Fueron trece teleseries, entre Canal 13 y TVN, en las que participó el actor y actual diputado de la República, Luciano Cruz–Coke, producciones que fueron recordadas en el podcast “Impacto en el Rostro”. Ahí, repasó su carrera en televisión desde su debut en “El amor está de moda” (1995) hasta “Fortunato” (2007).
Tu debut en televisión fue en el año 95’ con “El Amor Está De Moda”, donde interpretaste a Juan Pablo Sepúlveda. ¿Qué sabías de las teleseries?
No sabía mucho del mundo de las teleseries. Yo, como espectador, era parte de esa mayoría inmensa de chilenos que las veía porque la verdad es que en ese momento había cuatro canales y todo se concentraba en los estrenos de las teleseries. Sí sabía sobre el impacto que tenía en términos sociales. Por ende, se gastaban unos presupuestos muy grandes, se viajaba al extranjero, se hacían escenografías caras, se compraban libretos de teleseries brasileras. Luego se comenzó a buscar guionistas chilenos y se comenzó a renovar los elencos, que es lo que sucedió luego de “El Amor Está De Moda”.
¿Quién fue tu red de apoyo? ¿Qué actor o actriz fue él o la más generosa en tu debut?
Roberto Poblete fue un gran amigo, me tocaba actuar mucho con él; Fernando Kliche fue siempre una persona encantadora, siempre un poco escéptico del rol de las teleseries. Era bonito encontrarse con personas que de alguna forma entendían que la teleserie era un producto de ficción, pero que bajo ningún punto de vista se constituía una especia de Hollywood criollo. La Aline Kuppenheim, con quien pololeé en ese momento, fue bien apoyadora. También con la Gloria Münchmeyer. Se armaba esta cosa como de curso, en donde tú estabas grabando 100 capítulos, 20 a 25 escenas diarias. Como dice mi buen amigo Jaime Vadell, a los actores nos pagan por esperar. Y básicamente en esa espera, empiezas a hacer amistades por razones evidentes.
En tu debut, ¿fuiste muy crítico contigo mismo?
Yo trataba de hacer mi pega muy profesionalmente, de concentrarme en los libretos, de aprender, de ver como lo hacían los otros. Siempre me llamó la atención que había mucha experiencia acumulada en los actores, que hacían teatro, que hacían producción cinematográfica. A mí me hubiese gustado haber tenido una persona con la experiencia de Cristián Campos dirigiéndome, o haber tenido a mi amigo Tomás Vidiella. Me parecía que había mucha experiencia acumulada, mucho profesionalismo y nunca vi que se le sacara mucho provecho desde la parte ejecutiva de los canales.
¿Te gustó “El Amor Está De Moda”?
Sí, fue una buena producción. Era una producción grande. Pasaba en el mundo de los desfiles de moda, de la época de las súper modelos, un mundo que existía poco en Chile que existía más en Brasil y nosotros intentamos de copiarlo. Era bien fascinante porque la verdad es que se invertían muchas lucas, mucho recurso en hacerlas. Eran producciones caras, grandes, buenas y me parece que era una experiencia muy inusual. Con “El Amor Está De Moda” perdimos, porque al otro lado estaba la fuerza de Sabatini que hacia sus producciones en distintas partes de Chile. Era un mundo súper fascinante para una persona neófita como yo.
Ese mismo año, pasaste a ser el protagonista de la teleserie del segundo semestre “Amor A Domicilio”, donde le diste vida a Benjamín Smith. Canal 13 deja de hacer adaptaciones y trabaja con la idea original de un chileno, en este caso de José Ignacio Valenzuela. ¿Le diste el valor en su minuto de estar trabajando con un guion cien por ciento local?
Sí y fue muy curioso. El “Chascas” siempre fue un personaje muy excéntrico. Él llegó con su pelo rubio largo, frondoso, muy joven, más joven que nosotros. Recuerdo que había falta de libretos. Él es una persona tremendamente original, entonces sumó este libreto que era una apuesta, ya que traía la idea de tener un elenco joven. Yo no la protagonizaba al principio, había un actor que se llamaba Camilo Gallardo, que venía de Hollywood, pero por su acento de gringo, terminó saliendo. Inventó un accidente o no recuerdo lo que pasó. Y me llamaron a mí. Pero a mí me habían dicho que yo iba al elenco del primer semestre del otro año, con Óscar Rodríguez. A mí me ofrecieron a Benjamín y yo dije que no, porque ya estaba comprometido. La verdad es que tenía muchas ganas de trabajar con Óscar. Él es un gallo fantástico, un maestro. Finalmente, Mason (director de la teleserie) tuvo la inteligencia para convencerme. Hicimos la teleserie y se transformó en un éxito porque era un elenco renovado, joven, y eso no había pasado. Los protagonistas de las teleseries solían ser personas de más de 40 años, eran historias más adultas.
