Hubo un tiempo entre los años 90 y principios de los 2000, cuando Chile vivió un movimiento artístico-cultural vibrante, que dio origen a instantes memorables. Destacan los programas de televisión “Plan Z” (del fenecido canal Rock & Pop) y “31 Minutos”, o el pasquín The Clinic, entre muchos ejemplos.
En medio de este ambiente, de pronto surgió la figura desgreñada del argentino Enrique Symns como uno de sus (momentáneos) iconos.
No era un cualquiera, en su país ya era una leyenda. Escritor, poeta, dramaturgo, en Argentina fue el fundador de la mítica revista Cerdos & Peces (1983), primero suplemento cultural de la revista El porteño y luego un medio por derecho propio que reunía a los mejores escritores argentinos.
Considerado el Bukowski argentino, durante su vida estuvo encarcelado, se involucró en tráfico de drogas y protagonizó escenas de sexo.
A Chile llegó en 1998, donde se convirtió en uno de los creadores de The Clinic y en columnista de Las Últimas Noticias. Pero su influencia se extendió más allá: se rodeó de un grupo de amistades entre los que destacaban otros escritores, como Alberto Fuguet. Bohemio pertinaz, era un cliente permanente del Liguria y lo invitaban con frecuencia a la televisión para hablar de bandas y tendencias musicales.
Symns ha muerto. Tenía 77 años y también depresión, diabetes y sufría las secuelas de un accidente cerebrovascular.
Sus polémicas
Esta figura legendaria de la contracultura argentina y chilena tenía un lado polémico muy intenso.
En su país comenzó siendo íntimo amigo del Indio Solari, líder del grupo Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Pero, tras de un hecho policial al finalizar un show de la banda que terminó con un fallecido, Symns tachó a Solari de asesino, provocando un quiebre definitivo.
En Chile, junto a su compañera, la periodista argentina Vera Land, escribió “La última canción”, una controvertida biografía sobre Los Tres, donde se atribuía la separación que vivió el grupo el año 2000 al complicado romance entre Álvaro Henríquez y Javiera Parra. También ayudó a Jorge González en una autobiografía, pero el exlíder de Los Prisioneros finalmente se negó a publicarla.
Aburrido de las polémicas y con un mercado laboral chileno que se le cerraba, en 2003 regresó a Buenos Aires.
Durante los últimos años su salud estaba muy deteriorada y vivía en parte gracias a la ayuda de un puñado de amigos, entre ellos, Andrés Calamaro.
“La diabetes fue su gran demonio, lo que lo perturbó durante años. Y los excesos no ayudaron, dejando expuesto a un cuerpo castigado”, comentó su amigo y colega, Sebastián Duarte, al dar a conocer la muerte del escritor.
“Parece fácil morirse, pero a mí me está costando”, dijo Enrique Symns en una de sus últimas entrevistas. Pero la muerte, como siempre ocurre, al final se lo llevó.