente el 13 no quiso renovarme el contrato y la Quena esperó hasta el día que se me venciera el contrato para llamarme y pedirme que volviera. Ése fue mi año isla que estuve en el otro lado, que lo pasé como las hue…
¿Por qué lo pasaste mal?
Yo llegué en un mal momento. El 13 estaba en el techo, en la nube mil con “Machos”. Y “Hippie” era la teleserie siguiente después de “Machos”. Todos se creían la raja, entonces había una injusticia tremenda. Por ejemplo, tuvimos la campaña en Viña, y a las mujeres nos metieron en un solo saco, nos metieron a una misma pieza. En cambio, los machos tenían muchas cosas bonitas. Era muy diferente. Por otro lado, en “Tentanción” llegué a quitarle un lugar a una actriz muy reconocida también por “Machos”. Salieron dos mujeres importantes de ahí, que fue la Mane Swett y la Mariana Loyola. Entonces en un semestre iba la Mane y en el otro iba la Mariana. Pero al verme dentro del elenco, Herval Abreu decide ponerme de protagonista. Me imagino que ese lugar estaba pensado para la Mariana y a ella no le gustó ni mierda. Y me lo dijo así también. Y en general no fui bien recibida, yo era de la competencia y no tenía nada que irme a meter allá, que ellos estaban todos disfrutando de los frutos del éxito de “Machos” y yo era una intrusa que no tenía nada que ver. No me trataron bien, no lo pasé bien y fui muy feliz al irme de ahí.
Más allá de tu experiencia, ¿cómo encontraste el guion de “Tentación”?
Era bueno el guión. Tenía el romanticismo que uno esperaba, pero era perversa. Tenía cosas subterráneas que la hacían moderna, rápida, inesperada, como guión era muy buena teleserie. Y me gustó trabajar con Tito Noguera. ¡Qué hueón más adorable! Tito me pedía perdón cada vez que le tocaba darme un beso. Él me decía: “Perdone mijita” (ríe). Pobrecito, sufría mucho.
Luego de tu paso por Canal 13, regresas a TVN el 2005 en donde participas en “Los Treinta” y “Versus”…
En “Los Treinta” yo me gané un Altazor. Y eso fue importante porque a mí siempre me dio plancha presentarme como actriz. Porque sentía que ese título no me lo daba un cartón, me lo daban los pares. Si el gremio te acepta, puedes decir que eres actriz. Por lo tanto, hasta ese momento, yo decía que había estudiado teatro y hacía teleseries. Y cuando me gano este premio, que me lo da el gremio, me consideré actriz chilena. Teleserie siguiente («Versus») me dicen, eres la nana de la casa. Ok. Lo encontré raro igual. Como que uno está acostumbrado a que te premien cuando uno se gana un premio. Yo sentí que no, pero tampoco me importó. Y yo pensé, “¿cómo lo hacemos ver si este personaje tenía dos o tres escenas por capítulo?” Y, además, entraba a dejar un vaso de agua. Era sólo eso. Cuando me dijeron que se hacía en Viña, se me ocurrió hacerla andar en patines. Y así se hizo visible.
Pero vuelves a los protagónicos con “Alguien te mira”, donde interpretaste a Piedad Estévez…
“Alguien te mira” no la disfruté mucho porque yo no estaba muy bien. De hecho, tuve un choque entre medio, por lo tanto, no lo pasé tan bien como otras teleseries. Recuerdo que eran oculistas. El médico oculista yo lo encontraba tan fome. ¡De tantos médicos que hay, que pueden pasar tantas cosas, trabajar en urgencias, no sé! Pero no, lentes, recomiendas lentes. Era una excusa para tener un delantal blanco. Pero, finalmente, eso daba lo mismo porque la historia se iba para otro lado. Pero como Piedad, sentí que no tenía mucho aporte, más bien yo era un conflicto por existir, no por lo que yo hacía, o por lo que yo dijera, no disfruté mucho. El éxito sí era disfrutable, porque fue una teleserie que le fue muy bien.
