Desde “La Madrastra” (1981) hasta su participación especial en “Isla Paraíso” (2019), el actor ha sido parte de los principales elencos de las producciones locales, tanto en Canal 13, como en TVN y Mega. En el podcast Impacto en el Rostro, conducido por el periodista Jorge Peña, el intérprete recordó sus roles más destacados en teleseries, entregando además una visión crítica al género y a la televisión: “no se le tiene ningún respeto al medio, se toma a la chacota”.
¿Cómo recuerdas a la televisión cuando interpretaste a Donato Fernandez en “La Madrastra”?
Varios colegas tenían prejuicio con la televisión. Algunos decían que trabajar ahí era como el PEM (Plan de empleo mínimo), algo miserable. Pero no era tan cierto eso, porque después terminaron peleándose por estar ahí, los mismos colegas que alegaban en contra. Algunos de ellos ya no están entre nosotros, y no los voy a nombrar, los muertos son todos buenos. Hubo colegas que alegaron mucho, muchísimo. Yo y otros que nacimos en el teatro empezamos a hacer televisión. No se daban cuenta que la televisión es un elemento fantástico, una cosa de televisión la ven 3 ó 6 millones de personas. En términos de trabajo tuyo la proyección es inmensa. Nosotros habíamos hecho harta televisión antes de “La Madrastra”, porque antes del golpe de estado, los canales hacían un montón de teleteatro, hacían series, obras enteras de teatro. Nosotros ya teníamos bastante práctica en materia televisiva, teníamos bastante oficio. Habíamos hecho, por otro lado, bastante cine, con Raúl Ruiz. Teníamos práctica en trabajar con la cámara. Es un medio de extensión enorme. El problema es que, en este momento, no se le tiene ningún respeto al medio, se toma a la chacota. Es un medio cultual importantísimo para la sociedad. Hay países que les interesa tener una televisión de categoría, para que el pueblo tenga un punto de vista importante, de ética, de gusto. De refinamiento. Esas cosas son muy importantes para que se sensibilice un país. Y eso está botado. Uno va a los canales ahora y son unos elefantes blancos, vacíos. No hay nadie dentro de los canales. Uno dice, ¿pero, cómo? ¿Con qué derecho? Esta gente que tiene el canal del estado, ¿con que derecho los dejan sin ningún uso?
Fuiste parte de los elencos dirigidos por Óscar Rodríguez…
¡Yo no entiendo por qué Óscar Rodríguez no está dirigiendo! Es incomprensible, hay otros que están dirigiendo que no tienen idea. Este país es tan raro que uno vive enojado. Es mejor no pensar. No me hagas preguntas que me hagan pensar, porque me empiezo a irritar (ríe). El tipo es de una bondad básica, de alma, de corazón. Yo creo que por eso no lo llaman. Capaz que los contagie.
¿Cómo impactó Donato Fernández en tu vida?
Fue muy entretenido eso. Además, antes de “La Madrastra” estábamos vetados, marginados de la vida social de Chile por razones políticas. Partimos con “La Madrastra” y fuimos un éxito. Te preguntaban todo el día, por todos lados «¿quién mató a Patricia?» Era un poco hinchante esa preguntita. Una vez irritado me preguntaron «¿Quién mató a Patricia?» Y yo estaba tan molesto, que le respondí a la señora «¡el pico!». Y se quedó callada. Yo ya había terminado de grabar la teleserie, pero seguían emitiéndola. Hice un viaje con mi mujer a Egipto. Estaba por entrar a una pirámide y una señora me dice «¡Donato! ¡Donato!». ¡Y yo estaba arrancando! ¡Más lejos no se podía estar! Y me encontré con alguien que me hablaba de “La Madrastra” y de “la Patricia”, pero s siempre es reconfortante tener éxito. El éxito siempre es bueno. Y el éxito de “La Madrastra” fue tan grande, que Canal 7, que también tenía vetados a muchos actores, casi a todos, porque todos éramos medios rojillos, tuvo que empezar a hacer teleseries y a llamar a todos esos actores que los detestaban por razones políticas. ¡Mira, qué estupidez! Esa teleserie tuvo una doble importancia, una del éxito y la otra que abrió a la televisión una serie de personas que estaban vetadas.
En “Villa Napoli” le diste vida a Humberto Álvarez, hijo del rol de Ana González. ¿Cómo encontraste el trabajo del guionista, Sergio Vodanovic?
