El “efecto Ingalls” del que escribí hace algún tiempo está tomando vuelo. Ahora TVN decidió hurgar en sus archivos históricos, hacer un importante trabajo de restauración audiovisual y emitir “Re-Jappening”, un recocido donde se muestran los mejores momentos del Jappening con Ja en su mejor época, la de finales de los 70 y toda la década de los 80. La primera emisión, en el horario histórico del recordado programa (domingos antes del noticiario central) bordeó los 10 puntos, y quedó en segundo lugar en su horario detrás de……”La Pequeña Casa en la Pradera”. Nada mal para un refrito de hace tres o cuatro décadas.
El 06 de Noviembre pasado, en su temida columna dominical de crítica televisiva de La Tercera, el escritor Álvaro Bisama manifestó su visceral repudio a la programación de la TV abierta en general, y a la oleada de programas vintage en particular. Y de pasada le hizo un brutal ninguneo al Jappening:
“Piensen en la propia dignidad y no nos vendan las repeticiones del Jappening con Ja como si fuesen televisión de vanguardia. Ya tuvimos suficiente de ellos. Fueron demasiados años de esos chistes de matón de barrio, de esas sátiras mal hechas sobre los pobres, los trabajadores y el mundo en general. No. Su humor era por decreto. Nunca fueron buenos. Alguien se les dijo y Ravani, Pedreros y Gladys del Río se lo creyeron a pie juntillas. La verdad es ésta: el único gracioso era Fernando Alarcón y la risa que quería provocar el programa era obligada y por lo tanto mediocre. Sus números musicales apestaban, puro Broadway pobre. No había glamour ni elegancia. Su humor negro era más bien gris o tenía un color amarillo medio deslucido. No hay ternura alguna ahí: la canción del programa nos terminó pudriendo a todos con su majadería infinita y su ternura falsa. Era el sonsonete de un chiste que solo era una mueca muerta en la boca del espectador.”
Tal parece que la oferta de la televisión abierta es demasiado poca cosa para el elitista y exigente paladar televisivo de Bisama. Sus preferencias parecen estar más por el lado de Netflix o la TV por cable. Además, me encantaría conocer cuál es la rúbrica o lista de cotejo que usa para determinar que los del Jappening “nunca fueron buenos”. Quizás es la misma que usaba Italo Passalacqua para evaluar a los artistas del Festival de Viña. Estamos hablando del que posiblemente es el segundo programa más importante de la historia de la TV chilena, solamente detrás de “Sábados Gigantes”. De los integrantes originales, el único al que se le podría cuestionar su talento artístico es a Eduardo Ravani, cuya potencia estaba más bien al mando del switch. Los otros cuatro eran talento puro: Fernando Alarcón (elogiado por Bisama) es uno de los mejores comediantes que ha dado este país; Gloria Benavides y Maitén Montenegro son dos bestias del escenario, las últimas “show-woman” de verdad que ha tenido Chile, y que demostraron categoría antes, durante y después del Jappening. Y el fallecido Jorge Pedreros destacó como compositor de canciones, productor musical y comediante. Si Pedreros hubiera nacido en Estados Unidos, ahora sería una leyenda mundial del entretenimiento.
El éxito del Jappening en su época de oro se explica en parte por las circunstancias de la época: dictadura militar, país sumido en el miedo, y la televisión abierta como único panorama de esparcimiento. Sin embargo, se necesita bastante más para explicar los 80 puntos de rating que alcanzaron en algún momento, cifra que ahora ni siquiera la “Roja” logra conseguir. Y la única explicación posible es que, al contrario de lo sostenido por Bisama, los del Jappening eran muchísimo más que buenos. No solamente llenaron de risas a un país con un humor blanco e ingenioso, sino que fueron capaces de generar arquetipos como “Canitrot”, “Espinita”, “Zañartu”, “Gertrudis”, “Pindy” y otros que ya son parte del folklore nacional. Quizás el problema es que el Jappening retrotrae a la Dictadura de Pinochet, época que Bisama y muchos otros compensiblemente no tienen ganas de rememorar.
La reposición del Jappening, tal como todos los programas vintage, responde a una sola cosa: pragmatismo. Los ejecutivos ya captaron que la gente que ve TV abierta, y que es medida por el People Meter, es principalmente adulta y adulta mayor, que no se siente mayormente atraída por los contenidos más actuales, y que añora los programas de antaño. El público que busca otras cosas no ve TV abierta, sino que se va al cable, a Youtube o a servicios como Netflix. Quizás Bisama es de este último grupo. En su artículo del Domingo 7 de Agosto pasado habló bien de la teleserie “Preciosas”, que después de una buena partida fue decayendo en sintonía, y respecto de la cual no pocos han señalado que «en Netflix funcionaría». Muchos querrían que programas que la rompen en el cable, en internet o en Netflix se dieran en la TV abierta, pero ello difícilmente ocurrirá mientras el rating se mida como hasta ahora. Lo que funciona fuera de la TV abierta no tiene por qué hacerlo dentro de ella. Son pocos los programas como “City Tour On Tour” o “El Club de la Comedia” (nacido de los restos de la SCA de Vía X) que logran hacer un tránsito exitoso. Fenómenos de culto del cable como “Cabra Chica Gritona”, “Dimensión Rossa” y “Los Improvisadores” pasaron sin pena ni gloria por la TV abierta.