Mon Laferte está viviendo el mejor momento de su carrera. Casi una semana después de su exultante show en el Festival de Viña, se ha instalado una especie de “Mon-manía”. Los videos de esa actuación están entre los más vistos en Youtube, lo que revela que se ha transformado en una verdadera adicción para muchos; en cuatro días agotó las entradas para sus conciertos de finales de Junio en Santiago y Viña del Mar; y los medios han puesto atención en la historia de esta viñamarina de nacimiento que, después de pasar por “Rojo: Fama Contrafama” se fue a México en busca de desarrollar una carrera donde pudiera tocar la música que ella quería en vez de terminar como una copia al carbón de Myriam Hernández. Estuvo años “pelando el ajo”, inmersa en una intensa búsqueda musical que la hizo pasar por el metal, la balada, lo indie y el bolero. Las estaciones del metro, las calles y los locales del DF fueron para ella lo que el Barrio Rojo de Hamburgo fue para Los Beatles: lugares donde tuvo la oportunidad de tocar hasta el cansancio, ganar muchas horas de “carrete” sobre el escenario y obtener la práctica necesaria para transformarse en una gran artista.
Entre medio fue jurado del programa «Factor X» de TVN, donde se recuerda su mala onda con el tenor Tito Beltrán (gran artista y «tanque a pedales» rematado), quien la troleó de manera odiosa vía redes sociales por el vestido de inspiración autóctona con que Mon fue a la gala del festival, y que fue motivo de comentarios poco afortunados que terminaron provocando las quejas de la artista viñamarina durante y después del evento.
Su historia es más “cortavenas” que las letras de sus canciones: una chica esforzada de la población Gómez Carreño de Viña del Mar, hija de padres separados, que se vio obligada a dejar sus estudios para vivir del canto; criada por su madre y su abuela; una vez en México superó un cáncer a la tiroides que amenazó con truncar su carrera, y un doloroso quiebre sentimental que la tuvo con depresión y por las cuerdas, pero del cual surgió como bendita medicina “Tu falta de querer”, un clásico instantáneo por derecho propio, la respuesta latinoamericana a “Rolling In The Deep” y a “Someone Like You”. Aunque Mon evoca con su presencia y talento a la fallecida Amy Winehouse (espero fervientemente que los parecidos queden hasta ahí), creo que es la “Adele de habla hispana”.
Se notan influencias de otros artistas en su música. Por ejemplo, «Si Tu Me Quisieras» parece canción de Los Tres. No cuesta nada imaginársela cantada por Alvaro Henríquez y podría haber sido perfectamente parte de «La Espada y la Pared».
Hasta antes de Mon, la única integrante de “Rojo” que había triunfado en el escenario de la Quinta Vergara era María José Quintanilla el 2004. La ex ”rancherita”, ahora una hermosa joven y muy buena cantante, no ha explotado aún como algunos esperaban, pero no creo que haya que darla por desahuciada. Cabe recordar que hace algunos años María José, una chilena dedicada a la música ranchera, fue a probar suerte a México, el mismísimo país de las rancheras, y fue apadrinada nada menos que por Juan Gabriel. Eso es como si un rockero chileno se fuera a Inglaterra y fuera apadrinado por Paul McCartney. Quizás la imagen de la “rancherita” se nos quedó demasiado pegada en la retina, y nos cuesta verla como mujer y artista adulta.
Mario Guerrero pasó sin pena ni gloria por el Festival de Viña del 2007, aunque hay que recordar que le tocó el “fierro caliente” de actuar después del recordado show de Tom Jones. En el reciente festival fue invitado a cantar con Río Roma y dejó buena impresión. Actualmente tiene una carrera sólida a nivel local, con buena rotación radial. Carolina Soto fue finalista de la competencia internacional de Viña el 2008 y ha tenido buenas participaciones (con triunfos incluidos) en festivales extranjeros. Otros cantantes, como María Jimena Pereira, Daniela Castillo, Katherine Orellana, Juan David Rodríguez y Leandro Martínez no han llegado hasta el momento a concretar lo que insinuaron y se han mantenido en un bajo perfil. Respecto de los bailarines, Rodrigo Díaz se convirtió en el paradigma máximo de cómo aprovechar a full los 15 minutos de fama. Instaló su Academia de Baile, lo que le permitió compatibilizar su pasión por el baile con su formación de Ingeniero Comercial, y logró labrarse un futuro más allá de “Rojo”. Otros que han tenido un gran pasar son Leticia Zamorano, Claudio Puebla y Christian Ocaranza. También es destacable el caso de Carolina Mestrovic, actualmente rostro consolidado en Chilevisión y alternativa para conducir el Festival de Viña si falta Carolina de Moras. Las “cocoteras” Maura Rivera y Yamna Lobos tuvieron su momento y lo aprovecharon, y están también los que facturaron gracias a la farándula como Nelson Mauri.
La “Mon-manía” está a full. Mon Laferte aún es joven y tiene harto camino que recorrer. Si se asesora bien y se maneja con inteligencia, el cielo es el límite para ella. A pesar de su gran show, ahora no era el momento para darle la Gaviota de Platino. Es mejor que quede como premio especial para artistas excepcionales como Luis Miguel e Isabel Pantoja. Mon Laferte no ha llegado todavía a ese nivel, pero va para allá. Y me encantaría poder verla recibiendo esa Gaviota en 15 o 20 años más, como corolario a una de las más bellas historias de meritocracia que hemos visto en Chile en este último tiempo, quizás solo comparable a la de Alexis Sánchez.