Los primeros dos estrenos del año apuntan al mismo público: juvenil y pokemón. ¿Cuál de las dos teleseries engancha mejor con su público objetivo?
Ok: las teleseries siempre van a ser un poco más moralistas que la realidad. Pero yo me pongo en el lugar de un pokemón de 15. Y cuando la teleserie que va dirigida a tu target es menos hardcore que tu fin de semana pasado, puede que algo ande mal. Segundo ok: cuando uno ve tele es porque no tiene otro panorama mejor y seguramente los poncios pasan más tiempo ponceando que viendo teleseries chilenas. Pero cuando la teleserie que va dirigida a tu target es menos hardcore que las copuchas de tu curso, los archirepetidos reportajes de noticiero sobre «las tribus urbanas» y las conversaciones de las reuniones de apoderados, ahí sí que algo anda mal.
Seguro que, para los cautelosos canales de televisión abierta, hacer ficción para gente joven que creció con cable es más difícil que encontrar temas que llenen cuatro horas de matinal. Desde sus campañas publicitarias, tanto «Mala Conducta» como «Don Amor» prometían tomarle el pulso a gran parte de la juventud actual. Algún aspirante a universitario humanista dirá «sí, la parte más hueca». Pero, ¿qué es ser joven sino ser un poco hueco sin sentimiento de culpa? Expresiones como «viejo chico» o «eterno adolescente» dejan en claro de qué estamos hablando. Así que no es obligación tener complejidad psicológica, giros dramáticos potentes ni épica en teleseries juveniles. Pero no puede haber moderación. Porque juventud es exceso, y al menos una de las dos teleseries nos deja eso claro desde el título.
En Chile -y en casi todas partes- los adolescentes suelen ser interpretados por actores bastante creciditos como para ser automáticamente creíbles en su rol. Pero en Chilevisión tuvieron la astuta idea de situar la acción de «Mala Conducta» en un instituto para porros. Para tipos que pasaron los quince hace más de un par de años y siguen pendejeando. No hay tantos raros peinados nuevos como en un episodio cualquiera de El diario de Eva, pero el vestuario, la música y la mayoría de las actuaciones logran recrear bien las andanzas de una tropa de pelmazos simpáticos que no sabe muy bien qué hacer con su vida y, mientras tanto y para no aburrirse, poncea, aunque bastante menos que un sábado en el Rapa Nui.
La parte teen está equilibrada con el trío adulto de Willy Semler -un pokemón en cuerpo de cincuentón-, Magdalena Max-Neef y María José Prieto haciendo -a ratos sobreactuando- el personaje femenino mejor escrito en una teleserie chilena desde Valentina de «Machos». El trío se come a la aburrida pareja juvenil Allamand-Correa. Y los demás personajes no parecen tener más motivaciones que poncear. Tal como muchos sub-18 de la vida real. Pero uno se pregunta, ¿qué van a hacer el resto de la teleserie? Tampoco se entiende qué pito tocan personajes como el de Malucha Pinto, que de protagonizar «Vivir con 10» parece haber sido metida en esta teleserie por contrato y a la fuerza.
Y hablando de esa teleserie, con ese discreto rating que nunca se condijo con su potente boca a boca, impresiona la forma en que Coca Gómez pulió su modelo de melodrama venezolano DFL-2, actualizándolo y haciéndolo juvenil y vespertino. Hay palabras listas para imponerse en el lenguaje popular -si «Vivir con 10» sacó «peuca» del baúl de la tía solterona, la palabra de este año debería ser «gamberra»-, acompañadas de diálogos creativos y frases y momentos memorables (Willy Semler moviendo la cabeza en señal de no pero balbuceando un «s», logrando un exquisito sentimiento patético para una escena dramática, o un tipo gritando «como dijo Daddy Yankee, al abordaje muchachos», y el mejor de todos hasta ahora: «usted, padrecito, que está sacando a los pokemones de la delincuencia»). Otra cosa: «Mala Conducta» dejó fuera esa inexplicable costumbre de las teleseries chilenas de que los hijos traten de usted a los papás.
