El actor realizó un recorrido junto al podcast “Impacto en el Rostro” en Spotify por sus principales roles en televisión.
Hiciste tu debut en teleseries con “Romané”, donde interpretaste a Sebastián Domínguez…
Era un personaje tan bueno, como de alma pura. Era provinciano con su alma muy poco contaminada, entonces eso a él le permitía empatizar de la manera que lo hacía y no tenía prejuicios de acercarse a los gitanos, de enamorarse de una de ellas y de compartir con los trabajadores de su papá. Incluso, hacer estos viajes de altamar en esta pesca de arrastre, que no le habría ido muy bien hoy en día. Ese era el famoso Sebastián, que hasta el día de hoy me llaman así.
Trabajaste muy cerca de Marés González, tu abuela en la historia. ¿Qué recuerdos tienes de haber trabajado con ella?
Entre noviembre y diciembre del ‘99 yo estaba egresando de la escuela y con funciones de egreso y además estaba haciendo mi primera obra profesional en la que actuaba con la Marés González. También estaba la Claudia Di Girolamo, Sergio Hernández, Roxana Campos y la Claudia Cabezas. Todos los que estábamos en ese elenco también estábamos grabando “Romané”. De hecho, los fines de semana nos mandaban en avión a hacer las funciones, estábamos hasta el domingo en la noche y de ahí nos íbamos a Mejillones a seguir grabando la teleserie. Ahí conocí a la Marés, con la que sostuve una gran relación a lo largo de los años mientras siguió trabajando en el área dramática de TVN. Nos seguimos viendo en ese tiempo. Además, después de las grabaciones de mi obra de egreso nos íbamos a su casa a comer. A ella le gustaba tomar vodka solo y comer lentejas (ríe). Nada, toda esa época fue una suerte. Haber compartido con ella fue un gran privilegio, sobre todo haberla conocido en el teatro. Después seguíamos grabando mucho, porque era mi abuela en la teleserie.
La gente se sentía orgullosa que grabaran en sus pueblos…
Las teleseries de Sabatini lograban visibilizar, no solo las ciudades o los pueblos más chicos, sino que los ponían en el mapa y lograban descentralizar, eso era notable. Las teleseries, en el fondo, eran también una invitación para viajar con nosotros. Era otra forma de hacer televisión y los actores ocupábamos otro lugar en la sociedad. Las teleseries eran tremendamente importantes para la vida cotidiana de las personas a una hora determinada, cuando el cable era incipiente y no existía Netflix. Entonces eran historias que acompañaban a la gente durante meses. Cuando grabábamos allá (Mejillones) era super complejo, porque la gente se volvía loca durante las grabaciones, además la gente estaba muy orgullosa de que se grabara esa teleserie tan exitosa en su casa, en su pueblo. La relación era muy rica con la gente. Ahora ni te inflan (ríe). Si bien se sigue vendo teleseries, no es de la misma forma que se hacía antes, la gente se reunía… Se grababa distinto, había que usar vallas papales, llegábamos en buses… éramos como los Beatles del área dramática (ríe). En fin, esa fue mi primera teleserie y yo la recuerdo con mucho cariño.
En “Pampa Ilusión”, Maximiliano Fuenzalida fue un joven químico que llegaba a la salitrera a trabajar en un laboratorio. Ahí conocía a Carmencita, con quien tuvo una historia de amor a lo Romeo y Julieta.
Yo llegué como ayudante del químico jefe, que era Eduardo Barril y, con los análisis, descubría que el mineral era de baja ley. El jefe me decía que no dijera nada y que no se me ocurriera ponerme creativo (Ríe). Tenía una historia súper conflictiva con él. Encima de eso, me enamoró de su hija. También recuerdo a “Pampa Ilusión” como una mega producción. Eran desafíos muy interesantes, se trabajaba como perro, era muy exigente, pero muy satisfactorio de grabar en esas locaciones. En esos momentos los canales concentraban todos sus recursos en las teleseries. Entonces era muy emocionante grabar eso con muchísimos extras, había entre 50 y 80 extras. No como ahora que hay como 4 y les cambian de ropa para turnarlos (ríe).
