Se podría decir que el personaje de ficción superó a la persona real. Y es que el “compadre Moncho” es tan famoso como Adriano Castillo, el actor que dio vida al vecino de “Los Venegas”, la familia ícono de la televisión y protagonista de la serie del mismo nombre, que desde 1989 al 2021, se transmitió por las pantallas de TVN.
El “compadre Moncho”, apodo de Alfonso Cabrera, era un sinvergüenza que solía aprovecharse de su amigo Guillermo Venegas, a quien cariñosamente llamaba “Pelao”.
Aquella caracterización fue el trampolín para que Adriano Castillo se ganara el corazón de la ciudadanía y que su figura, asociada a la del “compadre Moncho, se transformara en un personaje famoso, tras el cual incluso se tejió el mito de la ubicuidad y amuleto de buena suerte si uno se lo encontraba en la calle.
“Lo que pasa es que no tengo auto, ando en Transantiago y camino muchísimo. Entonces es muy probable que te topes conmigo en la calle. Pero es un mito no más”, explicó Adriano Castillo hace unos años, entrevistado por revista “Sábado” de El Mercurio.
Un paseo y una vida donde además se han tejido muchas historias.
«Acepto»
Una de ellas fue la que contó en el último capítulo de “Podemos Hablar” de CHV. En la ocasión, recordó la anécdota que vivió en 1964, cuando fue parte de un insólito experimento científico.
En la oportunidad, el actor que hasta el año pasado fue concejal de Quinta Normal, detalló que fue parte de un estudio en el que tuvo que consumir una pequeña dosis de un potente alucinógeno.
“Yo tenía muy buenas relaciones con los que estudiaban en (la facultad de) Bellas Artes. Un médico quiso hacer un experimento con LSD y su idea era probarla con las personas de esa escuela”, comenzó relatando.
Sobre la propuesta, relató que al facultativo no le fue muy bien. “Le dijeron que no, pero le propusieron mi nombre. Me tiraron a mí, y dije ‘bueno, acepto’”, contó el intérprete, en medio de las risas del resto de los invitados al programa.
Sin consecuencias
Ya en la instancia científica, Adriano Castillo, describió las características del lugar donde se llevaría a cabo el experimento. “Fue en una sala muy grande. Había sillones, sillas, escritorios, pero no había más muebles. (El médico) Nos dio un pedacito de LSD. Yo me la tomé y me quedé sentado. Había ahí unos 10 o 12 jóvenes más”, relató.
Al rato, comenzaron a manifestarse los efectos de la droga. “Algunos empezaron a llorar, otros comenzaron a cantar, otros recitaban en voz alta. Algunos reptaban y escondían debajo del escritorio”, describió en detalle el “compadre Moncho” de las consecuencias del alucinógeno.
Sin embargo en él, el LSD no tuvo ningún efecto. “A mí no me pasó nada. Yo miraba no más”, comentó. “Soy medio raro porque este tipo de cosas no me provoca nada. Claro que era un pedacito no más”, aclaró.
Agregó finalmente que no obtuvo ningún informe de los efectos de la droga en su cuerpo. “Pero el médico que dirigía el experimento habrá sacado sus conclusiones”, reflexionó Adriano Castillo sobre aquel particular momento de su vida.