Desde que el pre-candidato presidencial comunista Daniel Jadue propuso dentro de su programa una ley de medios que, entre otras cosas, proponía la creación de un “consejo especial” posiblemente elegido por votación popular que supervisaría la labor de los medios de comunicación, se ha producido un intenso debate respecto a la concentración de los medios y la libertad de expresión.
Los medios tradicionales, concentrados en los consorcios de El Mercurio y Copesa, acusaron el golpe y manifestaron su rechazo por considerar que esto abría la puerta para el fin de la liberta de expresión y para la censura de medios opositores como sucedió con Radio Caracas Televisión en Venezuela y hace pocos días con el diario “Apple Daily” en Hong Kong.
Daniel Matamala, en su columna dominguera del pasado 27 de junio en La Tercera, cuestionó la idea de Jadue, la puso en el mismo plano con las actitudes del dirigente gremial Juan Sutil de bajarle auspicios a CNN Chile porque no le gustó la cobertura del canal de noticias de Turner al estallido social, y señaló que difícilmente se puede hablar de “duopolio” cuando cualquier persona con dispositivo móvil conexión a internet y redes sociales es potencialmente un medio de comunicación. Ese mismo día, en la editorial del programa “Pauta Libre” de La Red, la “ninja” Alejandra Matus describió la concentración de los medios, indicó que ya existía ese “consejo especial” en la forma del ultra-cuoteado CNTV, y con atribuciones similares a la del organismo propuesto por Jadue.
Partamos por los hechos: existe una gran concentración en los medios tradicionales: en la prensa escrita con el duopolio El Mercurio-Copesa; y en radio con los holding radiales de los grupos PRISA. Además, hay canales cuyos dueños son grandes grupos empresariales con intereses en otras grandes industrias como la banca y el retail como Canal 13 (Luksic) y Mega (Solari), algo que sería inaceptable en otros países. Además, resulta evidente que la labor periodística ha estado desde siempre severamente condicionada en los hechos por los poderes político y económico que, ante cualquier contenido que “no sea de su gusto”, se permiten llamar por teléfono para pedir que bajen tales contenidos o echen a sus autores, muchas veces bajo amenaza de quitar auspicios u otras peores. Quizás no se pueda pedir “objetividad”, pues todos tenemos un punto de vista desde el cual analizamos el mundo, pero si se puede pedir “imparcialidad”, y claramente toda esta maraña de influencias impide esa necesaria imparcialidad.
Respecto a lo que afirma Daniel Matamala en cuanto al poder de las personas con redes como medios de comunicación, si bien los medios tradicionales siguen manteniendo la preeminencia, es un hecho de que están en plena crisis y que la influencia de medios alternativos e incluso de personas particulares hace rato que dejó de ser despreciable, más aún después de la irrupción del fenómeno de las Fake News y su rol decisivo en las elecciones de Trump y Bolsonaro. Ejemplos en Chile hay por montones: el mismo caso de Alejandra Matus, que confinada en su departamento en Nueva York y a punta de Twitter mantuvo corriendo en círculos a las autoridades de La Moneda por un buen rato; el mini-holding que armó Fernando Villegas después de ser echado de Radio Agricultura y La Tercera, que tiene más de 100 mil seguidores en You Tube; el fenómeno de “La Cosa Nostra” con su “pedagogía del poder” usando el pretexto de la saga de “El Padrino”, que logró pasar desde You Tube a la TV abierta cortesía de La Red, y se anotó un golazo mediático de proporciones con el ya mítico podcast de “los infelices”.
Este cuestionamiento se ha visto reflejado en las entrevistas y debates de las primarias, donde los sesgos y prejuicios están a la orden del día. Respecto a los debates de CNN-CHV, sectores de derecha criticaron la supuesta “blandura” de los periodistas -salvo Monserrat Álvarez- con los candidatos Gabriel Boric y Daniel Jadue. Por el contrario, las entrevistas del dúo dinámico Matías del Río- Constanza Santa María en “Estado Nacional” a ese mismo par de candidatos han sido criticadas por la inusual dureza y rigor. Vi ambas entrevistas y parecían interrogatorios en Guantánamo. El particular rol de Matías del Río me genera cuestionamientos y reparos. Su intervención en el tema de las clases presenciales teniendo un evidente conflicto de interés al ser sostenedor de un colegio lo ha puesto en la mira de muchos. En las entrevistas a Jadue y Boric se le ha visto ansioso y agresivo, casi rayando en la histeria, lo cual no se vio en las posteriores entrevistas a Desbordes y Briones.
Con su partner Constanza Santa María el cuento es diferente. Como entrevistadora, ha sido exigente, puntuda y «cabrona» con todos los sectores por igual. Es la versión televisiva de lo que le pasa a Daniel Matamala con las columnas: al analizarlas con perspectiva se aprecia imparcialidad, pero son tratados de “zurdos” o “fachos” en proporciones similares. El historial de entrevistas incisivas de Cony tiene “víctimas” de todos lados, partiendo por el mítico interrogatorio al entonces Diputado Jaime Naranjo en su época de Pantalla Abierta; la pregunta a Laurence Golborne sobre el financiamiento de Penta que la hizo acreedora de una acusación de un integrante del directorio de Canal 13 amigo del ex Ministro de Minería; los notables “atrinques” al Obispo Juan Barros durante la visita del Papa Francisco a Chile, y a Felipe Kast durante el último cambio de mando presidencial; y la forma en que se faenó al ministro Enrique Paris hace algunas semanas en “Estado Nacional”. No vi mayores diferencias en su rol en las entrevistas a Boric, Jadue, Desbordes y Briones. Lo que creo que marca las diferencias es la citada actitud de Matías del Río.
En la misma edición de Pauta Libre del 27 de junio, La Red anunció sus propios debates presidenciales para el 6 y el 7 de julio, con la conducción de Julia Vial y un trío de miedo para las preguntas: Mónica González, Alejandra Matus y Santiago Pavlovic. En la promo del debate aparecían Ignacio Briones y Mario Desbordes confirmando su asistencia al debate. Sin embargo, al día siguiente Briones se bajó y los otros dos candidatos de Chile Vamos, Joaquín Lavín y Sebastián Sichel, anunciaron que no iban a asistir. ¿Será que leyeron los nombres de González y Matus y les tiritó la pera?
En lo personal, me parece bien que a los candidatos presidenciales se les exija y apriete en los debates y entrevistas. En un mundo donde para postular a cualquier empleo te hacen chequeos médicos y tests psicológicos, te entrevistan, te revisan tus redes sociales, etc., tratándose del “cargo más importante de la República”, la exigencia tiene que estar acorde al cargo al que se postula. Los debates y entrevistas presidenciales son lo más cercano a una “entrevista de trabajo” para un cargo donde tendrán que soportar grandes presiones, manejar cuantiosos recursos e información delicada y lidiar con personajes complicados. Si no son capaces de resistir preguntas de Matías del Río, Cony Santa María, Mónica González, Alejandra Matus o cualquier otro periodista, ¿qué va a pasar cuando tengan que lidiar con “cabrones” de verdad como Nicolás Maduro, Daniel Ortega, Alberto Fernández, Jair Bolsonaro, AMLO, Xi Jinping o Vladimir Putin? Creo que rehuir debates o periodistas es una evidencia de que simplemente no das el ancho para el cargo.