Alguna vez, el autor venezolano de teleseries Alberto Gómez («Abigaíl», «Gata salvaje») dijo que le gustaba ver telenovelas chilenas «porque son muy diferentes a mi estilo». No tengo claro si pensaría lo mismo luego de ver «Mujeres de Lujo«, la extraña, chula, cachonda y apasionante primera teleserie nocturna de Chilevisión.
Porque lo que Coca Gómez y equipo nos entregaron anoche fue melodrama directamente importado de Venezuela o Miami, escasamente adaptado a la realidad chilena (¿es necesario? ¿buscamos los chilenos desesperadamente reflejarnos tal como en 1990? ¿no es «la realidad chilena» un invento de Sabatini que pasó de moda gracias a «Machos», donde también estuvo la mano de Gómez?), pero con un componente del siglo XXI que deja como anacrónico cualquier intento de historia moralista, ingenua y químicamente pura a lo Televisa. Prostitutas y detectives, tetas y balazos: una mezcla que Telemundo inscribió como su marca registrada en teleseries plagadas de testosterona como «Sin tetas no hay paraíso» o «El rostro de Analía», esta última emitida con éxito por el propio Chilevisión en horario de sobremesa.
Porque acá estamos sepultando de forma definitiva el mito del siglo pasado que dice que las teleseries son, por esencia, un género para mujeres. «Mujeres de Lujo» está pensada para cautivar a los hombres, pero a la vez es profundamente femenina. El personaje de Fernanda Urrejola demuestra que no es necesario ser virginal para ser una heroína clásica: torturada y víctima de un secreto del pasado, pero dueña –y empresaria- de su sexualidad. Casarse con un millonario llamado Licenciado Luis Fernando ya no es necesario: acá el dinero lo factura ella misma y de la forma más antigua posible. Y las demás son una gama de mujeres que llegaron al oficio por distintos motivos y lo enfrentan de forma distinta: la que lo hace por plata, la que lo hace porque quiere, la que lo hace porque está atrapada en la droga.
La gracia de «Mujeres de Lujo» es -hasta ahora, al menos- no sermonear con el tema de la prostitución, ni tampoco promoverlo (¿es posible, en un país con una economía estable y avances valóricos liberales, sobre todo entre los adolescentes, que una teleserie sobre prostitutas fomente la prostitución? Lo dudo). Son putas tal como podrían haber sido peluqueras, ejecutivas bancarias o periodistas. Lo que ya no se admite es una mujer cuya vida gire en torno al hombre del cual está enamorada/obsesionada. De hecho, es más bien al revés. ¿Los hombres somos las nuevas mujeres? Es lo que nos vienen diciendo hace mucho.
Gran parte del mérito de esta teleserie se lo lleva el talentoso Patricio González («Sin Anestesia»), quien demuestra que está a la altura de las circunstancias. Algo de eso se nos adelantó en las escenas del próximo capítulo, con la fabulosa ¿muerte? del personaje de Javiera Acevedo. Un buen inicio, con un trabajo de cámaras destinado a lucir cuerpos en un inicio, para más tarde someterse a las necesidades de la historia. Sin duda un avance respecto a lo que hasta ahora ha logrado Chilevisión en horario vespertino.
«Mujeres de Lujo» era justo lo que necesitábamos para el verano, sobre todo cuando no estamos en la playa ni tenemos al lado una chica como Fernanda Urrejola: evasión, sensualidad, pistolas, un Vito Corleone tropical -el soberbio personaje de Héctor Noguera, tan mal actuado a propósito que funciona-, una trama sin vergüenza de sí misma y con más pretensiones de las que parece a simple vista, que debería cautivar a un público amplio. Ante un experimento que le quedó grande a su casa televisiva («Conde Vrolok») y otro que recuerda a lo peor de los clásicos de relleno veraniego de los 90 («El Hormiguero»), la cuarta teleserie producida por Chilevisión debería cumplir un buen papel, no sólo en Chile, sino en el extranjero. Tiene los ingredientes necesarios: la clave, como siempre, está en la mezcla.