¿Te hubiese gustado tener un personaje más revolucionario?
A esa edad como que uno le hace el quite o tiene resistencia de caer en el personaje romántico. No solo pasaba conmigo, sino que en general pasa con los actores jóvenes. Uno no quiere ser el jovencito y el galán de la teleserie. Después con el tiempo uno se da cuenta que son tonteras. Probablemente no sea lo más interesante en términos dramatúrgicos, pero sí era un gran desafío hacerlo. Me habría gustado, pero afortunadamente me empezó a pasar después. Los primeros años siempre estaba detrás de una niña enamorado. Lo fome que tienen los galanes es que son difíciles de sacarles trote. Es poco probable caracterizar, que es lo que a uno le gusta cuando es más joven. Pero tienen la profundidad y la humanidad que uno no logra darse cuenta en esos momentos. Amar como si fuera de verdad y decirlo con profundidad no es llegar y hacerlo. Son desafíos que uno no ve en ese momento. Uno siempre quiere hacer al revolucionario, al político, algún rol apasionado. Pero después tuve la suerte de hacer otras cosas. En “Puertas Adentro”, yo hice al Jonathan, que también estaba enamorado de una niña, que era la Paz Bascuñán. Pero era un personaje muy particular. No era el clásico enamorado, era un tipo con mucho carácter, era medio pesado. Entonces ese tipo de cosas rompían con este molde del galán que abre la puerta del auto a la niña.
En el 2002 interpretaste a Matías en el “Circo de las Montini”…
¡Lo pasé pésimo! (ríe)
¿Por el entrenamiento físico?
No, eso fue entretenido. Todos los entrenamientos que tuvimos fueron muy intensos. Yo tuve un accidente en donde me corté usando el trapecio. Bueno, lo pasé mal por las trenzas. Tenía que ponérmelas todos los días y siempre me las estaba retocando. Era un lío dormir con ella o lavarse el pelo, era terrible. Eran ocho meses así y fue tremendo, lo pase muy mal. Pero lo demás, fue muy entretenido. Era muy entretenido porque viajábamos una semana al mes a San Antonio donde estaba el circo.
¿Habían buenos carretes en San Antonio?
Todos estos carretes venían en baja, pero se armaban juntas muy entretenidas. Ahí no tuvimos la oportunidad de vivir el carrete de puerto porque estábamos en un condominio un poco alejados del centro de San Antonio. Además, se hacía poco porque las citaciones eran muy temprano, así que si se te ocurría carretear la pagabas muy caro. Más de alguna vez la hice, pero aún lo estoy resintiendo (ríe). Había compañeros más pasteles, pero yo siempre llegué al otro día. También Vicente era muy riguroso. Si alguien se atrasaba un minuto él te lo hacía saber y si te atrasabas 5 minutos, el bus ya partía hacia la locación y el actor se las tenía que arreglar solo para llegar. Ahí él marcaba la pauta. Había que llegar a la hora y con el texto aprendido. Era muy riguroso, pero era necesario tener esa disciplina porque eran grupos muy grandes y era fácil descarriarse.
Jonathan en “Puertas Adentro” era muy duro con Javiera (Paz Bascuñán). ¿Crees que el personaje sería cuestionado en la actualidad?
Totalmente. Bueno, nunca fue violento, pero era grosero a ratos. Con toda esta terminología y esta jerga media coa que yo tenía y otras que yo inventaba también. Un poco como para dar con esta cosa desenfadada y furiosa de los que viven desplazados y en la injusticia. Aparte del rollo de este personaje, en donde su papá era totalmente involucrado en el sindicato de la toma y era férreo opositor a mi jefe, el que reclamaba los terrenos. En el fondo era para dar cuenta de eso también: la rabia de estos personajes que han sido marginados. Por eso definí la personalidad del Jonathan así. Por eso era grosero y se las comía finalmente porque andaba detrás de ella, pero al mismo tiempo no toleraba esta diferencia que había y que ella fuera tan ignorante de estas pellejerías que se pasaban en esa toma. Entonces tenía esta gran contradicción de amarla, pero al mismo tiempo ella no era consciente de los privilegios que tenía y de las pellejerías que pasábamos todos ahí. Por eso este personaje reaccionaba como lo hacía ante la más mínima provocación.
