Recientemente y según un informe de la Revista Rolling Stone, el equipo de seguridad de Swift ubicó un stand en su show del Rose Bowl, lugar en el que los fanáticos podían ver videos de sus conciertos
En la oportunidad, los fanáticos podían ver videos de sus conciertos, pero además de disfrutar con la imágenes, sus rostros estaban siendo analizados y reconocidos por un software, que posteriormente enviaba los datos a un ‘centro de mando’ ubicado en Nashville (Tennessee, EE.UU) para ser comparado con cientos de acosadores conocidos de la artista.
La acción ha sido explicada por la tensión y el temor al que ha sido sometida Taylor Swift, luego de que ella y su familia fueran amenazados a muerte por Eric Swarbrick, un hombre obsesionado con la cantante y a quien envió cartas en las que le decía que la violaría y asesinaría. El hombre aceptó su culpabilidad por cargos de acoso y en septiembre pasado recibió una orden de alejamiento de la cantante.
Meses antes, Mohammed Jaffar ya había sido condenado a seis meses de cárcel y cinco años de libertad condicional por robo, después de aparecer en la casa que Swift tiene en Nueva York cinco veces en dos meses, según señaló la prensa.
Sin embargo, esta medida tecnológica de “vigilancia” también causó críticas y molestias en organizaciones de derechos porque no fue notificada a los asistentes. El debate se ha centrado en el derecho a la privacidad puesto que cualquier persona cuya cara está siendo grabada por un software debería dar su consentimiento con una advertencia previa de que sus datos serían utilizados. De no ser así, podría considerarse una violación a la privacidad si no hay consentimiento explícito.
En tal sentido, la investigadora de Human Rights Watch (HRW), Sarah Vincent, señaló al medio online Slate que Swift y las empresas en general “tienen la responsabilidad de respetar los derechos humanos, y deben asegurarse de que cualquier vigilancia que realicen esté realmente limitada a lo que es estrictamente necesario para lograr un objetivo legítimo”.