El “guionista de Chile” metió la mano en el Festival de Viña. Después de una semana acontecida y llena de sucesos interesantes, llegamos al recuento final del primer festival de la segunda era de Mega.
Las nuevas ideas funcionaron. Acierto lo de comenzar las jornadas a las 21:15 hrs. Acierto lo de presentar a los jurados al inicio de cada jornada. Acierto lo de intercalar las competencias entre shows. Acierto lo de los coanimadores. Son ideas que se tienen que mantener. Solamente hay tres asuntos que reprochar: el innecesario alargue de la agonía de George Harris; el docu-reality en vivo de la entrega de la Gaviota de Platino a Myriam Hernández; y la desafortunada programación y entrega de premios de The Cult.
Hay conductora para rato. Karen Doggenweiler tuvo un desempeño excepcional, y con esto revitaliza una carrera que se veía estancada desde hace años. Cabe preguntarse por qué no la llevaron antes. Se echó al monstruo al bolsillo desde el comienzo. Es como si siempre hubiera estado allí. Claramente ella fue la “mujer ancla”, a pesar de tener a un partner que conducía el evento por novena vez. Rafael Araneda fue felizmente contagiado por la buena onda y el relajo de Karen, y en algunos momentos me recordó al de sus comienzos en el “Revolviéndola” de La Red a mediados de los años 90 del Siglo XX. Queda la sensación que Karen podría funcionar casi con cualquier compañero. Se notó una química notable con Rodrigo Sepúlveda, su futura dupla matinal. Sería interesante verla con alguien con chispeza y picardía, como por ejemplo Eduardo Fuentes. Vaya uno a saber cómo habría sido una dupla con Felipe Camiroaga.
En general, los coanimadores funcionaron. Salvo la accidentada participación de Paola Volpato, creo que en general los coanimadores respondieron muy bien. Francisco Melo cumplió, Rodrigo Sepúlveda alcanzó a salvar los muebles en la última jornada, José Antonio Neme estuvo muy bien, pero la que definitivamente destacó fue Tita Ureta, que demostró belleza y personalidad y sacó adelante la tarea con casi 39 grados de fiebre, y que se transformó en una promisoria alternativa para asumir la conducción en el futuro.
El apagón terminó siendo una bendición. La verdad es que no tengo nada que reprochar respecto del manejo del Comité Organizador respecto del Mega-Apagón del martes 25 de febrero. El hecho fue un “Cisne Negro”, una situación completamente imprevista y de graves consecuencias. A medida que avanzaba la jornada, era evidente que, aunque la Quinta Vergara contara con equipos generadores propios que le permitían funcionar, la inestabilidad del sistema eléctrico en el entorno hacía inviable realizar esa jornada. Considero que fue atinado hacer ingresar al público a la Quinta Vergara para evitar atochamientos en las calles cuando empezó a oscurecer. Siento que difícilmente se podía reaccionar de otra manera. Se actuó con rapidez para reprogramar la jornada para el sábado 2 de marzo, lo que al final resultó providencial, pues terminó siendo una noche de ensueño, el final de fiesta que merecía el certamen.
El Festival es más importante en el extranjero de lo que se percibe en Chile. Creo que con lo sucedido con el “tanque a pedales” de George Harris quedó plenamente de manifiesto que el Festival de Viña es relevante y concita interés fuera de nuestras fronteras. Llamativa la cantidad de reportajes y videos de Youtube hablando de la situación, en especial aquellos de venezolanos molestos que rompieron lanzas a favor del “comediante”. Ni cuando Maduro les robó descaradamente las elecciones he visto a los venezolanos tan indignados. Otra evidencia es la disposición de Morat y Sebastián Yatra para aplazar su show al sábado 2 de marzo producto del apagón, y la emoción de Duki, Eladio Carrión y los dos ya nombrados de enfrentar al Monstruo. Me atrevo a afirmar que actuar en el Festival de Viña es para los músicos populares de habla hispana lo que visitar La Meca para los musulmanes: es algo que tienes que hacer al menos una vez en la vida. Otra evidencia es la sorpresiva aparición de la banda femenina de k-pop NMIXX en la segunda jornada, que abre las compuertas de la posible llegada del pop asiático, una de las asignaturas pendientes del evento.
Los latinos y urbanos se hicieron respetar artísticamente. Los veteranos de mil batallas Marc Anthony, Bacilos, Ha*Ash y Carlos Vives respondieron a las expectativas. Los debutantes Duki, Carín León, Eladio Carrión y Morat dieron muestra de calidad y excelencia artística, y Sebastián Yatra nos regaló la mayor muestra de audacia artística en la historia del evento.
Los dos créditos musicales chilenos respondieron plenamente. Myriam Hernández se mandó el concierto de su vida y recibió una merecida Gaviota de Platino. Kid Voodoo hizo un show consagratorio donde demostró estar por sobre la media del género urbano chileno. Creo que la escena musical chilena está en condiciones de tener más de dos artistas en el show. Quedan pendientes artistas que nunca han enfrentado al Monstruo como Los Vásquez, Zúmbale Primo, Chico Trujillo, Los Charros de Lumaco, Paula Rivas y Entremares. Nota aparte la destacada intervención de Emilia Dides en la obertura de la cuarta jornada.
Los anglos respondieron. Las apuestas rockeras de la alcaldesa Ripamonti funcionaron. Incubus y The Cult fueron un acierto en términos artísticos. Mientras los primeros tuvieron un paso casi perfecto, los segundos fueron programados en una hora inapropiada para ellos. La banda de Ian Astbury era para abrir una jornada, no para cerrarla, y la caótica entrega de premios es algo que hay que corregir para los próximos años.
