Con su nuevo disco, Madonna nos recuerda quién es la reina madre, la «aún» reina del pop.
Madonna está de vuelta. Rodeada del grupo más talentoso de creadores de hits de la década (la dupla Timbaland y Justin Timberlake, Pharrell Williams, Nate «Danja» Hills y Kanye West), Hard Candy nos pone el pie encima para recordarnos quién es la reina madre, quién es “aún” la reina del pop.
En una entrevista publicada en el Wiken hace algunas semanas, Madonna hacía referencia a lo difícil que fue complementar las agendas de todos para coincidir y sacar adelante éste, su undécimo trabajo de estudio (el último con la Warner). Y cuando pensábamos que la formula camaleónica de la chica de Detroit, ahora fina citadina londinense podía agotarse y hundirse en los años, el látigo, el olor a “Human Nature” y la evolución desde la malla-rosada-en-plan-pilates, nos pega tan fuerte que sin darnos cuenta estamos nuevamente rendidos a ese pop infeccioso, rutilante, y tan estimulante como la invitación al cuero, al maestro y al esclavo que mantiene obsesionada a Madonna desde hace años.
Lo cierto es que todo en Hard Candy es ropa usada, que pudo haber sido un hito revolucionario si lo hubiésemos escuchado dos años atrás. Sin embargo, el mayor acierto de Madonna y su séquito es el poder del reciclaje, de estirar la fórmula pop contemporáneo / hip hop -ése que clava hits en los primeros lugares de los charts y que exacerba el lujo porque sí-, y hacer que funcione incluso mejor que muchos de los momentos más álgidos del género (“Hollaback Girl”, “Promiscuous”, “Give it to me” o «What Goes Around Comes Around»). Mal que mal, es Madonna y su prerrogativa.
Desde el inicio, “Candy Shop” define lo que será ese sonido urbano en el disco, y su lírica lasciva y carnal no explotada tan fuertemente desde Bedtime Stories (1994), dejándonos saber abiertamente su propuesta: ‘Say which flavor you like and I’ll have it for you’. Como una verdadera dominatriz, Madonna manipula inteligentemente los lugares comunes. Desde “4 Minutes” (primer single), donde madre, hijo y productor estrella tiran toda la carne a la parrilla, quizás pensando en ese esquivo #1 Billboard que no llega desde “Music” en 2000, hasta “Give it 2 me”, una gema de incalculable valor para la pista de baile, el mejor track del álbum, uno de los temazos del año, y lo más potente de Pharrell en mucho, mucho tiempo (“Yummy” palidece con esto).
Hard Candy desborda prominentes canciones pop como “Heartbeat”, “Miles Away” y “Voices”. Maneja el hit explosivo que se pega como chicle con “Dance 2Night” y “4 Minutes”. Sobresale en prometedores clásicos como “Beats goes on” -con un Kanye West inspirado en el sonido disco de fines de los setenta-, y «Devil Wouldn’t Recognize You”, lo mejor de T&T y la sandía calada que coquetea para single. El bajo que conduce “She’s not me” invita a Wendy Melvoin a convertir la guitarra en beat, en más de seis minutos donde el protagonismo de Madonna es absoluto, la intervención con silbidos y palmadas de Pharrell es sutil, para terminar en un euro dance que ya quisiera cualquier chica ganadora de Americal Idol en su repertorio. ¿Alguien se imagina como podría sonar “La Isla Bonita” versión 2008? Bueno, “Spanish Lesson” es eso. Algo freak y confusa (Yo te quiero means I love you / Mucho gusto means I’m welcome to you), da cuenta de lo innecesaria que era en el disco, con Madonna-Williams jugando demasiado al límite en esta suerte de ensayo y error.
No podemos negar que detrás de cada acorde se esconde el fantasma de las comparaciones, de ese sonido Billboard actual que para muchos crucifica a Ciccone como una gran oportunista. Pero en un disco orgánico, de pop masivo, efectivo, super producido, donde incluso hay cabida para la calidad, Madonna nos hace olvidar sus irregulares trabajos previos, entregando el mejor álbum desde Ray of Light (1998). “You have demons so nobody can blame you / but who is the master and who is the slave?” dice el coro de “Voices” al cierre. Sabemos quién nos domina y de quién somos esclavos. Hace 15 años Madonna establecía estilos, dictaba modas, creaba paradigmas. Hoy la chica material es digital, invasiva como una pandemia, sabia al momento de recopilar sonidos y certera al remodelar la modernidad a su antojo. Larga vida a la reina. Larga vida a Hard Candy.