¿Era verosímil tu historia de amor en esta teleserie?
O sea, ciertamente era una teleserie de las 8 y la relación era bastante inverosímil. Hoy en día es bien difícil imaginar que una niña del barrio alto se enamore del tipo del camión de la basura. Hasta decirlo suena inverosímil. Pero las teleseries no necesariamente tienen que ser creíbles. Yo siento que es perfectamente legítimo llevar a los límites el realismo para hablar de otras cosas. Además, las teleseries tienen que ser súper elocuentes, clarísimas, con personajes arquetipos… No nos olvidemos que hay gente que está escuchando la teleserie mientras cocina, por ejemplo. A veces los actores nos quejamos porque repetimos mucho las cosas, pero es porque uno va recordando la información durante la historia porque son 8 meses de duración. Entonces uno va repitiendo la información para que la gente se vaya enterando de lo que ha ido pasando. Lo mismo pasa en los primeros capítulos en donde tienes que contar toda la historia en los diálogos y nadie en verdad habla dando toda la información.
¿Quedaste contento con Jonathan?
Esa fue la primera teleserie en la que me sentí como satisfecho con los resultados. Sentí que fue un personaje del cual me logré apropiar. Lo pasaba muy bien, lo manejaba con mucha soltura y me manejaba muy bien. Eso pasa con los personajes que vuelan libremente y uno lo pasa muy bien. En este rol tuve la posibilidad de construir un personaje que se alejaba bastante de la personalidad de uno, a diferencia de los roles que había tenido hasta ese entonces. Además, con la Paz me llevaba muy bien y era muy entretenido trabajar con ella.
En “Los Pincheira” fuiste Ignacio Sotomayor, la teleserie que se grabó en Yerbas Buenas…
Ahí se usó mucho el caballo, mucha pistola, mucho frio. Y recuerdo que tuve un accidente con la Paz. Su caballo levantó las patas y se enredó con mis riendas, los dos caballos se pararon de patas para zafarse de la rienda hasta que finalmente se corta la rienda y el caballo de la Paz se va para atrás y ella se golpea la cabeza muy fuerte. La ambulancia se la tuvo que llevar a la clínica y se quedó en el hotel descansando como cinco días porque había riesgo de que fuera un TEC cerrado. Yo también me caí varias veces del caballo, pero lo de la Paz fue como lo más severo. Bueno, esa era una teleserie de acción. Tenía muchas cosas que la hacían muy complejas de grabar. Imagínate andar a caballo, pararse en la posición indicada y después decir el texto era tremendo y si no lo hacías te retaban. Estábamos contra el tiempo, hacía mucho frío, todo partía muy temprano y amanecía todo escarchado. Tratar de agarrar una pistola y disparar con los dedos tiesos era tremendo. Uno terminaba realmente agotado. Pero el poco tiempo que nos quedaba, lo aprovechábamos y nos íbamos a unas termas que quedaban cerca. Como el trabajo era tan duro, se justificaba ir a relajarnos allá.
En el 2005 fuiste el huaso Diego Quiroga en “Los Capo”, la teleserie que no tuvo éxito en rating.
