En una conversación con el podcast, “Impacto en el Rostro”, la reconocida actriz nacional repasó su carrera en televisión y comentó algunos secretos sobre sus roles más destacados en teleseries.
Tu debut en la teleserie “Aquelarre” de TVN fue bastante peculiar, tu personaje (Carolina Meneses) hablaba como mexicana, ya que ella veía muchas teleseries mexicanas a la hora de almuerzo. ¿Cómo fue partir con un rol de comedia desatada?
Fui tan feliz cuando, después del casting, me llama Vania Portilla y me dice que a Quena (María Eugenia Rencoret) le ha gustado mi trabajo y que quieren trabajar conmigo. Llegué a mi casa y grité: ¡Soy parte del área dramática de TVN, qué emoción! Fue un sueño cumplido. Yo trabajé mucho para eso, no fue gratuito. Yo me di por completa en mi escuela. Atravesé Santiago desde La Florida a Bellavista, que es donde quedaba la escuela de Fernando González, colgando en las mañanas en la micro con el vestuario, utilerías, todo cayéndose por los bolsos, el frío, el cansancio. La verdad fue un hermoso regalo llegar a TVN. Me invitaron a hacer “Aquelarre”, pero el personaje era una estudiante, humilde, popular, campesina, que se enamoraba del hijo del rico. Entonces yo propuse que, de tanto ver teleseries mexicanas, esta joven hablara como mexicana. Y finalmente me compraron eso. La Quena me dijo, ok, y empecé a hacer un trabajo de investigación. Yo en los días de semana grababa las teleseries mexicanas, porque según la indicación de los guionistas, ella escuchaba rancheras y veían teleseries mexicanas. Entonces, empecé a anotar los dichos, y a hacer cambios de palabras chilenas por mexicanas, como escuincle, licenciado, etc, lo empecé a proponer y fue tan orgánico, hecho con tanta honestidad, que empezó a crecer y los guionistas empezaron a incluirlo en su trabajo, y se comenzó a desatar, porque eso daba para hacer muchas locuras. Agradezco la oportunidad de haberme permitido desarrollar esa propuesta, que fue muy divertido. Recuerdo que el resultado eran llantos de risa con Iñigo Urrutia, Anita Reeves, Marcelo Romo, con mis compañeras… Porque era muy loca la Carolina.
Además, tu mamá en la teleserie, interpretada por Anita Reeves, se suma a hablar como mexicana…
Eso sucede cuando hay una propuesta y es orgánica, uno como actor aprovecha para poder crear, traspasarse los estímulos, y retroalimentarnos con esas cosas cuando pueden ser muy juguetonas. En esa teleserie en particular estábamos todos en un nivel de delirio total, yo cuando reviso algunos capítulos veo a la Ximena Rivas hablando en rima, a Mauricio Pesutic hablando como huaso, en fin. Había personajes de comedia muy extremos, todos con modos muy particulares de hablar y de ser.
En esta teleserie tuviste como padres a Marcelo Romo y Anita Reeves, dos grandes actores de la escena nacional. ¿Cómo fue para ti compartir con ellos?
Desde ese momento Anita Reeves es mi madre putativa, todavía me sigo relacionando con ella, la respeto y la admiro mucho. Y con Marcelo tengo un amor infinito, que va más allá de su muerte. Era un viejo espectacular, con mucho oficio, mucho carácter. Me acuerdo que, cuando él me veía llegando tarde al canal, me decía, “¡¿por qué te apuras?! A la televisión uno nunca llega tarde”. Consejos de viejo zorro, no sé si sus consejos me hicieron bien porque después me seguían retando por llegar atrasada. Era un viejo que se reía en la línea, super cool, súper amoroso, presente en la escena, un hombre fantástico, un gran galán. La verdad es que lamenté mucho su enfermedad.
Al año siguiente, el mismo elenco en “Santoladrón” recibe dos malas noticias; el cáncer de Lucy Salgado y el de Anita Klesky. ¿Cómo recuerdas a estas dos grandes actrices?
Fue muy triste. La verdad es que no compartí tanto con Anita, pero sí generé un vínculo muy hermoso con la Lucy. La recuerdo como una persona muy jovial, con mucha energía, recuerdo que me invitaba a tomar pisco sour después de grabar. Hablábamos de la vida, de su gran amor… era una mujer tan alegre, alegraba con su sola presencia los camarines y el set. Era puro disfrute esa señora maravillosa. Lamenté mucha su enfermedad y su partida, me dio mucha tristeza. Tanta que no me anime a ir a su entierro, preferí vivir su partida de forma más íntima. Nos tocó trabajar juntas en “Santoladrón”, las dos atendíamos un café con piernas. Recuerdo su escote, se veía muy sexy. A ella le decían “la bebé” cuando joven, porque era muy bella, tenía un cuerpo muy lindo. La verdad fue un regalo trabajar con ella y me quedo con su inmensa alegría.
