El reconocido ex productor general del área dramática de TVN conversó con el podcast “Impacto en el Rostro” de Spotify, donde realizó un recorrido por algunas emblemáticas producciones que estuvieron bajo su mandato.
Además, el hoy dueño de la productora AGTV, realiza un diagnóstico del escenario actual y su visión sobre el futuro de las telenovelas.
¿Cómo llegaste a ser el productor general del área dramática de TVN?
En ese tiempo Verónica Saquel, que era la productora del área, tuvo una oferta de Televisa y se fue. Ella sólo se iba por un año, entonces a mí me nombraron como reemplazo de ella. Yo nunca me imaginé que me iba a quedar tantos años. Comencé a ser el productor de ambos semestres, yo estaba en la mitad de la torta, entre el estilo de Vicente Sabatini y el de Quena Rencoret. Con ella éramos más amigos, de hecho, tenemos la misma edad. Después, la Vero volvió a Chile y yo pensé que me iban a sacar del cargo, pero para mi sorpresa, me dijeron que yo lo había hecho bien y que continuaba en el área dramática.
¿Cuál fue la clave para seguir como productor?
En esa época no estaba todo el tema de la computación, estaba recién naciendo. Y en el área dramática se manejaban unos cuadernos universitarios, todo era escrito. La secretaria que tipeaba los libretos lo hacía con máquinas de escribir. Yo borré todo eso y puse computadores. Empecé a exigirle al canal que nos preparara de mejor manera. También recuerdo que años antes yo tuve la suerte de ir a Brasil, a comprar “Sucupira”, con unos dólares escondidos por aquí y por allá, era una cosa insólita. Conocí O Globo siendo muy joven, fue una cosa impresionante. Tuve la suerte de conocer guionistas como Alfredo Días Gomes, que hizo la versión original de “Sucupira”. A él le pregunté qué tenía que hacer para que nunca más tenga que ir a comprar guiones. Y él fue muy claro, “llama a gente del teatro, del cine, llama a escritores buenos e invítalos a hacer teleseries”. En ese tiempo el género era muy mal mirado. Bueno, yo creo que hasta el día de hoy una parte de una elite cree que hacer una telenovela es medio rasca. Pero hacer una teleserie es como hacer un rascacielo, lo más parecido a hacer una obra en construcción, en términos de planificación de producción, para qué decir la parte creativa. Y nosotros antes hacíamos una tras otra. Entonces, sólo la pasión hacía que tú lograras hacerlas con cariño. Y eso se traspasaba en la pantalla.
“Oro verde” y “La Fiera” fueron teleseries grabadas en el sur de Chile y sus últimos registros se hicieron en pleno invierno. ¿Esta condición encareció el rodaje?
Ese tipo de teleseries fueron épicas. “Oro Verde” fue la primera que hicimos donde teníamos que salir más de 120 personas en avión, luego en buses y ver el alojamiento. Era una logística tremenda. Y con una plata que yo creo que si uno le contara a un productor de Hollywood no lo podría creer. O sea, era puro cariño y pasión. Mas encima, con sindicatos, con técnicos que uno tenía que establecer relaciones, convencerlos de que el proyecto era de todos. Y el costo no era tan alto para la época. Éramos bastante ordenados. Y, además, lo que ganaba el canal superaba con creces la inversión, porque era otro mercado, la torta publicitaria era bastante más grande que ahora. Los problemas que tuvimos de grabar en invierno fue el costo humano. Hemos tenido una cantidad de anécdotas muy bonitas y otras muy tristes, en “Oro Verde” se nos murió un bebé recién nacido de muerte súbita, a una pareja que nos manejaban los extras. Y nosotros estábamos en plena grabaciones. También recuerdo que una vez nevó y estábamos con el móvil enterrado. Todo el equipo tuvo que empujar, fue épico. Si los cabros que trabajaron ahí no hubiesen sentido que era de ellos, no hubiesen movido ni una pata.
«Tic Tac» fue la segunda teleserie en donde fuiste productor general. Contó con una serie de particularidades que la tildaron como “adelantada para la época”. ¿Crees que fue así?