Yo creo que esa teleserie marca un punto de inflexión. Ese fue el primer gran fracaso del área dramática con Sabatini. Perdimos con un promedio de sintonía de 14 puntos, lo que ahora es perder como con un promedio de 4. Lo recuerdo como “el lunes negro”. Los estrenos de las teleseries eran siempre los lunes, por eso el estreno de esta teleserie fue un lunes negro. Para cada estreno se hacia un gran evento con banquetería, se armaban carpas y todo. En el fondo era una fiesta. Una fiesta que estábamos acostumbrados a ganar pero que por primera vez no ganábamos. Nos ganó la teleserie del Canal 13 y recuerdo que se tiñó todo de negro. A todos nos afectó en el ánimo, porque este era un equipo ganador, entonces había como una cierta soberbia en todo el equipo porque “éramos los que hacíamos las mejores teleseries”, “siempre ganábamos” y “nadie podía con nosotros”. Es estúpido esto de perder y ganar, pero evidentemente había una guerra y es súper natural que así haya sido. Uno luchaba para que te vea todo el mundo… Bueno, uno no estaba muy metido en el tema de las lucas o el rating, pero en el fondo, es como hacer una función de teatro y que vayan cinco pelagatos, sería una lata. Pero, volviendo al tema de la teleserie, perdimos y fue bien trágico. Además, mis colegas se tomaron tan en serio esto de aprender italiano que lo aprendieron muy bien. Entonces la teleserie no se entendía, de hecho, se tuvieron que grabar como 100 escenas de nuevo para bajarle el italiano. Se trabajó mucho en esta teleserie y siempre con la sensación de estar perdiendo. Por otro lado, trabajar en esta teleserie fue bastante satisfactorio para mí desde el punto de vista actoral. Interpreté a un huaso que fue inspirado en el capataz del campo en donde grabábamos. De hecho, me gané un APES por ese personaje, que fue mi primer premio en teleseries. Esa vez yo competía con Arnaldo Berríos, que era mi papá en la teleserie, y con Cristián Campos. Yo, de vanidoso y por vergüenza, no fui a la premiación porque pensé que no me lo iba a ganar. Pero me lo gané y lo agradecí mucho.
En el año 2006 en “Cómplices”, fuiste Javier, un homosexual que tenía una relación con el personaje de Néstor Cantillana. En el momento de la teleserie, se dijo que se grabó un beso entre ambos personajes, ¿fue así?
En esa teleserie yo lo pasé tremendamente bien. Siento que es la primera teleserie en donde se muestra el amor entre dos hombres sin ocultar nada. En “Puertas Adentro” estaba esta preciosa historia de dos hombres mayores que es bastante tierna. En “Cómplices” era más desafiante para la gente porque era más provocador por haber dos hombres jóvenes. En la última escena de ellos se reconciliaban con su mamá, que finalmente aceptaba la relación, y esta historia se cerraba con un gran beso. No era que no nos hayamos dado besos de pareja en la historia, pero era el primer beso que se mostraba. Finalmente se decidió no mostrarlo, probablemente pasó por un panel de expertos y decidieron hacerlo para no herir sensibilidades. Yo creo que fue un error, sin duda, porque era perfectamente posible. Habíamos construido una historia que lo hacía posible, pero bueno, las cosas pasan por algo. Pero fue una muy bonita historia porque fue como súper en serio. Con Néstor nos preocupamos de que se viera lo más real posible, de mostrar a dos personas enamoradas. Me han preguntado si es muy distinto con un hombre y yo respondo que no. Es lo mismo. Si te gusta o le hablas con amor a un hombre o una mujer no hay diferencia. El amor los convoca a todos de la misma manera, y era eso de lo que nosotros estábamos mas preocupados de mostrar. Me atrevería a decir que se transformó en la verdadera historia de amor de la teleserie. Así lo sentí yo por lo menos. Tuvo más importancia que las historias heterosexuales. Eso marcó a mucha gente. De hecho, llegaban muchas cartas al canal agradeciendo y diciendo que gracias a esta historia habían podido “salir del clóset” y hablar con sus padres o pares y liberarse de esta carga. Fue bien emocionante saber que las teleseries podían ser un aporte en esto, que lograban instalar temas de discusión y movilizar cosas importantes en la gente.