El año 2001, interpretas a Yesenia Solis, la hermana de Pelluco en la exitosa “Amores de Mercado”. ¿Qué recuerdos tienes de haber grabado en un lugar tan reconocido y tan concurrido como es el mercado central?
Me encantaba, porque se llenaba de gente, los mismos locatarios eran súper buena onda. Es súper rico salir del set y grabar en lugares reales, donde está pasando la vida. En ese tiempo yo vivía en Santiago Centro, en metro Bellas Artes, y me acuerdo de que empezaron a haber movimientos estudiantiles en las calles. Yo salía al balcón y observaba, como una detective privada, porque de la realidad yo saco mi inspiración. Entonces empecé a ver como se vestían estas estudiantes. Y caché que había un look medio hip hopero, con los calcetines más arriba, con polar, con buzo, y eso lo metí a una juguera junto con la estética de los boxeadores. Conocí al club México, por una ex pareja que tuve, y conseguí una camiseta que decía “club México”, y los guantes los corté… y ¡Pum!, cree ese look, que le dio esa choreza a Yesenia, creado desde la observación.
Con Amanda Rodríguez en “Purasangre” llegas a tu primer protagónico. ¿Qué desafíos recuerdas haber asumido gracias a este personaje?
Recuerdo el día que le conté a mi familia, en un asado familiar en La Florida, hicimos un brindis, yo estaba feliz y muy orgullosa porque todo fue fruto de puro trabajo, puro esfuerzo. No tengo un apellido ligado al arte, no tengo una familia vinculada a la actuación. Y esto no lo digo para creerme la muerte, sino para inspirar a los actores y actrices que quieren comenzar su carrera y sienten que no tienen redes o que no tienen ningún vínculo con el mundo del espectáculo, para que sigan trabajando, porque el oficio actoral es de mucho trabajo, mucho estudio, mucha memoria. Un proceso de creación muy humano. Lo celebré mucho a nivel de familiar. Y me puse a trabajar la sensualidad, porque esta mujer debía conquistar a tres hermanos, los Callassis, que eran interpretados por Álvaro Rudolphy, Luciano Cruz Coke y Benjamín Vicuña. Investigué sobre actrices seductoras antiguas como Vivien Leigh, Rita Hayworth, Sophia Loren, entre otras.
Trabajaste codo a codo con Gloria Münchmeyer…
Nuestras escenas con Gloria eran fantásticas, porque había humanidad dentro de esta villana, había razones que movilizaban, había fidelidad, había amor, y era muy bonito eso. No era el típico cliché.
En esa teleserie debías andar a caballo. ¿Recuerdas cómo fue ese proceso?
Sí, recuerdo que para el registro del primer capítulo yo debía subirme a un potro salvaje, un semental que había estado guardado por años y que no había sido montado por nadie. Yo sufrí mucho con ese animal, sólo quería matarme, me botada en el picadero, me tiraba contra los palos, se paraba en dos patas, corría. El caballo me odió. Yo llegaba llorando a mi casa a darme baños de agua caliente porque tenía el cuerpo súper moreteado, súper adolorido. Sin embargo, era un caballo hermoso, gigante, un purasangre seleccionado por el área dramática para abrir la teleserie. Logré cabalgar sobre él a pelo, sin montura. Era traumático. Cuando llegó el momento de grabar la escena, en donde estaba el elenco, la familia Callassis, la indicación era partir en un lugar y terminar en un punto justo para que la cámara me pudiera registrar. No era parar y terminar en cualquier lugar, era parar a este caballo salvaje en la marca indicada y actuar. Yo estaba muerta de miedo, de no hacerlo bien, de caerme, porque iba a galopar fuerte. Me subo al caballo, con un vestido muy cortito y el animal estaba botando humito por las narices, muy molesto. Estoy esperando la señal para partir y un caballero, muy silencioso, se acerca a mí y me dice: “es valiente usted, porque yo que conozco este caballo no me subo ni cagando. Porque este caballo fue campeón, era de los más rápidos de su generación, pero nunca más nadie lo volvió a montar, lo han tenido guardado años como semental y usted es la primera que se sube”. Yo quedo impresionada, y de pronto escucho… ¡Acción! Y ahí puse a prueba todo lo que había aprendido, la conexión con el caballo, atreverme, atreverme. Me acuerdo perfecto de aquel momento, porque fue muy fuerte para mí. Pero finalmente todo salió perfecto.
