Después de esta crisis, todos los que decían que Mon Laferte se había mexicanizado al punto de olvidarse completamente de sus raíces tendrán que comerse sus palabras con aceto balsámico. Desde el primer momento del estallido social iniciado el 18 de Octubre del 2019, la “chilanga” -expresión coloquial que identifica a los que viven en Ciudad de México- más chilena de todas ha demostrado un notable y conmovedor compromiso con la contingencia nacional.
Mon se pronunció a favor del movimiento ciudadano a través de sus redes sociales y, cacerola en mano, encabezó las protestas frente a la embajada chilena en el DF. Luego subió su primera proclama artística: su bellamente minimalista cover de “La Carta” de Violeta Parra, donde con su guitarra y su voz nos sacó lágrimas a muchos. Aprovechó el tributo a José José en el Zócalo para denunciar lo que estaba pasando en Chile antes de regalar una notable versión de “Amar y Querer”, clásico del fallecido “Príncipe de la Canción”.
Tan pronto como pudo, se embarcó a Chile y se puso a las órdenes del movimiento como una ciudadana más. Participó del soberbio cover de “El Derecho de Vivir en Paz” siendo parte de un verdadero “Dream Team” de la música popular chilena junto a Roberto Márquez, Cami, Joe Vasconcellos, Francisca Valenzuela, Moral Distraída, Manuel García, Drefquila, Princesa Alba y un largo etc. El remate del clásico de Víctor Jara, cuando las poderosas voces de Mon, Cami y Fran Valenzuela cantan al unísono, conmueve hasta a las piedras.
Luego de eso, Mon se sumó a un grupo de artistas callejeros que pintaron un bello mural en Valparaíso, para luego incorporarse a un colectivo de artistas y profesionales que recorrieron diversas zonas atendiendo a la población y llevándole un poco de entretención. Entre medio, se ganó el premio MTV EMA 2019 al Mejor Artista Latinoamérica Norte, el cual agradeció con un video que finalizó con ella saliendo de pantalla para que se viera un rayado que decía “No + Milicos”.
Sin embargo, lo mejor estaba por venir. Volvió a Norteamérica para participar de los Grammy Latinos en Las Vegas. Si bien por redes sociales expresó su desazón al estar en la “ciudad del pecado”, mientras recibía noticias de niños encarcelados en Chile, dio rienda suelta a su talento y creatividad: se mandó un genial cover en clave arrabalera de “La Paga” en el tributo a su amigo Juanes como personalidad del año 2019 en la ceremonia. Transformó la canción del colombiano en un tango con todas las de la ley, y superó su comentada performance del año anterior, cuando hizo una soberbia versión de “Mi Soledad y Yo” en el tributo a Alejandro Sanz.
El día siguiente se ganó su segundo Grammy Latino por mejor álbum alternativo por su joya “Norma” y en su mensaje de aceptación leyó una hermosa décima de la cantora “La Chingadera” dedicada a la contingencia: «Chile me dueles por dentro, me sangras por cada vena, me pesa cada cadena que te aprisiona hasta el centro. Chile afuera, Chile adentro, Chile al son de la injusticia, la bota de la milicia, la bala del que no escucha, no detendrá nuestra lucha, hasta que se haga justicia»
En la Alfombra Roja de los Latin Grammy, Mon fue protagonista de la performance más jugada de un cantante en un evento mediático desde Sinead O’Connor rompiendo la foto de Juan Pablo II en el “Saturday Night Live”: el ya legendario topless con “En Chile Tortura, Violan y Matan” escrito en su cuerpo y el pañuelo verde de los partidarios de la legalización del aborto en su cuello. Buscó provocar y llamar la atención, y claramente lo logró, al punto de opacar la misma ceremonia. Mon hizo gala de un coraje y unas agallas tremendas. No cualquiera hace eso a sabiendas de las críticas a las que se expone, tanto de aquellos presos de esa mojigatería pueblerina que les hace escandalizarse por unas pechugas en pleno siglo XXI si no son destinadas a la excitación masculina, como de aquellos adictos al porno que se burlaron del tamaño sus pechugas. En la misma gala su coterránea Cami fue con un vestido que dejó poco y nada a la imaginación, y nadie la infló ni se escandalizó.
La guinda de la torta fue “PLA TA TÁ”, la primera incursión de Mon en el género urbano, de la mano del reggaetonero boricua Guaynaa. La voz de Mon fue grabada en tiempo record al más puro estilo youtuber, en un estudio improvisado en una pieza de un hotel de Las Vegas con los sillones dados vuelta para que las almohadas anularan el eco. Una “tiradera” al más puro estilo de Residente, con líricas fulminantes, asertivas y al hueso como “A los papito’ de corbata Se los come con limón esta gata”, “Somos caleta, más que los paco’, Somos más choro’, peleamos sin guanaco”, “Esta generación tiene la revolución, Con el celular tiene más poder que Donald Trump” y “Marihuana clandestina ¿Pero cómo, si la fuma toda América Latina?”. Todo musicalizado con reggaetón con mucho flow con elementos de cumbia y folklore andino. ”PLA TA TÁ” vio la luz en el momento preciso, y se transformó en un clásico instantáneo.
¿Qué más se puede decir de esta ARTISTAZA? Jugada, valiente, llena de conciencia social, humilde al dejar de lado su condición estelar para sumarse como una más a la causa chilena. En lo artístico, SECA y VERSÁTIL. Puede cantar baladas, boleros, pop, tango, salsa, cumbia, raíz folklórica y ahora reggaetón tan bien o incluso mejor que los exponentes del género; su voz y su pasión en el escenario es capaz de conmover hasta al más duro de corazón; transforma canciones de otros artistas en obras de arte musicales con su propio sello; puede grabar un álbum en una sola toma en los legendarios estudios Capitol, como lo hizo con “Norma” y hacerlo en un estudio improvisado en un hotel, como lo hizo con “PLA TA TÁ”; y se puede parar de igual a igual con artistas tan disímiles como Jorge Drexler, Plácido Domingo, Juanes, Alejandro Sanz, Gwen Stefani, Los Auténticos Decadentes, Enrique Bunbury, Inti Illimani y ahora Guaynaá. De no ser porque le tocó compartir época con fenómenos musicales de alcance planetario como “Despacito” y Rosalía, tendría muchos más premios Grammy Latinos que los dos que lleva.
Mon está “On Fire”. Mon Laferte ha dado claras muestras de ser una cantante de clase mundial. Ya hay gente que piensa que se ganó el derecho a formar parte de la galería de los más grandes de la música popular chilena junto con Violeta Parra, Víctor Jara y Jorge González, y estoy empezando a creer que no es para nada exagerado. Y para más remate tiene apenas 36 años, por lo que Dios mediante podemos esperar muchas mejores cosas de ella. Es un privilegio compartir época con esta bestia del escenario.