Primera noche del Festival de Viña, una jornada con diferentes matices que comenzó en un horario que para muchos fue acertado.
Obertura: Futurista, de primer mundo, nivel Eurovisión, a la altura de los grandes megaeventos. Definitivamente tiraron la casa por la ventana.
Buenas y malas: Muy buena idea la de empezar a las 21:15 horas. Acertado lo de presentar al jurado de las competencias al inicio del show. Impresentable el burdo fallo ortográfico con el nombre de “Bacilos”. Es de esos errores que hacen rodar cabezas. Al menos en TV abierta se notaron problemas de ecualización en la orquesta de Marc Anthony. El piano sonaba muy fuerte y se escuchaba bajito al cantante. Error garrafal el innecesario alargue de la agonía de George Harris. Lo mejor era abortar misión y ahorrarle al comediante, al público y a los televidentes los minutos más tensos de la historia del evento desde el Puma Rodríguez pidiendo Gaviota en 1988.
Animadores: Desde el segundo cero se notó que Karen Doggenweiler tenía ser la maestra de ceremonias. Se impuso por presencia. La química con el Rafael Araneda es notable, como si estuvieran animando juntos desde siempre. Una dupla fresca, agradable, simpática, relajada, con oficio, casi como de programa de radio o de podcast. Dio gusto verlos. Notable José Antonio Neme como coanimador de las competencias. Hicieron lo que pudieron con el trance de George Harris. Tal como en años anteriores, los animadores no se mandan solos, sino que obedecen directrices superiores.
Marc Anthony: Con este exitoso show, el salsero boricua se transformó en el segundo artista en la historia del evento que ha abierto el primer día (2025) y cerrado el último día (2009) del Festival de Viña. El primero fue Juan Luis Guerra y 440 (por partida doble, pues abrió en 2000 y 2006, y cerró en 1991 y 2012). Un show repleto de “sandías caladas”, donde intercaló baladas potentes con la mejor salsa contemporánea. Apoyado en una orquesta de clase mundial, con su voz portentosa y su poderosa presencia a pesar de su contextura de jinete, Marc hizo bailar al Monstruo y se ganó las dos gaviotas sin mayores problemas. El cantante es el primer y hasta ahora único salsero que ha triunfado a lo grande en un escenario históricamente más proclive a la cumbia, el merengue, la bachata y el vallenato, y en el cual distinguidos próceres de ese género musical han pasado sin pena ni gloria (Celia Cruz, Oscar D`León) o fracasado estrepitosamente (Willie Colón).
George Harris: La estruendosa ovación que se escuchó cuando fue nombrado al inicio de la jornada evidenció que la Quinta Vergara parecía el Estadio Brígido Iriarte de Caracas. Ante las polémicas previas en torno a sus rutinas reaccionarias, sus “panas” fueron a bancarlo en masa, lo que se puede interpretar como una demostración de fuerza de la comunidad de inmigrantes venezolanos en Chile. Sin embargo, al poco andar empezó a sucumbir, con una rutina larga, lenta, tediosa, con menos remate que la Roja Sub-20, y que puso en evidencia una preparación deficiente y su desconocimiento de la idiosincrasia y del paladar humorístico chileno. Le faltó asesorarse con colegas nacionales que le dijeran que el Festival de Viña no era lo mismo que el Movistar Arena con capacidad reducida y repleto de inmigrantes y que, salvo que seas Coco Legrand o Bombo Fica, no puedes ir a hacer “libro” ni a predicar, sino que hay que ir a “golpear”, a sacar carcajadas desde el segundo cero con chistes rápidos y directos. Colegas extranjeros como Sandy, Hugo Varela, Carlos “Mono” Sánchez, Carlos García, Jorge Alís y Alejandra Azcárate entendieron eso desde el comienzo y prepararon rutinas especiales para el Festival, y Fabrizio Copano ha dictado cátedra sobre cómo desdoblarse en la comedia entre dos idiosincrasias tan disímiles como la gringa y la chilena. De no ser por sus “panas”, habría durado menos que Jani Dueñas. Más encima, cometió el garrafal error de ponerse a pelear con el Monstruo interpelándolo con alusiones groseras, algo nunca visto en la historia del evento. Creo que la dirección forzó demasiado su continuidad. Lo mejor hubiera sido evitar el calvario y dejar todo hasta ahí al poco andar.
En resumen, Harris no fracasó ni por “veneco” ni por “facho”, fracasó por soberbio, por prepotente y por una rutina descontextualizada, mal estructurada, mal planificada y mal pensada. Si querían un comediante extranjero, un mejor nombre era el argentino Ezequiel Campa, el hombre detrás de “Dicky Del Solar”, el “Violento Parra” del otro lado de la Cordillera. Trabajó en Chile, conoce el medio y le fue genial en el Festival de Las Condes el año pasado.
Bacilos: Actuaron en circunstancias complicadas: entraron muy tarde, teniendo que comerse el grueso y vergonzoso error ortográfico del inicio cuando en un anuncio aparecieron como “Basilos”, y con una Quinta Vergara semi vacía después del indignado retiro de la “barra brava” de George Harris. Como buenos viejos zorros, se fueron a la segura con una batería de hits como “Tabaco y Chanel”, “Caraluna” y “Primer Millón”, con el que hicieron las delicias de un Monstruo que los premió con las dos Gaviotas.
Competencias: Se nota que están buscando darle realce. Se profundizó en las presentaciones tipo Eurovisión, que salieron en general muy bien logradas, con la novedad del video de presentación de los competidores. Al ver las canciones, recordé algo que mencionó alguna vez Antonio Vodanovic, en cuanto a que ya no tiene sentido tener separadas las competencias folklórica e internacional. Estamos en una época de fuerte sincretismo musical, en donde los géneros se mezclan y entrelazan sin asco ni complejos, donde vemos raíz folklórica combinada con género urbano, y cuesta establecer si una canción califica como “folklórica” o “internacional”. ¿En dónde encajaría una bachata, un vallenato o una cueca estilizada como las de “Entremares”?