El año 2005 te cambias de elenco y realizas “Los Capo”, una teleserie que hablaba sobre la vida de inmigrantes italianos en el sur de Chile. A la apuesta no le va muy bien en sintonía…
Lo que paso es que se emocionaron mucho con el italiano. En vez de poner ciertas palabras, se metió más vocabulario, se hizo un poco incomprensible para la audiencia. Volvimos a grabar, cambiamos ciertas cosas, pero la gente ya se había quedado con esa sensación del idioma.
¿Qué recuerdos tienes de ella?
Yo la disfruté un montón. A mí me encantó hacerla, la verdad es que el rating no me pega tanto, no pongo en juicio mi entrega por tener más o menos puntos de rating. Era una teleserie bella, hermosa historia, mi personaje Marietta, una mujer humilde, madre de dos niños, inmigrante, viviendo todos en un caserón, probablemente fue así acá en Chile. Yo tengo familia italiana por parte de mi madre, yo quise participar esa historia por eso, por honrar esa conexión de sangre que tengo. Me encantó, me encantó tener clases de italiano, además tuve un súper compañero, Juan Pablo Ogalde. Él es muy intenso, real, las escenas tenían mucha verdad, era un gusto. Todo era muy cuidado, los vestuarios de época, los maquillajes, los peinados, la iluminación, mucho trabajo para iluminar las escenas nocturnas. Y ese pueblo que se construyó era espectacular.
En el año 2008 llegas a las teleseries nocturnas con el rol de María Pradenas en “El Señor de la Querencia”. ¿Lo recuerdas como un papel especialmente dramático?
Hermoso trabajo, lleno de humanidad, muy lindo trabajar con Antonia Santa María, ella es súper profesional, actuar con ella era entrar a mundos de mucha verdad, de mucha emoción, mucha concentración, como a mí me gusta actuar. También compartí con Álvaro Espinoza, segunda teleserie en que nos toca actuar juntos, después de “Cómplices”. Había comunicación, había confianza, por eso logramos una dupla tan buena. Mucha verdad, mucha libertad al momento de proponer, es muy rico tener a un compañero abierto a proponer, al director a proponer, a todo el mundo muy abierto. En esta teleserie vi algo particular, cuando entraba a los camarines, veía a mis compañeros leyendo todo el guión y eso no sucede siempre. A veces uno se va a sus escenas, sabes en lo que va la historia, ¡pero estaba tan buena la novela! que todos nos hacíamos chupete los capítulos cuando salían, y eso no siempre pasa.
En el año 2010 te vas a Canal 13 y realizas “Feroz”, una teleserie que abordaba la vida de hombres lobos. ¿Te gustan estas temáticas en televisión? ¿Volverías a hacer este tipo de trabajos?
¡Me encantan! Yo me he dado cuenta que, como persona y como actriz, tengo emociones muy intensas. Con mi nivel de intensidad más mis rasgos obsesivos, que tiene que ver con la perfección, hace que sea la actriz intensa que soy. Esta intensidad de emociones me permiten llegar a lugares emotivos que la gente puede sentir, entonces lo que podría ser un defecto, yo lo transformo en una virtud. Entonces con estos personajes fantásticos, como una mujer lobo, que es mitad humana, mitad animal; los animales sienten nivel dios, tienen rabia, se comen al enemigo, a mí me vienen muy bien, porque puedo llegar a la fantasía, a comerme a alguien, perseguir a alguien, odiar a alguien, poner los ojos rojos, que se me salgan los dientes, y querer matar. O sea, se me es muy fácil y además es divertido, me libera, y hay una corporalidad animal que a mí me encanta explorar, todo ese juego que también exorcizan esas energías intensas que están ahí y que uno libera en forma de ficción. Así que, aplaudo a canal 13 por haberse atrevido a contar esa historia tan arriesgada.
¿Cuál es tu personaje favorito en teleseries?
Es difícil, porque todos tienen algo mío. Pero Amneris, de “Corazón de María”, lo recuerdo con especial cariño. Era una vendedora de flores, adorable. Tenía la lengua corta, hablaba especial, le faltaba un diente, era de una tremenda humanidad, de una simpleza. Muy femenina. Me tocó trabajar la comedia junto a Amparo Noguera, una tremenda actriz, con la cual hice una excelente dupla.
¿Recuerdas haber seguido alguna teleserie antes de ser parte de ellas?
Una teleserie que vi y me encantaba era “Ámame”. La protagonista, Ángela Contreras, era promotora y yo también hacia promociones en esa época, entonces enganché con ese personaje. Además, Ángela tenía un tremendo ángel y se veía preciosa. También recuerdo la canción “¡vamos todos a la casa del Jota!”.