Sergio tuvo la audacia, ya que ningún otro se atrevía, de los escritores “serios” a entrar a la televisión. La miraban en menos. Yo había conversado con algunos escritores para decirles que escribieran guiones, para que le den categoría, como lo hicieron los brasileros. Pero los escritores chilenos no sé porque les gusta que no los lean o no los conozcan, vivir en un anonimato extraño, al cual no puede acceder mucha gente, solo ellos. Ninguno se entusiasmó. Sin embargo, cuando Sergio hizo “Secreto de familia”, ahí se entusiasmó Egon Wolff. “Secreto de familia” era buena, porque tenía la calidad del dramaturgo, que sabe llevar adelante los personajes desde el punto de vista psicológico, los diálogos y situaciones desde un punto de vista más interno, con menos peripecia, pero con más contenido espiritual, intelectual. Entonces fue muy agradable de trabajar con textos de Sergio. Y otra cosa muy buena es que cuando un texto es bueno se aprende muy rápido, y cuando un texto es malo, uno no se lo aprende ni a palos. Es un misterio, pero es así. Vodanovic sabía elaborar bien cada escena y cada escena tenía su pequeño truco, su gracia en sí. Y además aportaba a la historia en general. “Villa Napoli” tuvo mucho éxito y era muy graciosa, además. Tenía un misterio. pero no recuerdo. El rol de Ana González lo sabía. Siempre Ana sabía los secretos (ríe). ¡Qué gran actriz! Yo creo que nos están haciendo falta este tipo de actrices. Era la gran dama de la actuación. Ella entraba a escena y era como si entrara… un tractor. Arrastraba detrás de si toda la escena, toda la tensión.
¿Qué recuerdas de tu dupla junto a Carolina Arregui?
Ella es una intérprete extraordinariamente talentosa. Sin escuela, sin nada. Y, además, era muy bonita. Así era el cuento, este viejo, Humberto, se entusiasmaba con ella. Yo no era tan viejo, porque eso fue hace bastantes años, atrás, era maduro. Había una diferencia de edad bastante apreciable, pero era posible.
El triángulo amoroso lo completaba Sonia Viveros…
La Sonia tenía la gracia inmensa de caerle bien a la cámara. Tú no te dabas cuenta, pero el resultado quedaba en la cámara, era notable. Manejaba tan bien eso, la expresión que le gusta a la cámara. Era extraordinaria. También discípula de Óscar Rodríguez. De repente a ella le bajó por quedarse en La Serena, antes de morir. Parece que se enamoró. Nosotros fuimos a grabar ahí una teleserie («Borrón y cuenta nueva») sumamente disparatada, que no tenía patas ni cabeza.
Luego de más de diez años en Canal 13, te fuiste a TVN con “Juegos de Fuego”. De ahí en adelante, fuiste parte del elenco estable de Quena Rencoret…
Encontré que era una persona muy agradable, muy talentosa. Ella dirigía muy bien televisión. Y lo abandonó, desgraciadamente, porque se dedicó a la máxima dirección del departamento. Con un gran éxito en el 7 y en el 9. Una persona con gran capacidad de trabajo, con un gran sentido de lo que le puede gustar a la gente, con una gran sensibilidad. Astuta, con carácter, una líder. Y simpática. Fue muy agradable en ese sentido. Algo me paso con “Juegos de Fuego” porque ni siquiera me acuerdo de qué se trataba.
En “Aquelarre” interpretaste al Padre Pelayo, un cura bastante gruñón…
Esa teleserie era buenísima y divertida. Era sensual y tenia esa gracia de esas mujeres que no podían tener relaciones. Y en realidad tenían relaciones a cada rato con el Torito Mardones. Yo era un cura y cantaba. “alabado…”. Era mañoso. Bueno, los curas son mañosos. Eso ya se descubrió. Y tenía una ayudante, que estaba ahí al lado, que era la Anita Klesky. Y ella sabía todo lo que ocurría en el pueblo. La teleserie tenía mucha gracia. Esa teleserie no sé quién la escribió…
Fernando Aragón, junto a Arnaldo Madrid, Nona Fernandez y Hugo Morales…
La Nona después escribió con su marido, Marcelo Leonart “Secretos en el jardín”. De las mejores teleseries que yo he hecho en mi vida. Buenísima, interesante, entretenida, con personajes muy buenos, con situaciones de gran tensión dramática, con humor. Con relaciones familiares curiosas, medias malditas. O sea, una teleserie con todas las de la ley. Muy buena. Llena de contenido. Al Canal 13 le dio miedo esa serie. La hizo y cuando vio de qué se trataba, le dio tanto miedo que la programó de la forma más arbitraria posible. Era un caos, nadie podía seguirla. Nadie se acuerda de esa teleserie y era extraordinaria. Así se pierden las cosas.
¿Lo mejor del Padre Pelayo?
Lo que más me gustaba del padre Pelayo era que era un cura con sotana. Y, por lo tanto, me permitía en invierno trabajar con abrigo puesto y en verano en pelota, debajo de la sotana. ¿Qué mejor? Y no cambiarme de ropa nunca. Ésos son los dramas del actor, tener que cambiarse de ropa. En cambio, ahí era sotana, y listo. Y bien abrigado en invierno, y en pelota en verano. Eso era lo que mas me gustaba.
¿Qué te pareció el pueblo ficticio que creó TVN?
Fantástico. Además, se repitió ese pueblo con algunas variaciones en otra («Pecadores») en donde aparecía el demonio. Yo me divertí en esa novela. La primera vez que llegamos a “Aquelarre”, se veía perfecto. Era fantástico, lleno de vida y de detalles que lo hacían vivo. Era notable. Uno se sentía en una cosa media hollywoodense.