Las competencias volvieron a ser importantes. Por primera vez en años, dejaron de ser la pausa para ir al baño o a comprar algo para el “bajón”. Podría decirse que las competencias de Viña no tienen nada que envidiarle al Festival de Eurovisión, que es la gran referencia en la actualidad. El nivel de las canciones y de las puestas en escena fue notoriamente mejor. Creo que hay que estudiar seriamente el peso del voto del público. De no ser por este, muy posiblemente Bolivia habría ganado la competencia folclórica. Otro tema es el del difuso límite que hay entre ambos géneros. Tres de las competidoras del folklore perfectamente pudieron haber estado en la internacional, y la canción mexicana ganadora de la internacional podría perfectamente haber estado en la folklórica.
Un año aleccionador en cuanto al humor
Tuvimos cuatro rutinas de nivel superlativo, las de Pedro Ruminot, Chiqui Aguayo, Edo Caroe y Juan Pablo López, de las cuales cuesta elegir la mejor; la de Pam-Pam, que pasó sin pena ni gloria y que tuvo la suerte de actuar en la jornada urbana, en la cual el público prefiere mirar Tik-Tok a pifiar; y el historiado fiasco de George Harris, considerado por muchos el peor show de la historia del evento, y que intuyo que, después de esta experiencia, no va a querer saber nada de Chile ni en Google Maps.
1º) Pedro Ruminot, más que nada por el efecto que generó su rutina.
2º) Edo Caroe, que respondió a sus pergaminos y nos regaló una clase magistral de humor negro.
3º) Chiqui Aguayo.
4º) Juan Pablo López
5º) Pam-Pam
6º) George Harris
Con la experiencia de estos últimos años, se podría esbozar una especie de “tutorial” para humoristas que aspiran a actuar en el Festival.
1. Se recomienda fuertemente pasar antes por festivales como el de Olmué o el de Las Condes antes de intentar dar el salto a Viña.
2. Hacer comedia para público masivo es muy distinto a hacer comedia en pubs, bares o salas cerradas. En lo posible, hay que incursionar y probarse en espectáculos masivos antes de ir a por el Monstruo.
3. Si eres extranjero, tienes que imbuirte en la idiosincrasia y los modismos chilenos. Contrata a comediantes y libretistas locales para que te asesoren, revisa shows de años anteriores y prepara una rutina especial para Chile.
4. A Viña (y a ningún festival masivo de verano) se puede ir a “hacer libro” ni a “dar la lata”. En Chile funciona la rutina rápida, hay que ir a “golpear” constantemente con una ametralladora de chistes y tallas. Hay que sacar risas desde el segundo cero. Si quieres contar una historia larga, tienes que adornarla con pequeños remates en el camino.
5. Pelear e irse de punta con el Monstruo es más imprudente que comprar una criptomoneda promovida por Javier Milei. Hay que saber domar al monstruo, salir jugando, hacerse cómplice de él.
6. Sea humilde y empático con el público. Al Monstruo no le gusta la soberbia, rechaza la prepotencia, no soporta la altanería. Se come a los “choros” con limón.
7. Fíjarse bien con qué números musicales compartes la parrilla. Si te tocan artistas urbanos, puedes estar tranquilo, pues tiende a ser un Monstruo empático y buena onda que te va a respetar, aunque tengas una mala noche, y hasta muy posiblemente te regalen una Gaviota de Plata como premio de consuelo como pasó con Leila Roth y Pam-Pam. Ahora, si te toca compartir jornada con artistas pop adultos o, peor aún, con artistas “anglo”, tienes que ponerte en alerta, pues te tocará enfrentar al “Monstruo” de toda la vida. En 2023 Belenaza la sufrió con el público de Alejandro Fernández y Los Jaivas, y el 2024 Javiera Contador fue enviada al sacrificio al salir a actuar después de Andrea Bocelli.
8. Recuerda que te puede tocar actuar después de un recital de al menos una hora de un número musical de primer orden mundial como Rod Stewart, Elton John, Sting, Yusuf Cat Stevens, Lionel Ritchie, Christina Aguilera, Andrea Bocelli, Olivia Newton-John, Jamiroquai, Incubus o Backstreet Boys, algo que dudo que un comediante gringo se atrevería a intentar.
Revelaciones del evento:
1) Kid Voodoo, que demostró dominio de facetas musicales más allá del género urbano.
2) Emilia Dides, una auténtica reina dentro y fuera del escenario.
3) Tita Ureta, parte del necesario recambio de la TV abierta chilena.
Lo peor del evento (del peor al menos peor)
1º) George Harris. ¿Se necesita explicar más? Quedó en la historia como el ejemplo más claro de TODO LO QUE NO HAY QUE HACER en el Festival de Viña.
2º) Pam-Pam. Alcanzó a salvar los muebles, pero pasó sin pena ni gloria. Le faltó experiencia.
3º) Bacilos. No están acá porque su show fuera malo (todo lo contrario), sino que no tenían nada nuevo que proponer. Son esencialmente una banda del recuerdo.
Lo mejor del certamen
Este año está muy difícil tomar esta decisión. Hubo muchos shows de primer nivel, que habrían destacado en ediciones anteriores. Los que no están en la lista, salvo los tres nombrados anteriormente como los peores, tienen mención honrosa.
1º) Sebastián Yatra. Premio a la calidad y a la audacia artística. Vistió con ropas de gala al género urbano.
2º) Myriam Hernández. Una noche donde se tituló de leyenda de la música chilena.
3º) Pedro Ruminot. El mejor show de su vida.
4º) Edo Caroe. Heavy Metal puro.
5º) Morat. Sobrepasaron las expectativas. Se hicieron respetar como artistas.
6º) Incubus. Gran banda, con una actitud notable y que supo entrar en el juego de la entrega de premios.