Una nueva polémica con ribetes científicos afecta a nuestra TV abierta. Si antes fueron el Red Quake Alert, Juan Andrés Salfate, el Doctor File, Pedro Engel y Pedro Grez, ahora es el turno del Doctor Ricardo Soto y su sección de “medicina consciente” en el matinal “Bienvenidos” de canal 13. Su enfoque médico poco ortodoxo y afirmaciones temerarias como que el cáncer es causado por la “acumulación de odios” han motivado un dura e interesante polémica mediática con sendas denuncias al CNTV, profesionales de la salud montando en cólera y gente ligada al mundo científico despotricando contra los medios. En ese mismo matinal también participa otro médico de enfoque alternativo, el vegano Rodolfo Neira. Ambos tienen muchas cosas en común: médicos titulados, de trato afable e imagen muy atractiva (son lo que las cabras chicas gritonas llamarían “washones”).
Lo de Ricardo Soto y los médicos tiene muchas cosas en común con lo de Pedro Grez y los nutricionistas y, yendo a otras áreas del conocimiento, con lo de Jorge Baradit y los historiadores: un grupo de expertos en su especialidad que saltan indignados al ver que un «intruso» que no ha pasado por los mismos estudios que ellos habla por los medios de «sus» temas y logra notoriedad pública y mediática (y les arrebata clientela). A diferencia de Grez y Baradit, Soto es un médico cirujano titulado en la U de Chile que optó por especializarse en enfoques de medicina complementaria como la denominada “Medicina Consciente”, basado en la filosofía “Kun-Li”, que incluye elementos que suenan a hinduismo, budismo, “Nueva Era” y autoayuda. Es un paradigma médico que tiene seguidores a nivel mundial, pero ninguneado y considerado como vulgar “charlatanería” por muchos defensores de la medicina tradicional o alopática, al igual que otros enfoques alternativos.
Hay que analizar bien lo que dijo y cómo lo dijo Ricardo Soto. Lo del «efecto de las emociones en las enfermedades» no es un disparate. Hace tiempo que se habla de «somatización», de las «enfermedades psicosomáticas” y de los beneficios de orar y meditar. Es un tema que ha estado dando vueltas hace mucho rato en literatura científica, en autoayuda y en diversos documentales, sin un gran contrapunto público de parte del mundo científico tradicional. Sin embargo, afirmar que el cáncer es causado por “acumulación de odios” resulta temerario desde el punto de vista científico, pues para sostener eso se necesita amplia evidencia demostrable que hasta ahora no parece tener a la mano.
Creo que Ricardo Soto comete un gran error al condimentar sus ponencias con elementos filosóficos y religiosos que se salen del marco de la ciencia, lo cual termina por enredar más las cosas. Por ejemplo, afirmó que el cáncer en los niños es causado por “odio en su entorno familiar”. Ahí podríamos entrar a conceptos provenientes del hinduismo y el budismo como reencarnación y karma, según los cuales el cáncer de esos niños sería producto de la germinación de un karma negativo proveniente de vidas pasadas. Con esto, estamos saliendo del terreno de la ciencia y entrando al de la filosofía y la religión. Soto está actuando de similar forma que los defensores del creacionismo que se oponen a la Teoría de la Evolución apelando a la mitología cristiana y a versículos de la Biblia. Hablar de ciencias es como jugar ajedrez: si vas a hacerlo, tienes que seguir las reglas del juego. Así como no puedes mover las piezas en el tablero de ajedrez como se te da la regalada gana, tampoco puedes darle peso científico a cualquier afirmación sin contar con evidencia demostrable y verificable. Se puede discutir de ciencia, y también se puede discutir de filosofía y religión, pero mezclar argumentos de la ciencia con argumentos religiosos y filosóficos es una muy mala idea. Además, lo hace en el contexto de un matinal, que está dirigido a un público donde predomina la cosmovisión cristiano-occidental y el analfabetismo científico, y que por ello está poco preparado para discusiones de este tipo. Mejores contextos son proporcionados, por ejemplo, por “Mentiras Verdaderas” con el Doctor File (que hizo su tesis doctoral sobre complejos temas de budismo) y “Así Somos” con Juan Andrés Salfate.
