Si pensabas que Rojo Fama Contrafama estaba acabado y que no habían posibilidades de reinventarse, tenías toda la razón. El programa conducido por Rafael Araneda prometió volver esta temporada con un arsenal de cambios increíbles y novedades nunca antes vistas, que permitió al equipo, incluso, tomarse vacaciones durante el mes de febrero. Sin embargo, como normalmente se acostumbra ver en la política, las promesas no fueron cumplidas.
Un escenario más bien frío, que pretende convertir al espacio en un estelar más que en un programa familiar de la tarde, intentando claramente copiar el esquema de Latin American Idol, donde las presentaciones son menos íntimas y donde el jurado se ubica frente a los concursantes. Si bien es cierto se nota un cambio importante, no es lo que el público fiel al programa esperaba, lo que resulta decepcionante y lamentable. Parece que al equipo de Domínguez se le olvidó que el gran plus de su programa era la calidez y la cercanía con la gente y, en este nuevo estudio, el televidente definitivamente no se siente en su casa.
El día de su retorno, contrario a todos los pronósticos y para decepción de los seguidores fieles del programa, el Clan Rojo no fue presentado en ningún momento. De hecho, dos semanas después de haber comenzado la temporada, aún no se tiene la certeza de quiénes forman parte de éste, pues generalmente lo conformaban los ganadores del Gran Rojo del año anterior, y entre los bailarines podemos ver muy campante a Iván Cabrera, quien en su currículum tiene la gracia de ser el nuevo amor de Maura Rivera, mientras que Claudio Puebla y Leticia Zamorano pasan al olvido como si su talento no fuera meritorio para obtener el contrato anual. Con estos bailarines estables, hasta el farandulero Nelson Pacheco y su constante sonrisa a cámara se extrañan. También son notorias las ausencias de María Jimena Pereyra y María José Quintanilla, sumándose la partida de Daniela Castillo, quedando como estables algunos cantantes que durante las primeras semanas se han destacado más por sus habilidades de “Corazones Service” que por su voz. ¡Y ojo, estimado Rafa! Mario Guerrero y su look emo no fue la gran estrella chilena que tuvo el Festival de Viña del Mar.
El jurado también fue renovado. Al maestro Edgardo Hartley, experto en danza, se une un macabro Freddy Stock, quien pretende destacarse por sus críticas irónicas y punzantes, convirtiéndose en el nuevo jurado perverso, pero que finalmente no aportan al crecimiento de los nuevos participantes. De hecho, el llamado “Público Rojo” hizo notar con sus pifias desde sus emisiones veraniegas el descontento hacia Stock, lo que se ha mantenido estos días. Y es que al parecer, el puesto de Jaime Coloma no era fácil de llenar, pues con sus labios de rubí no sólo era el mejor crítico del espacio, sino también el objeto de deseo de varias amas de casa a quienes encantaba con su forma de ser y de jurar. Junto a ellos está Matilda Svenson, que si bien es cierto sabe de música y de radio, su fuerte no es precisamente el canto, extrañándose los sabios consejos de una Jeannette Pualuan o una Constanza Achurra, que al menos tuvo la suerte de convertirse en la profesora de los nuevos talentos.
En cuanto a la competencia, los bailes en pareja no han despertado la emoción que sí lo hacía el formato individual. Si queremos evaluar fiato entre dos bailarines para eso está “El Baile”, no un programa que nos acostumbró a descubrir y valorar el arte de la danza, con propuestas y sendos montajes personales. Se extrañará una final donde figuras como Christian Ocaranza, María Isabel Sobarzo, Paulina López o Rodrigo Díaz, nos sorprendieran con sus notables puestas en escena y sus llamativas coreografías individuales. En la competencia de canto, tal vez nos puedan sorprender encontrando un grupo de gusto masivo, pero por lo visto durante los primeros capítulos, difícilmente aparecerá un nuevo Kudai y sólo nos tendremos que conformar con una mala copia de Ariztía o Los Nocheros. Además, el hecho de que esta modalidad sea en grupos, algunos manejados por la producción del programa, logran que desaparezcan las peculiaridades de los cantantes individuales, que son con las que el público tiende a identificarse y a apoyar. Y si bien es cierto podemos ver a un par de gemelos muy simpáticos haciendo de las suyas en el canto, parece bastante difícil que algún día nos hagan poner los pelos de punta como sucedía con los cantantes solistas.
Como propuesta al equipo, deberían cambiar la frase: “Rojo 2007, lo mejor está por venir” por “Rojo Fama Contrafama, todo tiempo pasado fue mejor”. Incluso repitiendo las primeras temporadas y aprendiendo de ellas, tal vez, podrían hacer un mea culpa y retomar el buen camino del que cada vez se alejan más… ¡Felicidades por los 1000 programas!, pero al paso que van, no lograrán llegar a los 1200…