En “El señor de la Querencia”, por primera vez en teleseries tuviste hijos bastante mayores. ¿Te hizo ruido esta situación?
Por supuesto que me hizo ruido, lo encontré horrible. ¿Cuántos años menos tendrá Matías Oviedo? No sé, pero ni cagando para tenerlo de hijo. Lo encontré fuerte, pero también, una de las maneras para aceptarlo, fue que tenía que envejecerme. Por eso esta señora era tan grandota. Era como una gallina, bien pechugona, bien gruesa. Y, por otro lado, no era tan raro el número en realidad. Porque en esa época apenas les llegaba la regla a las mujeres, había que casarlas. Estamos hablando de una niña de 12 años pariendo a los 13. Entonces, no quedaba tan fuera del mundo. Las mujeres eran madres muy pequeñas. Pero sí fue impactante, debo confesarlo.
En el 2009 fuiste Francisca Correa en “¿Dónde está Elisa?”, teleserie que actualmente está repitiendo TVN…
Fue el personaje con el que más aprendí, con el que más me involucré. Es uno de los personajes que más quiero. Estas emociones tan extremas que vivió el personaje fueron bastante terapéuticas para mí. Porque nosotros, como sociedad, no tenemos permiso para deshacernos en llanto en el suelo. No podemos perder la compostura. Entonces, acá tuve la oportunidad de hacerlo, de vivirlo. Por otro lado, es una de las teleseries más exitosas porque tiene un temor en común, un miedo en común, que es perder un ser querido. Y actuar con Francisco Melo fue muy intenso. Él entra y sale muy rápido de su personaje. Y yo sólo sabía entrar, no sabía salir. Él terminaba una escena espantosa, decían “corte” y él se iba a echar la talla con los técnicos, tomaba agua y seguía su vida. Y yo quedaba tremendamente afectada hasta que me dormía, quedaba teñida. Recuerdo que todas las escenas tenían la indicación que debía llorar y todo era pena, impotencia, rabia, odio. Y de repente, un día me estaba duchando, me lavé el pelo y me quedé con el pelo en la mano. Y descubrí que mi cerebro no sabía que estaba viviendo un guión. Mi cuerpo se empezó a enfermar y empecé a quedar pelada. Y ahí dije, “cabra tienes que aprender a diferenciar”. Así que ahí empecé a calmar un poco las pasiones.
¿Te gustó el final de esta teleserie?
Los personajes terminaron parados más o menos igual que en el comienzo de la teleserie. Por lo tanto, si el personaje se da una vuelta en el aire y queda parado donde mismo, ¿para qué contamos esta historia? El arco del personaje tiene que empezar en un punto “A” y terminar en un punto “B”, que, ojalá sea el contrario. Yo sentí que eso no sucedió. La última escena fue Francisca con su marido, en su casa, tomando desayuno, con sus sobrinos, en el patio, juguito de naranja. Me dijeron que debía tener un final que te permita respirar. Pero yo, Sigrid, quería que tuviera grandes consecuencias de haber vivido algo así. Es grave. El mensaje final, como madre que soy, era no normalices esto. ¿Qué hubiese hecho? Un movimiento, una fundación, contener a otras madres. Verla más involucrada y verla más comprometida con lo que le pasó en vez de vivir en este mundo cuico de donde ella era. Que hubiese salido de esa casa y se hubiera ido a la calle para hacerse útil. Eso me hubiese gustado más.
En “El laberinto de Alicia” fuiste la protagonista y tuviste que grabar embarazada gran parte de la historia. ¿Cómo recuerdas este trabajo?