Hasta el día de hoy Vicente Sabatini me molesta con «Tic Tac» (Ríe). En esa época yo trabajaba con ambos directores. Recuerdo que si ganaba Vicente, yo no me podía alegrar mucho frente a la Quena, porque igual era como raro. Yo, la verdad, me alegraba más cuando ganaba la Quena, porque a ella le costó mucho más instalarse. Y cuando hicimos “Tic tac” fue realmente una volada, siempre pensamos en hacer un cómic. Yo me enteré que el grupo argentino Illya kuryaki and the Valderramas había hecho un tributo a Queen, y a mí como me encanta la música, le dije a la Quena que pusiéramos la música entera de Queen. También recuerdo que detrás de esta teleserie trabajamos con un loco de patio que era Carlos Leppe, el director de arte. Él ayudó mucho en “Tic Tac”. Armamos esa teleserie con las puras ganas de jugar, de armar algo distinto y también innovador. Si esta teleserie se hubiese hecho más adelante, hubiera sido un golazo. De hecho, a la repetición le fue mucho mejor que a la primera emisión. Fue una teleserie increíble. Hace poco vi un Twitter la escena en donde convertíamos en gallina a la Coca Guazzini (Ríe) Entonces, no puedo creer que nos hayan aguantado hacer esta historia. Realmente los que manejaban TVN en ese tiempo fueron súper generosos con nosotros
En “Iorana” el equipo del primer semestre debió trasladarse a una isla remota, en tiempos donde la frecuencia de viajes era muy limitada…
Había mucha inseguridad. Cuando llegamos a contarle a los ejecutivos la idea de hacer “Iorana” en Rapanui, ellos nos dijeron que la isla estaba maldita, que Canal 13 había hecho una historia ahí y que les había ido como las pelotas. Pero los pascuenses nos hicieron un rito que consistía en comer una gallina cruda. Kevin Costner no había comido la gallina, por eso le había ido mal a la película. Y yo como soy supersticioso, yo soy el más cabalero de los tres, Vicente me terminó haciendo caso, y nos terminamos comiendo la gallina entera. (Ríe) En esa teleserie nos pasaron muchas cosas. Se murió la mamá de Vicente y él no pudo despedirse de su madre porque no había avión para volver. A Lorene Prieto le dio apendicitis. La fui a dejar al hospital de la isla, ella no quería estar ahí, pero no había otra alternativa. Después hubo una pelea entre un antiguo director muy gordo (ríe) y un rapanui. El encuentro dejó a un asistente de cámara con un ojo bien reventado. Afortunadamente, el avión llegaba al otro día y lo mandé urgente a Santiago. Todas estas anécdotas las cuento hoy día porque no sé si exista un equipo que sepa manejar este tipo de conflictos. Yo creo que a ese asistente de cámara hoy lo hubiesen despedido. Yo no sé si los jefes de nosotros se enteraron que el productor ejecutivo tenía una hija recién nacida, que al director se le había muerto su mamá, que una actriz casi se nos muere, qué se yo. Nos pasaron miles de cosas. Pero supimos salir adelante porque era un equipo muy aperrado. En algún momento alguna persona de la competencia nos llamó para llevarnos a los tres. Y no quisimos irnos. Con Vicente teníamos la convicción que la importancia que tenía TVN en el país era tremenda. Y lo sigo creyendo. Me da una pena feroz como está hoy el canal. Me encantaría ayudar al canal, me encantaría ser un aporte y ellos lo saben. No volvería, mientras pueda, a hacerme cargo de un cargo ejecutivo porque tengo mi propio sueño que es mi empresa, pero creo que TVN es un canal grande que debe volver a tener la importancia que tuvo en esos años.
Para “Aquelarre” y “Pecadores”, debieron construir pueblos ficticios. ¿Fue un desafío para la época?
