Este lunes, en un especial capítulo de “De tú a tú”, Martín Cárcamo recibió en su casa al periodista Rafael Cavada. En una íntima conversación, el periodista contó de las dificultades que tuvo tras cubrir la guerra en Irak, donde incluso vio morir a un camarógrafo español de Telecinco.
Tras haber pasado por la Fuerza Aérea y trabajado en como maestre en construcción en Sewel, Cavada entra a estudiar Periodismo haciendo su práctica en TVN.
En el canal estatal se especializó en la que sería su pasión, la cobertura internacional. “Yo amo las noticias internacionales hasta el día de hoy. Yo no entré a las noticias internacionales como un recurso para hacer otra cosa. Desde chico seguí los conflictos internacionales (…) La oportunidad de salir hablando de noticias internacionales era para mí como ser tocado por la mano de Dios”, opinó.
La vida de Cavada cambió en 2003, cuando se acercaba la que sería la guerra de Irak. En esa ocasión, el periodista vio la oportunidad única de poder ir a cubrirla. “Yo les dije ‘se viene la guerra’ y anuncié que iba a ir yo. Cuando llegado el caso no me mandaron, me compré una cámara, reservé mis pasajes y le dije a mi jefa que o me mandaba o me iba. Fue un chantaje”, admitió.
“Yo considero que las guerras son eventos traumáticos en la historia de la humanidad. Hay que darlos a conocer, hay que cubrirlos. Son además eventos donde el poder se desencadena, rompe las cadenas, sobre todo el poder militar, y por eso se cometen asesinatos, violaciones y torturas. Y denunciar eso es una función esencial del periodismo. Eso es lo que yo como periodista tenía que hacer”, señaló.
Fue estando allá que vivió el evento más traumático de su vida, cuando presenció la muerte del camarógrafo español de Telecinco, José Manuel Couso. “Fue una de las cosas más terribles que me tocó ver. Niños quemados en hospital, ancianos heridos, mujeres heridas. Todas esas son cosas que después te hacen tener pesadillas”, indicó el periodista.
Según recordó, todo partió cuando estaban en el piso 15 del hotel Palestine grabando en la habitación de unos periodistas mexicanos, desde donde la vista de los combates era mejor, y un tanque que estaba disparando se volteó a apuntarles.
“Disparó al hotel, pegó al borde de nuestro balcón y le pegó abajo nuestro a Taras Protsyuk –camarógrafo de Reuters– y a José Couso. A nosotros no nos mató sólo porque en ese momento alguien llegó y salimos del balcón con Jorge Pliego de Televisa. (El bombazo) le arrancó pedazos así de grandes al balcón. Si hubiera estado en el balcón me muero”.
Cuando Cavada entró a la habitación destrozada, aún grabando, tomó la decisión de priorizar ayudar al camarógrafo en lugar de seguir registrando lo que pasaba. “La bomba lo quebró entero, le fracturó todas las costillas, la clavícula, el fémur se lo fracturó en tres partes y se lo dejó expuesto, le arrancó un pedazo de pierna. Lo pusimos en un colchón, lo llevamos al ascensor, y de ahí a un hospital como a ocho cuadras. Yo lo ayudé porque consideré que ponerme a grabar no servía de nada. Cuando hay otra gente ayudando, uno graba. No soy tan valiente. Si el tipo estaba ahí y necesitaba ayuda, yo no podía mirar sin hacer nada”, señaló. Finalmente, José Manuel murió cuatro horas después por hemorragia interna.
“Esa noche lloramos todos”, recordó el reportero, recordando lo trágico que fue el incidente: “José Manuel había elegido quedarse ahí porque sentía que tenía una responsabilidad. Su familia le había pedido que se fuera y él dijo ‘No, mi familia tiene que saber lo que ocurre, mis hijas tienen que ver lo que ocurre’. Y sus hijas lo recibieron en una bolsa de plástico”.
El acontecimiento marcó la vida de Cavada por mucho tiempo, ya de vuelta en Santiago. “Aparecieron pesadillas. Recuerdo haber soñado con una niña que había visto herida, y levantaba la vista y era mi sobrina”, indicó.
