En estas últimas semanas, Patricia Maldonado ha estado en el ojo del huracán. Desde el incidente con Alejandro Goic, han surgido serios cuestionamientos ante el hecho de que una persona que reivindica sin tapujos el legado de Augusto Pinochet tenga acceso a una tribuna televisiva tan importante como el matinal “Mucho Gusto” de Mega.
Patricia Maldonado es una veterana de mil batallas en el show-business nacional. Muy buena cantante, dueña de un registro vocal mucho más que respetable, jamás logró cuajar una carrera a la altura de su indudable talento. Vivió en la época de oro de la TV abierta, con acceso a “Sábados Gigantes” y a muchos programas en los cuales mostrar su trabajo musical. Compitió en el Festival de Viña, representó a Chile en el Festival OTI de 1979 con la canción “La Música” de Scottie Scott, llegando en lugares secundarios. No legó ninguna canción memorable al cancionero de la música popular chilena, algo que sí logró gente de mucho menor nivel artístico como Miguelo, Roberto “Viking” Valdés y Claudio Reyes. Lo suyo fue más bien versionar baladas y boleros clásicos del cancionero romántico latinoamericano, teniendo como gran referente a la cubana Olga Guillot. Lo más cercano a un éxito musical que tuvo fue “La Quintralada (la circulación primaveral del sexo)”, tema polémico a finales de los años 70, que interpretó a dúo con su autor, el actual diputado Florcita Motuda (irónicamente, un artista de izquierda).
Paralelamente al canto, Patricia Maldonado desarrolló una veta televisiva que la mantiene vigente hasta la actualidad. Participó del Jappening con Ja en su época de gloria, incursionó en el mundo de las teleseries en “De Cara al Mañana” (una versión “A Cuenta” de “Grease Brillantina” de inicios de los años 80) y fue conductora de recordados programas ochenteros como “Pare, Mire y Escuche” (TVN), “Cordialmente” y “Anímese” (Canal 11). Del primero de los programas nombrados data una recordada entrevista donde bombardea con preguntas “maleteras” a un Luis Miguel menor de edad (aunque con un manejo televisivo notable), que es considerada la peor entrevista que se le ha realizado al “Sol de México”, y que si la hiciera ahora le podría hasta costar el puesto.
Posteriormente despuntó como opinóloga de farándula, jurado de programas de talentos y, hasta la fecha, panelista del matinal de Mega. Lo más probable es que las nuevas generaciones la ubiquen (si es que la ubican) más como rostro televisivo que como cantante, e incluso más que como comadre de Pinochet.
Si lo analizamos objetivamente, la Maldonado reúne todos los atributos de alguien a la que difícilmente le darían pantalla en la TV abierta: mujer en plena tercera edad, de contextura gruesa, deslenguada, peleadora y defensora a ultranza de una causa tan políticamente incorrecta como el pinochetismo. Sin embargo, a pesar de todo eso, por alguna razón resulta televisivamente atractiva y rentable. Quizás representa a un importante segmento de gente que añora la televisión “de antes”, de mentalidad más conservadora. Además, hay que reconocer que la “doña” tiene opinión, personalidad para enfrentar las críticas, y en ocasiones sentido común; además, hace gala de un notable sentido del humor (le ha sacado más provecho mediático al supuesto rapto de los marcianos a su marido que Carlos Caszely al penal que perdió en el Mundial de España); y cuando se ha requerido, ha aprovechado sus amplios conocimientos musicales (cuando ha tenido que comentar el Festival de Viña, por ejemplo)
Si en algo Patricia Maldonado ha sido brutalmente sincera ha sido en su postura política: desde siempre ha sido conocida su lealtad a Augusto Pinochet y a todo lo que representa, al punto que el Dictador es padrino de bautizo de uno de sus hijos. Fue dos veces candidata a diputada por la derecha sin éxito, aunque en una de ellas obtuvo la segunda mayoría en votos en su distrito y fue víctima del sistema binominal. Fue parte de la “barra brava” que fue a bancar al “Tata” en momentos claves, como cuando asumió como Senador Vitalicio y durante su larga detención en Londres. A diferencia de muchos actuales personeros de derecha que se formaron al crisol del régimen militar y que renegaron de él cuando se dieron cuenta que no les convenía aparecer asociados a su lado, Patricia Maldonado ha permanecido fiel, leal y consecuente. Es pinochetista a mucha honra y lo será hasta su muerte.
Con el pinochetismo de Patricia Maldonado pasa lo mismo que con el humor de doble sentido: siempre hemos sabido que existe, lo hemos tolerado y aceptado sin dramas por años, pero en este último tiempo han surgido voces que piden sacarlo de la TV. A eso han ayudado ciertas actitudes como el abierto apoyo de la cantante al diputado pinochetista Ignacio Urrutia. A partir de ese hecho, muchos artistas y personalidades de militancia progresista que hasta hace poco compartían pantalla sin dramas con ella ahora deciden no asistir al matinal en su presencia, y hasta exigen su salida de los medios. Se señala el precedente de Alemania, en donde hacer proselitismo público al nazismo significa las penas del infierno.
Lo de Patricia Maldonado nos hace cuestionarnos el sentido y alcance del concepto de “libertad de expresión”. ¿Se puede impedir el acceso a los medios de alguien que expresa abiertamente opiniones o defiende una ideología que resulta inaceptable para cierto sector? Curiosamente, eso es exactamente lo mismo que se intentó en la Dictadura de Pinochet cuando se proscribió al Partido Comunista y se usaban los términos “comunista” y “marxista” como si fueran insultos. En principio, y discrepando políticamente con la señora Maldonado, no soy partidario de sacarla de pantalla por su ideología política. Eso sería reflotar el nefasto Artículo Octavo original de la Constitución de 1980, en el cual se consagraba la censura al pensamiento de izquierda. No se puede discriminar a nadie por su pensamiento, sea marxista, comunista o de derecha.
Con ella pasa algo similar que con Yerko Puchento, la Doctora Cordero, Raquel Argandoña y otros personajes polémicos: si sigue en pantalla es por ser televisivamente rentable, y mientras los programas en que participe sigan teniendo buenos ratings, atrayendo publicidad y dando tema a los diarios y demás medios, la señora Maldonado va a seguir firme en su puesto….aunque no estaría de más que evitara caer en situaciones deleznables como tirarle huesos de vacuno y de pollo a los familiares de detenidos desaparecidos, que sería algo que, a mi juicio, ameritaría sacarla de pantalla.
Nos guste o no, la señora Maldonado se ha ganado con justicia su puesto en la TV. No soy quien para negarle el derecho de trabajar a nadie por su pensamiento. La señora Maldonado, como cualquiera, tiene derecho a pensar lo que se le dé la regalada gana, Lo que sí, hay ciertos límites que no le conviene traspasar, como el citado de los huesos. En fin, ella sabrá lo que hace. Durante toda una vida ha dicho lo que piensa y ha pagado con gusto los costos de ello.