Hoy en día, después de haber construido tantos pueblos, se puede ver como algo más simple, porque ya sabes cómo hacerlo. Había trabajado antes en “A la sombra del ángel” y en “Estúpido Cupido”, pero yo era coordinador de piso, entonces vi como se hizo y empecé a entender la lógica. Entonces, hicimos una intervención de lo que estaba de “A la sombra del ángel” y paramos el pueblo de Aquelarre. Yo creo que la gracia de esta teleserie fue ayudar a la Quena a hacer una teleserie como las que hacíamos con Sabatini, lo que me creó un poco de problemas con Vicente en esa época. Algunos roces que tuvimos que limar.
¿Consideraba Vicente que “Aquelarre” era de su sello?
Tenía cosas de él, pero son cosas que quedan en el partido. Fue terrible en su minuto, pero lo supe manejar porque yo tengo un carácter fuerte también. Yo privilegiaba el área, yo quería que a los dos semestres les fuera bien. Por eso me pagaban. Vicente pudo haber sentido que era su estilo, pero ese estilo no era de él solo tampoco. Yo también participaba de los guiones, de las historias, de la música. Pero los directores tienen todo el derecho a sentir que son mas dueños de sus teleseries, porque están en el día a día, están en las horas de trabajo, con las escenas a escenas. Yo estaba más arriba de cada proyecto y luego me iba a armar el siguiente.
“Aquelarre” le dio la victoria a TVN, luego de varios años de derrotas en el segundo semestre…
Yo me acuerdo haberle dicho a la Quena, pongamos la casa de Bernarda Alba, hagamos cosas como los brasileños, como la novia de la noche, en fin. Y la Quena hizo una puesta en escena súper buena. Y yo me alegré un montón que le fuera bien a “Aquelarre”, porque fue un desafío grande, fue el primer gran desafío para la Quena de hacer una teleserie con una mega producción. Siempre el segundo semestre tenía menos presupuesto, siempre. Y después lo fui equiparando, fui peleando para que se parecieran más. A la Quena le costó más instalarse. Yo a mi amiga la echo harto de menos, bastante. Me gustaría volver a hacer algo con ella y ojalá se dé, pero no solamente una cosa de negocios con la productora, algo entre nosotros.
¿Es verdad que cambiaron el final de “Aquelarre”?
Sí. Rudolphy se iba a morir de leucemia. Y yo estaba preparando “Romané” en Mejillones cuando me llama por teléfono un señor que no conocía. Me dice que tiene un hijo que ha visto todas las teleseries de TVN, que tiene leucemia y si matábamos al personaje, también íbamos a matar a su hijo. Yo corté el teléfono, llamé a la Quena, le conté y quedó muy afectada. Cuando volví a Santiago hablamos y decidimos no matarlo. No habíamos grabado, pero ya estaba escrito el final. Entonces, llamé a Fernando Aragón, el guionista jefe de “Aquelarre”, le comenté y él me discutió harto. Me dijo, “tú no te puedes hacer cargo de cada cosa que diga la audiencia”. Lo más seguro es que tuviera razón, pero yo me hubiese quedado con una culpa tremenda. Y cuando terminamos de grabar, llevé a Álvaro Rudolphy y Sigrid Alegría a conocer al niño al hospital y al mes de eso se murió. Pero yo me quedé, por lo menos, con la sensación de que podíamos cambiar una vida, que era más importante que lo otro.
¿Fue “Pampa Ilusión” la teleserie más cara del primer semestre?
No me acuerdo que haya sido la más cara. En general tenía el mismo presupuesto para todas, por lo tanto, había que ingeniárselas. Los costos dependían de la negociación que tú hacías. Por ejemplo, todavía podías hacer canje de avión. O en temporada baja, nos hacían descuentos en los hoteles. Más allá de eso, “Pampa ilusión” es la teleserie más compleja en términos de producción. Cualquiera podría decir que fue “Iorana” por la lejanía, pero en Humberstone tuvimos que hablar con el Consejo de Monumentos Nacionales, ser muy rigurosos con lo que tocábamos y con lo que teníamos que “arreglar” o restaurar. Desde el color de la pintura, la textura, todo debía ser supervisado.
¿Cómo manejaron el gran éxito que tuvieron estas producciones?