Chilevisión cumple con hacer la «teleserie pokemona» que prometió y, aunque no está a la altura de clásicos teen como «Ámame» o «Adrenalina», parece tener un mejor porvenir que su competencia. A ver. Si pokemones y pelolais fueron la Concertación y la Alianza de las tribus urbanas: opuestas en la superficie pero parecidas después de rasparlas un poco, infladas por los medios durante todo el 2007, uno podría esperar de cada teleserie un abanderamiento con el grupo más afín con su línea editorial. En castellano: ¿por qué Canal 13 no hizo una teleserie pelolais? Una nueva versión de Adrenalina pero más rubia, fruncida y mojigata pero a la vez más cruenta y perversa. Gossip girls en Vitacura, digamos. Pero no. Intentaron acercarse al C3-D, a las coproducciones y al modelo mexicano. Con una pareja central que podrían ser hermanos, secretos del pasado y racismo mezclados con un hotel embrujado. Con un elenco que parece conferencia de la OEA y cierto tufillo Benetton de hermandad entre los pueblos. Claramente el proyecto más extraterrestre y kamikaze desde Descarado. Que fue hace apenas dos años.
Pero lo extraterrestre y kamikaze no sólo se agradece, sino que es justo y necesario. Lo malo es cuando la forma y el fondo no se condicen. Los pendejos en gira de estudio de «Don Amor» son mamones como ellos solos. Viajaron miles de kilómetros a saltar y a gritar, protagonizando una fiesta de hotel en la que parecía que los inspectores del colegio andaban vigilando por ahí. Cuando todos sabemos que las giras de estudio son una pérdida masiva de la inocencia. Los personajes son menos entrañables y más maqueteados que los de la competencia, y el tipo del «macho papá que qué» es simplemente insoportable, al igual que el tontito de la cámara, que debería recibir un combo de alguien por lo menos antes del capítulo 5. Si se supone que la televisión no debería dar malos ejemplos, ¿qué hacen esos tipos ahí?
Al igual que en el canal del lado, el triángulo Arregui-Martínez-Caro despierta más interés que los romances juveniles. El truco de los hermanos, parte del género telenovelesco, siempre funciona pese a que el público sabe cómo se va a resolver. Pero las secundarios despiertan un interés mínimo. La publicitada relación entre la chilena y el negro (que, por lo demás, no es tan negro) no prende y necesariamente debería despegar en los próximos capítulos.
La moral Televisa que José Ignacio Valenzuela parece querer inyectarle a «Don Amor» podría ser su fortaleza en esta competencia, siempre y cuando no se diluya con el correr de los capítulos ni sea entorpecida por diálogos ramplones, que sólo se ponen entretenidos cuando los personajes empiezan a comparar el slang de cada país. Y el curioso sentimiento de estar viendo una teleserie extranjera que se produce en ciertas escenas puede tanto hastiar al público como darle a la teleserie un sello refrescante y único. También molestan los excesivos maquillajes de edición, que parecen querer ocultar malas actuaciones, así como los guiños demasiado gruesos a Lost. Está bien homenajear y referenciar, pero la idea es que el pillaje no sea tan instantáneo. ¿Lo peor de lo peor? Que en una escena de tensión hayan usado la ex-música característica de Teletrece. Es algo que simplemente no se puede hacer y deberían echar al que se le ocurrió. Creo que no hace falta argumentar. Impresentable, no más.
El disclaimer de siempre: es difícil opinar de forma acabada cuando sólo hay tres capítulos al aire (uno y medio, en el caso de la mutilada «Don Amor». Mucho rating le podrá heredar «Lola», pero partir capítulos como quien le echa más agua a la sopa sin duda la perjudica en términos dramáticos). La irrupción de «Viuda Alegre» podría castigar seriamente a la teleserie que, de aquí al viernes, tenga el peor desarrollo. O a ambas. Aunque la propuesta de TVN parece, además de más familiar, bastante menos novedosa que las que ya están al aire, y latas como Amor por accidente demostraron que el piso de rating por canal ya no existe. La sintonía de «Don Amor» va en baja y es difícil que conquiste un primer lugar, pero tampoco merece ser un nuevo «Charly Tango». Mientras que «Mala Conducta» va en subida y podría ser una consolidación anticipada del área dramática de Chilevisión, que si sigue haciendo las cosas como las hace -y con el respaldo económico de ya sabemos quién- llegará a ser poderosa. Hace rato que las cosas dejaron de quedar definidas en el primer capítulo, pero los teens ya están en condiciones de hacer su elección. ¿Cuál de las dos va a ser recordada dentro de 30 años como «sí poh, así era la juventud en mi época, hijo»?. A mí me tinca que en esa época había más «Mala Conducta» con gamberras que giras de estudio con hoteles embrujados y ponceos reprimidos.