Los planos eran súper cerrados y justo me quedaba parada donde había una planta o un arbusto, para que no se me viera de la cintura para abajo. Tenía una cartera gigante que también me tapaba todo mi ser. Usaba ponchos y siempre de negro. ¡Pobre cabro chico mío y con una teleserie que hablaba de la pedofilia! Mi segundo hijo tenía ocho meses cuando quedé embarazada de nuevo. Mi cuerpo no se alcanzó a recuperar. Tenía un mes y medio de embarazo y parecía que tuviera cinco. Me convertí en un hipopótamo en cosa de semanas. Era tragicómico. Para mí fue muy raro actuar embarazada, a tal punto que terminé con un hijo prematuro de seis meses. Yo grabé la mitad de la teleserie con contracciones. Llegó un momento, cuando faltaban quince capítulos, en que le dije a la productora que grabáramos sólo las escenas más importantes para que podamos llegar al final. Y si el embarazo me lo permite, luego grabamos las otras. Y así lo hicimos, pero no alcancé a grabar las otras. Grabamos justito.
Dada esta situación, ¿en algún minuto se pensó en la posibilidad de sacar a tu personaje?
No, el guión estaba escrito. Recuerdo que había una silla de ruedas para que yo estuviera siempre sentada. Yo ya estaba tomando gotitas y supositorios y mil cosas para calmar las contracciones. Y terminé de grabar, me fui a la clínica y a los dos días nació mi hijo.
¿Qué te pareció esta teleserie escrita por Nona Fernández?
Encontré buena la idea, bueno el conflicto. Pero quizás soy demasiado oscura, pero yo le habría puesto más horror. Creo que fue un poco tímida. Ya que estamos hablando de un tema así, hagámoslo con todo. Pero Nona sintió que no era necesario llegar más lejos, que se entendía igual.
En el 2014 nuevamente te fuiste a Canal 13 para ser la protagonista de “Mamá mechona”. ¿Hubo algún miedo de volver a pasarlo mal como la vez anterior?
No, porque Canal 13 no venía de ningún éxito tipo “Machos”. El equipo prácticamente entero era de TVN, porque en TVN decidieron de un momento a otro que el área dramática estaba sobre valorada, por lo tanto, bajaron considerablemente los precios. Entonces, quedamos todos súper levantables y por eso todos nos fuimos. Entonces me encontré con un equipo muy conocido. Pero sí tuve un vértigo de perder a la Quena de respaldo, porque siempre fue mi guía. Era raro, la verdad.
¿Te gustó “Mamá mechona”?
No del todo, siendo bien honesta. Creo que caímos muy rápido en una teleserie adivinable. Empezó bien, pero después de un ratito nos dimos vuelta en la misma sopa del amor imposible, del soñar con un pasado, no valorar el presente. Pero empezó bien, con esto de que me dediqué al sueño ideal de todo el mundo y de nuestra sociedad, pero que quería ser alguien, quería estudiar. Pero todas esas inquietudes se le desaparecieron cuando aparece un amor. Y vuelve a caer en el amor. Tuvo buen empuje, pero mi personaje se perdió. ¡Se perdió de nuevo!
¿Alguna vez te llamó Vicente Sabatini para ser parte de su elenco?
No.
¿Te hubiese gustado ser parte de sus teleseries?
Sí, pero no fue una inquietud.
¿Es verdad que TVN quiso hacer una teleserie basada en la vida de “La Quintrala” y que tú serias su protagonista?
Sí, fue algo más que una idea. Pero CHV se adelantó.
¿Te gustaría ser una villana en teleseries?
Me encantaría. Ese sí sería un personaje que me gustaría. Una mala, perversamente mala, inteligentemente mala, no la Cruela de Vil que nació mala porque sí, sino que su maldad sea una consecuencia de una historia “x”.
El mejor pueblo… ¿Aquelarre o El Edén de “Pecadores”?
¡Aquelarre!
¿Tu mejor look?
Entre “Pecadores” y “Yo soy Lorenzo”.
¿Mejor y peor personaje en teleseries?
Mi mejor personaje la Shakira. La pongo en ese lugar porque la sentí muy orgánica y cumplía con varios colores. Y el peor personaje, sólo porque ni me acuerdo cómo se llama la teleserie… Yo creo que era malo porque no quedó ni en mis registros. ¿Cómo se llamaba? La que venía después de “Mamá Mechona”…
«20añero a los 40″…
¡Ésa! Ese personaje parece que no me hizo vibrar en lo absoluto.