Como si no bastaran todas las muertes que hemos tenido en este año tan aciago, ahora le llegó de manera repentina a Grant Imahara, conocido para el público masivo como integrante del equipo de construcción de «Mythbusters» («Cazadores de Mitos»). Fue a los 49 años, producto de un aneurisma fulminante.
Aunque ya antes había muerto trágicamente Jesse Combs, no hay punto de comparación. Combs tuvo una participación puntual en Mythbusters como reemplazo de Kary Byron durante su embarazo, y destacó más en otros programas como «Overhaulin». Imahara, por el contrario, es parte de la historia y del corazón de «Mythbusters».
Imahara fue quizás el ingeniero electrónico más mediático del último tiempo. Crack en robótica y animatrónica, destacó en la construcción de robots para competencias, y fue parte del equipo de efectos especiales de la saga de «Star Wars». Su participación en el programa de Discovery reveló lo genial y talentoso que era como creador de artilugios alucinantes para el estudio de los diversos mitos. Claramente no era un ingeniero “de escritorio y papers”, sino que era de esos que brillaban a la hora de “ensuciarse las manos”. Además, siempre se mostró super simpático, agradable y lúdico en pantalla. Junto con sus partners del equipo de construcción, Kary Byron y Tory Belleci, formaron un trío sumamente entrañable, al que daba gusto ver divirtiéndose como niños mientras desmontaban mitos urbanos.
Fui seguidor de «Mythbusters» en su etapa del “equipo de construcción” como apoyo de Adam Savage y Jamie Hyneman, y creo que la salida del trío Byron-Belecci-Imahara en el 2014 marcó el inicio del declive del programa de Discovery. Atesoro muchos videos de sus programas, y algunos los he usado en mis clases. Mythbusters es una de las mejores maneras que he visto de introducir el quehacer científico para el público masivo, algo más necesario que nunca en esta época de fake news y proliferación de charlatanes pseudo-científicos. Este grupo de artistas de los efectos especiales hicieron el trabajo que la comunidad científica académica ha dejado de lado por décadas por soberbia, temor a “rebajarse” o incapacidad comunicacional. Más de alguno de los que hoy estudia para dedicarse a la ciencia se enamoró de ella a través de este programa.
Imahara se va demasiado joven, demasiado pronto y de forma demasiado violenta. Su aporte al mundo de los efectos especiales y a la divulgación científica resulta innegable. Se transformó, por derecho propio, en un mito imposible de desmentir.
Que en paz y robots descanse.