Otros de tus personajes recordados en TVN fue el padre adoptivo de Rodolfo Ruttenmeyer, Camilo en “Amores de Mercado”…
Esa teleserie fue fantástica, fue buenísima, Consiguió muy bien enlazar la ficción con la realidad. Toda esa vida que tenía en el mercado más los tipos del mercado, que no se como lo hicieron. Fue una mezcolanza muy bien conseguida. Y eso le daba una vitalidad enorme a la teleserie. Esa lo hizo la Quena. Ella sabia hacer muy bien ese trabajo. Dirigía muy bien, con mano muy segura. A mí lo que no me gustó fue que, al terminar de grabar, me fui de viaje, no se a dónde, y cuando volví me recibieron con cara de perro en el aeropuerto, “pucha, lo que hicieron”. “bien bonita la que hicieron”. ¿Qué había pasado? Habían matado al Pelluco, que era el amor de la gente. Yo no entiendo por qué hacen esas cosas. ¿Cómo quitarle la alegría a la gente? Esa mancha va a quedar en el corazón del público”.
Fue la primera teleserie de Luciano Cruz Coke en TVN…
Luciano es muy agradable como persona. Ahora se convirtió en un momio terrible. Pero no lo era, era de intereses amplios, con una mentalidad muy liberal. Muy simpático tipo. Las vueltas que da la vida. Ahora debe de ser igual de simpático. ¡El problema es que está tan momio! Yo no lo he visto hace mucho tiempo, pero estoy seguro que está igual de agradable. Y además talentoso, era un buen actor. Camilo era muy divertido. Yo era el padre adoptivo de Álvaro Rudolphy, el pituco. De repente llegó a mi casa el otro personaje, el pop. Y hablándome completamente distinto, con otra terminología, con otra entonación, con otra melodía. Y yo no me di ni cuenta del cambio. Fue fantástico eso (se ríe). Me daba risa, me entretenía. Él hablaba de otras cosas, de otra forma. Y yo le decía “sí, tienes razón”. Igual como si hubiese sido el otro personaje. Ahí se demuestra que todo esto es un juego. Los alumnos de teatro que alguna vez quieran escuchar las tonteras que yo estoy diciendo, deben recordar que esto no es una misa ni es un trabajo para caer de rodillas al suelo. No señores, es un juego. Así que jueguen a ser pesados, jueguen a ser borrachos, jueguen a ser lo que sea. Pero no se lo tomen en serio esto. ¡Ya, dimos una lección a las personas que van en primer año de teatro!. Son personajes episódicos, finalmente. Que sirven para llenar un espacio, para llenar el cuento, pero no son personajes que tengan mayor interés. Ese tipo de personaje es uno de relleno, en el fondo para armar el cuento, le sirve de unión al guionista. Pero lo pasé muy bien, entre otras cosas, porque tenía muy poca responsabilidad. El que se llevaba todo el peso era Álvaro.
¿Eres muy crítico cuando te ves?
No, no soy nada de crítico. Ningún actor es crítico de sí mismo. Al revés. Todos se miran embobados en el monitor. Y se ríen… ja ja… cada tontera que hacen. No, no puede ser eso. La crítica debe venir de afuera, de otra persona. Además, que sepa de qué se está hablando. Aunque el actor está sometido a la crítica del público. Y, hasta el momento, la gente me tiene cariño. Por lo menos, no me escupen en la calle. No creo que a ningún actor lo escupan en la calle, el pueblo chileno es muy amable, muy cariñoso.
Tus últimas participaciones con personaje estable en teleseries fueron en “Pobre Gallo” y “Tranquilo Papá”, ambas de Mega. ¿Qué opinas de las nuevas teleseries?
Tengo la sensación, me puedo equivocar, de que los guiones empezaron a perder carne. Y sangre. Se fueron convirtiendo en cosas pasajeras, frívolas. Amores que se hacen y se deshacen. Gente que engaña a la pareja, cosas sin importancia, en el fondo. Porque puede ser importante para una persona que lo engañen o que lo dejen, pero para eso el espectador debe estar muy compenetrado y convertirse en una cosa muy empática con el personaje que sufre esta desgracia. Pero en los guiones actuales no hay tiempo para eso, porque todo pasa a una velocidad extraordinaria. No alcanzas a empatizar con el tipo, con el problema. Para sufrir con la muerte de Romeo o de Julieta, tienes que estar enamorado de los dos. Para lo cual, Shakespeare da hartos argumentos, para que tú te enamores de ellos, y sufras con la muerte injusta de ambos. Y, por eso, los protagonistas son cada vez mas jóvenes. Entonces se pelean, sufren un día o dos hasta que llega otra persona. Pero eso tiene poca profundidad, no tienen pasado, por lo tanto, el futuro es total.
¿Eres bueno haciendo impacto en el rostro? Algo tan propio de las teleseries…
Me gusta. Lo encuentro bueno. Se han burlado mucho de eso, porque es divertido. Pero es bueno. Siempre se ha usado y se usa en el cine también. Es un recurso respetable como cualquier recurso de narración. Te deja en suspenso.