El gran secreto fue no sentirse exitoso. Con Vicente, siempre privilegiábamos que la salida al aire nos calzara con un viaje fuera de Santiago, para no estar en el canal. Y no porque no quería estar con los ejecutivos, era por la presión que uno tenía. Era muy alta. Yo me acuerdo con Sabatini teníamos una frase, algo así como una cábala, aunque a él no le gusta decir que cree en esas cosas. Él me daba un abrazo y me decía “puede que ahora nos toque” que significaba “puede que ahora nos toque perder”. Me acuerdo que con la Quena en los lanzamientos nos daba una cosa impulsiva y nos íbamos a comprar ropa. En realidad, era una excusa para irnos del canal. La presión era terrible.
¿Recuerdas el proceso creativo de “Amores de Mercado”?
“Amores de Mercado” ha sido la teleserie más rápida que se nos haya ocurrido hacer, y no porque hayamos sido súper capos, la verdad estábamos atrasadísimos. No sabíamos qué hacer, se nos venían los plazos y los ejecutivos nos pedían la idea y no había. Entonces, hicimos una especie de licitación, teníamos a 10 o 12 guionistas, y la Quena les pidió a todos hacer algo entre ricos y pobres. Y me acuerdo que llegaron distintos proyectos, unos que tenían que ver con la guerra del agua en regiones, entre otros. Hasta que llegamos a la teleserie y “Amores de Mercado” nos encantó. Tuvimos grandes divergencias con los autores, Arnaldo Madrid y Fernando Aragón, los reyes católicos como los conocemos en la industria. Y yo me mandé un desatino con Fernando. Él presentaba muchas versiones del capítulo uno y no era lo que queríamos. Llegó a presentar once versiones. Y un día le digo a la Quena que hay que cambiar al equipo de guionistas. Aragón proponía que Pelluco y Rodolfo fueran una tragedia. Él quería que fuera un drama, no quería comedia. Y nosotros le decíamos que Pelluco tenía que ser Cantinflas, un hombre que la cagaba siempre, alguien simpático, popular, que se mete en un mundo que no va a saber desenvolverse, en fin. Entonces, llegó con una versión en comedia y yo le digo una frase, que hasta el día de hoy me arrepiento: “te pedí comedia, pero no el ‘Jappening con Ja’”. Me acuerdo que él, muy ordenado, empieza a cerrar sus libros, sus cuadernos, me da la mano y me dice, “estimado Pablo, hasta aquí llegamos”. Pero, en definitiva, era una manera de zafar, porque estábamos entrampados con el equipo creativo y había que darle una solución.
¿Y cómo llegan a armar un nuevo equipo?
Me acuerdo que la Quena estaba desesperada, y yo le propuse a un cabro que acababa de entrar, que hacía resúmenes a los ejecutivos para que no se leyeran los capítulos completos. Lo había metido al equipo de Víctor Carrasco, que se llama Alejandro Cabrera. Y cuando llegó al equipo, dio con lo que buscábamos. Hicimos la teleserie que hicimos, pero nunca pensamos el éxito que iba a tener, fue una sorpresa para todos.
Luego del éxito de “Amores de Mercado”, una teleserie de gran éxito y grabada en Santiago, ¿se le cuestionó a Vicente Sabatini el hecho de salir a regiones?
Cuando tú marcas ese nivel de rating es poca la gente que se te va a acercar a decirte algo. Y la verdad siempre estuvimos esperando que nos dijeran algo. Pero los ejecutivos entendían que eran dos estilos distintos y había que potenciarlos. Yo también recuerdo que cuando fui ejecutivo, fui jefe de Felipe Camiroaga y Rafael Araneda. Y, obviamente, había roces entre los dos, en muchas ocasiones. Yo, por separado, les decía a los dos que nos servía que fueran diferentes, nadie quería que el Rafa sea Camiroaga y viceversa. Los queríamos a los dos por lo que eran. Y lo mismo con la Quena y Vicente, había que manejarlos así, con todas las diferencias que tenían ellos dos, porque amigos no eran.
¿Nunca fueron amigos?
