En sus recorridos por diferentes continentes y países grabando los diferentes capítulos de la tercera temporada de “Socios por el Mundo”, Pancho Saavedra y Jorge Zabaleta suelen vivir experiencias incluso extremas. En el próximo capítulo del programa se exhibirá uno de esos momentos.
El episodio, que se emitirá este domingo, mostrará a ambos animadores en Benín, un pequeño país de habla francesa ubicado en el oeste de África, muy desconocido y misterioso para la inmensa mayoría de las personas. Allí se adentraron en las profundidades de la cultura local, marcada por las tradiciones de la espiritualidad animista. De hecho, es conocido como «la cuna del vudú».
Estuvieron, entre otras, en una ciudad llamada Posotome, donde visitaron un templo dedicado a castigar a ladrones, criminales y mentirosos, siguiendo los rituales para impartir justicia que dicta el vudú. El lugar, dedicado a divinidades, el ambiente estuvo dominado por el sonido de tambores, cantos y bailes. De acuerdo a lo que le relataron en la oportunidad, fueron los primeros extranjeros en presenciar este ceremonial.
“Esto es muy primitivo, estos rituales tienen miles de años, lo que estamos viendo tiene miles de años”, comentó Zabaleta tras esta vivencia.
Sin embargo, aquello no fue lo más fuerte que experimentaron durante su estancia en Benín. No, por lo menos, desde la perspectiva de Pancho Saavedra.
Prueba superada
Ocurrió que también los llevaron hasta un santuario donde la población del lugar adora a las serpientes pitón ya que son consideradas una divinidad. En la antigüedad, estos reptiles protegían a los reinos locales de los ataques enemigos y devoraban a los roedores que asolaban las plantaciones en el campo.
Para poder entrar a este espacio sagrado, los Socios por el Mundo tuvieron que purificarse con agua. El problema para Saavedra es que le tenía terror a las serpientes. No obstante, se propuso vencerlo.
Así, en un divertido segmento del episodio que se verá este domingo en «Socios por el Mundo», se verá cómo Pancho Saavedra pide, con voz temblorosa, que le coloquen una pitón sobre sus hombros.
“Cuando entiendo de lo que se trataba este templo y de por qué las veneran, mi percepción cambió y me hizo perder el miedo que yo les tenía”, reflexionó tras superar el trance.