A pesar de lo anterior, no me siento en condiciones de calificar a Ricardo Soto como “charlatán”, como tampoco me parece que lo sean Pedro Grez ni Ricardo Neira. Se han mostrado bastante más sofisticados que el Doctor Dencil, el Mago Yin o el vidente Carlinhos. Plantean algunas cosas discutibles, pero la razón parece estar de su lado en otros aspectos, al punto de tener aliados importantes, incluso dentro de la comunidad científica. Por ejemplo, en más de una ocasión ha ido al «Bienvenidos» la Doctora Antonia León, que ha planteado conceptos muy similares a los de Pedro Grez antes de que éste apareciera públicamente, y de la cual no he escuchado crítica alguna hasta ahora.
Me temo que la comunidad médica hasta ahora está cayendo en los mismos errores que los nutricionistas con Pedro Grez: soberbia, ninguneo, rechazo a confrontar ideas directamente (la única vez se dio esto, Grez le dio un baile a toda orquesta a la nutricionista Catalina Miranda en el «Muy Buenos Días») y, en resumen, actitudes más propias de una secta, cofradía o grupo de interés que de una comunidad científica. Pedro Grez ha demostrado tener razón en muchas de las cosas que dice, y tiendo a pensar que el apoyo de Humberto Maturana a Ricardo Soto tiene bastantes más fundamentos que la pura “buena onda”. Surgen varias preguntas: ¿Los médicos están haciendo una genuina defensa de la salud de sus pacientes o de la integridad de su profesión, o están «marcándole el territorio» a los intrusos y tratando de evitar que la gente deje de acudir a sus (caras) consultas y a comprar los (más caros todavía) remedios? Ante el choque de paradigmas entre la medicina alópata y los enfoques alternativos como la “Medicina Consciente” de Ricardo Soto y el veganismo militante de Rodolfo Neira, ¿el tema no será que los médicos “científicos” evidencian cerrazón de mente o una formación obsoleta y desactualizada? ¿Acaso no estaría de más revisar si la formación de los futuros profesionales de la salud está convenientemente actualizada o todavía se siguen enseñando cosas que fueron desechadas en el mundo hace años, así como también si se hace suficiente énfasis en el desarrollo del pensamiento crítico? ¿Hasta qué punto es cierto que las comunidades médica y científica sean rehenes de intereses económicos como los de la industria farmacéutica? ¿Es esto otro delirio conspiranoico de Salfate y el Dr File, o hay algo de verdad en ello? ¿No será que los profesionales de la salud han descuidado la empatía y el buen trato a los pacientes, al punto que ellos están dispuestos a escuchar a cualquiera que les hable «bonito» aunque no sepa un carajo de medicina?
Desde el punto de vista mediático, el desprecio y el ninguneo se ven feos, en especial ante supuestos “charlatanes“·que, por definición, tienen su mayor punto fuerte en el manejo con las personas y los medios. No se ve bien que un grupo de profesionales científicos actúen como una cofradía o secta de tipos soberbios a los que se debe hacer caso sin discutirles por el solo hecho de «tener títulos o estudios». En estos tiempos, eso ya no corre, porque existen las instancias para que cualquiera que se lo proponga pueda investigar por su propia cuenta y sacar sus conclusiones, como lo hizo Pedro Grez. Si quiere ganar esta batalla, la comunidad científica necesita bajarse del pedestal, aprender a empatizar con los pacientes, valorar la importancia de saber explicar “en simple” (algo que históricamente le ha costado una barbaridad) y asesorarse para saber cómo abordar una discusión mediática.
Para mí, una persona científicamente culta es crítica, pero además de mente abierta. Un científico por definición no puede ser fanático ni actuar como tal. No se puede ser un “Testigo de Jehová de la ciencia”. El que mejor parece entender esto es el especialista en sismología Marcelo Lagos, quien en una ocasión en el «Buenos Días a Todos» tuvo un «cara a cara» con Haroldo Maciel, integrante del Red Quake Alert (grupo de brasileños amigos de Salfate que predicen terremotos) y aunque hizo una defensa asertiva del quehacer científico y manifestó su escepticismo acerca de las teorías de Maciel, lo trató con respeto (sin ningunearlo ni tratarlo como charlatán ni negarse a dialogar con él), se mostró abierto a sus ideas y le dio el beneficio de la duda. Para mí, lo de Lagos es la actitud más razonable que puede tomar el mundo científico frente a estas situaciones.