No. Y en mi caso yo era más cuidadoso con la Quena porque era más amigo de ella. Yo hasta el día de hoy no conozco la casa de Vicente, pero nos tenemos un cariño enorme, de dos personas que hemos hecho grandes cosas. Hay un respeto profesional. Nadie gana nueve años seguidos sin que haya talento. Se tuvo que ir uno de nosotros como la Vero Saquel y nos gana con “Machos”.
Luego de nueve años, el equipo de Vicente Sabatini pierde el liderazgo con “Puertas Adentro”. ¿Cómo lo recuerdas?
Es la teleserie de la discordia con Vicente. Cuando me propuso la idea, yo le dije “estás loco, yo no voy a hacer una teleserie de la pobreza en un país en donde hay más pobres que la cresta y los pobres no quieren verse en la tele”. Hasta el día de hoy Vicente me dice, “pero igual sacamos 30 puntos”. Era verdad, pero eran 30 puntos de esa época, no sé cuantos corresponden a hoy. Ésa fue la época de la culminación mía del área dramática. Fue la primera vez que tuve una diferencia grande con Vicente, se lo dijimos con el guionista, de hecho. Hasta el día de hoy no es una teleserie que me hubiese gustado producir. La hice porque la tenía que hacer. No me gustó la manera asistencialista de ver la pobreza. Me acuerdo que cuando llegamos a la toma de Peñalolén, Vicente me dice, “mira, que se ve bonito”. “¿Cómo se puede ver bonito esto si vivir aquí debe ser horrible?”, le contesté. Y ahí se notaban las diferencias ideológicas de ver el mundo. Vicente la hizo igual y le fue bien. Pero me dio rabia porque podríamos haber cumplido una década ganando con las teleseries. Nosotros teníamos “Cómplices” en carpeta, ésa debió haberse hecho en el lugar de “Puertas Adentro”. Pero ya veníamos con el bichito de que se nos había agotado estos mundos cerrados, de viajar a regiones. Y también tuvo que ver con la crisis asiática, entonces el canal nos pidió bajar los costos. Yo ya estaba cansado y empecé a sentir que no debía hacer más teleseries. Y después este sentimiento siguió con “Los Capo”, nuevamente le había dicho a Vicente que no era la teleserie que debíamos haber hecho.
¿Cuáles son los desafíos para las futuras teleseries?
El cambio tecnológico ha sido muy brusco, el cambio de hábito de ver una pantalla. Y, por lo tanto, hoy en día, la ficción está mutando. Y yo creo que la telenovela como género también va a tener que mutar, desde la manera de crearla hasta producirla. La televisión abierta está en un cambio vital producto de la baja inversión publicitaria pero también del habito de la gente de sentarse a ver la televisión. O sea, hoy en día es impensado convencerte a ti que sólo llegues a las ocho de la tarde a ver lo que yo quiero que veas, cuando tú hoy en día agarras un tablet y puedes ver la serie que dejaste de ver en la noche. Ese tipo de cosas van a transformar al género. Yo creo esto va a terminar con la teleserie, no sé en cuantos años más. Ahora, mientras todavía siga gente dispuesta a ver y mientras siga siendo un negocio relativamente bueno para los canales y los productores independientes como yo, obviamente yo lo voy a seguir haciendo e intentando de la mejor forma.
¿Alguna autocrítica?
Hemos cometido errores en este último tiempo, hemos tratado de torcer la nariz al género haciendo más una serie novela que una teleserie, como por ejemplo “Pacto de Sangre”. Esta teleserie no fue exitosa, puede que haya levantado al canal económicamente un poquito, pero no fue una telenovela que marcara un rating hogar sobre los 15 puntos, fue más bien cercano a los 10. Hizo mucha resonancia en un público que no estaba viendo teleseries o televisión abierta. Y trajimos un público, pero se nos escapó el otro. Entonces aprendí mucho haciéndola. Hoy en día estoy en riesgo como cualquier otra productora a irme a la quiebra. Si no logramos grabar pronto, puede que esta productora muera. Pero estamos todos en la misma, endeudados hasta el cuello, esperando salir de esta. A mí me encantaría, para poder seguir haciendo lo que me gusta.