Saltos temporales, el último capítulo mezclado con el primero, como si se tratara de una película de Christopher Nolan o una serie de J.J. Abrams. Una villana pasando de chica pobre, ambiciosa y sin escrúpulos a mujer del Presidente, fuerte pero asustada, y al parecer sinceramente enamorada de su agonizante marido. Histérico como todo primer capítulo, pero atrapante y con promesa de generar adicción. Así fue el auspicioso inicio de “Primera Dama”, teleserie que vuelve a reunir a la dupla Sebastián Arrau – Herval Abreu en el segundo semestre de Canal 13, tras títulos como «Machos«, “Tentación” y “Gatas y Tuercas”.
La historia, clásica y que perfectamente podría haber salido de la factoría Televisa, no sólo la conocíamos de sobra gracias a los ilustrativos y bien logrados trailers, sino que, en un hecho inédito en el género telesérico (hasta donde sé), prácticamente ya sabemos cómo termina: alguien atenta mortalmente contra el Presidente Leonardo Santander (Julio Milostich), y Sabina (Celine Reymond), ya convertida en su esposa, toma la arriesgada decisión de sacarlo de la clínica en helicóptero (como todo amante de las teleseries sabe, no hay nada como un helicóptero, un incendio, un asesinato o un choque en el primer capítulo), convencida de que no morirá. Da lo mismo que ya nos hayan contado casi toda la trama. Lo interesante de ver será cómo Sabina se convierte de una mesera de pueblo aspiracional, manipuladora y cachonda a la Primera Dama de la Nación, con guiños evidentes a la historia de la argentina Eva Perón, más que a los casos de Carla Bruni y Cecilia Bolocco, como alguna prensa insinuó.
Estamos frente a una teleserie arriesgada, jugada, que no subestima al público. Que bien podría haber sido nocturna, pero ahora quizás reviva la competencia entre las teleseries de las 20 horas, con la prometedora “La Familia de al Lado” (TVN). Una teleserie que, quizás, sólo podría esperarse de un canal que no tiene nada que perder (ya lo perdió casi todo, incluyendo excelentes productores y guionistas) y mucho por ganar. No sólo juega con las formas de relato, asumiendo que la teleaudiencia está viendo muchas series y películas, no se quedó en 1998 y exige más, sino que al mismo tiempo no deja de ser (o, por fin, vuelve a ser) un melodrama clásico, de pasiones profundas, de amor, sexo y poder, ése que tantos vendedores de recetas y pseudo-creativos llenos de arrogancia insisten en dar por muerto. Abreu y Arrau, hasta ahora, demuestran que no se necesita de hombres lobo ni efectos exagerados de montaje y post-producción para verse como una teleserie actual. Ni menos renunciar a la intensidad dramática que hizo del género lo que es.
Hay aquí un sabor al 13 de antaño, no sólo por la obvia reminiscencia de “Ángel Malo” o por el melodrama actualizado. Quizás sea, simplemente, porque se nota que esta vez están haciendo las cosas con calidad y con cariño. Tratando de encontrar, como canal, un rumbo que nunca debieron perder. Innovando pero no con la vanguardia por la vanguardia, sino en función de una historia. Una que podría ser la primera de varias del nuevo 13 de Luksic, un canal que no se va a dar el lujo de trabajar con gente que no necesariamente sabe lo que es una teleserie.
Falta aún conocer los trazos del personaje del Presidente Santander, un atractivo “heroíno” que, por lo visto, estará sometido a las manipulaciones de la protagonista-villana. Pero aún no sabemos qué tan inocente es, y qué divertidas lecturas de la realidad política nacional se podrán hacer con este personaje, que no habría sido lo mismo en la era Bachelet. Esperemos que falte mucho más y no se hayan gastado demasiados cartuchos en este primer capítulo, que estuvo a la altura de lo que solía ser ese poderoso, creativo y confiado Canal 13.