Otro hecho importante en Irak fue cuando consiguió cubrir la caída de Bagdad desde el punto más alto, arriba de un tanque, en una noticia que dio la vuelta al mundo. “Básicamente era el mejor lugar para grabar”, señaló, recordando que todo ocurrió cuando él, que ya estaba arriba del tanque para grabar junto a varios otros periodistas, fue enfrentado por un soldado que los echó a todos. Pero Cavada usó una técnica infalible para que le permitiera quedarse.
“El tipo me mira, la cara negra de tierra, los ojos con las marcas de los lentes, y me dice ‘Los periodistas siempre tienen cigarros’. Tomé todos los cigarros que tenía y se los doy”, señaló.
Curiosamente, ese no sería el fin, pues 10 años después, cubriendo un ejercicio naval de la Armada de EE.UU. en las costas chilenas, Rafael se reencontró con el soldado que manejaba ese tanque. “Es increíble, había venido en esa expedición con los marines, y había estado en ese mismo tanque”, contó.
A continuación, la conversación se enfocó en las consecuencias de lo que el periodista vivió en Irak. “Yo después volví a Chile y la vida me parecía muy sin sentido, después de tantos conflictos. Tú pasas de cubrir algo súper importante, colaborando con un proceso histórico, dándolo a conocer, evitando que se produzcan más guerras, denunciando los abusos y violencia. Y llegas acá y haces una nota que se cae porque te piden que hagas la ardillita que esquía o por la noticia de la última modelo con el futbolista, entonces se vuelve muy sin sentido”, indicó.
Ese sinsentido se convirtió pronto en una dura depresión, que afectó al periodista por años. “No quería hacer nada. Me levantaba igual, soy súper funcional en ese aspecto, pero empecé a sentir que nada me interesaba. Y para mí sentir que mi trabajo no tiene propósito es como estar muerto en vida. Llega un momento en que esa tristeza te invade tanto que encuentras cosas interesantes que hacer, pero la tristeza no se va. A mí me pasó eso, que encontraba sentido a lo que quería hacer, pero estaba triste. Y en aquella época en ese sentido yo era muy inmaduro, no hablaba de mis problemas con nadie. Y eso en algún momento te pasa la cuenta, y a mí me la pasó muy heavy”, contó.
La forma en que se terminó reflejando su problema fue en su carácter, recordó. “Yo creo que básicamente andaba peleado con la vida. Yo no establecía relaciones con mi entorno, ni siquiera utilitarias. Mis relaciones con, ya fueran mis parejas o compañeros de trabajo, dejaron de tener el peso que deben tener (…) Tenía mucha ira, estaba peleado conmigo mismo, no me aguantaba a mí mismo”, contó.
Fueron sus amigos quienes lo salvaron, al obligarlo a ir a terapia. Tras algunos intentos que no funcionaron, encontró a la persona correcta. “Mi siquiatra me explicó que yo me levanto un día con un ánimo en que quiero llevarme todo por delante y al día sin ánimo para levantarme. Eso se llama desorden del ánimo, y es fisiológico. Yo estaba convencido que lo mío era sólo algo que yo procesaba mal, y no, hay un grado en que las depresiones producen un desorden de transmisores, y eso se arregla con un estabilizador de ánimo. Y al mes, si yo no estaba bien, al menos ya estaba sereno. Eso creo que es lo que tengo hoy, que puedo enfrentar todo con serenidad, y eso es un regalo súper importante”, reveló.
Así fue como el periodista aprendió algo esencial, que es reconocer sus propias emociones. “A los hombres no se nos enseñó a gestionar nuestras emociones, y la única emoción que los hombres podemos exteriorizar legítimamente sin que nadie te critique es la ira. Por eso los hombres si estamos angustiados nos enojamos, si estamos frustrados nos enojamos, si estamos tristes nos enojamos, si estamos ansiosos nos enojamos. Es súper importante aprender a reconocer tus emociones, a identificarlas, asumirlas y tratarlas. Gestionar las emociones de la manera correcta es lo que te lleva a estar bien con tu entorno”, indicó.
Su momento más bajo al respecto fue en 2007, cuando un confuso incidente en un auto terminó con Rafael arrestado por conducir ebrio y agredir a dos conductores. “Era ira. Un tipo me tira el auto encima, lo insulto, él me insulta, freno el auto, me bajo, otro tipo se mete, qué te metís voh, y a voh qué te pasa. Cuando era todo tan fácil como decir ‘Oiga señor, cuidado con el auto’. Yo creo que ese fue un punto de inflexión, darme cuenta por qué yo reaccioné así”, confidenció.