En la historia, Benjamín administraba la pizzería de su tío, rol que interpretó Tomás Vidiella…
Ahí conocí a uno de mis grandes amigos, un mentor, con quien trabajé mucho después en el teatro y que fue una de las personas con las que yo sentí que había un mayor aporte de formación por todo lo que él era. Y lo que significaba no sólo como actor, sino como productor, como gestor. Era un tipo fantástico, tenía un humor exquisito. La muerte de Tomás ha sido una de las cosas más tristes que me ha pasado en la vida. Es una persona que no se le ha rendido homenaje suficiente para todo lo que hizo. Formó mucho teatro, trajo a Chile géneros completos como el café concert.
¿Dedito para arriba o para abajo para “Amor A Domicilio”?
Dedito para arriba. Un elenco apropiado, bajo la dirección de Cristian Mason, que supo captar esa necesidad de tener elencos más jóvenes. Y siempre se debió poner el énfasis en poner buenos textos. El “Chascas” es un tipo extremadamente talentoso y por eso hoy en día “Quien mató a Sara” es un éxito mundial.
Al siguiente año fuiste el protagonista de “Adrenalina”, en donde interpretaste al exitoso publicista Andrés Betancourt, el eterno enamorado de Cathy Winter. Esta producción estuvo marcada por la censura. ¿Recuerdas haber vivido una situación de estas características con tu personaje?
Me acuerdo que en “El Amor Está De Moda” los besos los cronometraban. No recuerdo si pasó con Andrés, porque Andrés era un poco más paquetón, más formal. Era un poco fome Andrés como personaje. Eran más entretenidos el DJ Billy o el personaje de Guido Vecchiola, que era más contestatario. Pero esto de la censura pasaba más por lo que ocurría en el colegio Warrington, donde estaban las chicas, los personajes de Francisca, Alejandra, Berta y Aranzazú. Ellas usaban el vestido más corto porque era un poco pavo usar el jumper hasta las rodillas. Eso en el canal de la iglesia católica era un poco jodido. A nosotros nos trataban de mantener un poco lejos de eso, pero uno se daba cuenta.
¿Qué te parecía la censura?
Medio absurdo. La censura lo que consigue es crear una suerte de morbo, termina creando el efecto contrario, que la gente la quiera ver más. En Chile, se prohibió por muchos años “El último tango en París” porque había una escena en donde Marlon Brandon le hacia una introducción con los dedos en el ano a María Schneider. La iglesia decía que no había que verla bajo ningún punto de vista. Y la gente estaba loca por ir al cine a verla. Y si uno mira “Adrenalina” con la perspectiva de ahora, la teleserie era bastante naif, no era “Los 120 días de Sodoma”. Al final, todo esto sirvió como éxito amplificador para la teleserie. Lo que sucedió con esta teleserie fue un reflejo de lo que estaba sucediendo en las discoteques. Los adolescentes cambiando la forma de relacionarse con los padres, diciéndoles garabatos y queriendo una suerte de independencia. Veníamos de la lógica de la dictadura, queríamos abrir, romper, salir un poco al mundo. “Adrenalina” vino a romper los esquemas que estábamos acostumbrados. Se vuelve a preferir un elenco juvenil. Ya no era Walter Kliche el protagonista, o la Jael Unger, sino que éramos elencos más jóvenes. Además, en pantalla se veía mundo real, con micros amarillas, con el colegio. Por primera vez la teleserie se convertía en un mundo más real, que la gente podía identificar. Las teleseries se empezaron a relacionar mucho más con el mundo de lo cotidiano.
¿Cómo evalúas a “Adrenalina”?
El personaje no era tan bueno, encuentro yo. Le tengo más cariño a Benjamín Smith de “Amor A Domicilio”. Era un poco indefinido, porque volvía con la Francisca (Catalina Guerra), la pobre Cata que hacia un papel cacho, porque andaba todo el día persiguiendo a este pelotudo, que era bien vaca. Y él no sabía si le gustaba la colegiala o la Francisca. Después se mete con la Alexis Opazo (Alejandra Herrera). Yo a veces conversaba con Pablo Illanes y le decía “¡por qué este gallo es tan zigzagueante!”. Pero parece que la lógica del personaje era así. Era bien post modernillo.
Te vuelves a encontrar con Ricardo Vicuña, el director de “Adrenalina” en “Amándote”, la teleserie del primer semestre del ’98. Ahí interpretaste a Julián, un músico que tenía una doble vida. ¿Dedito para arriba o para abajo con esta producción?
Era mala. En esa teleserie viajamos a New York, a Puerto Rico y a Cartagena de Indias. Pero el guión era malito. El flaco Morgan con una peluca… ¡no! Era todo bien sórdido, una cosa media ñoña. Veníamos de “Adrenalina” y pasar a “Amándote”, era la desconexión total. Un gallo que tenía un conflicto, que tocaba música clásica y él quería ser rockero. Totalmente fuera de la época. Era una teleserie cara y mala. Cuando no tenías un buen libreto, cuando la historia no junta ni pega, el esfuerzo que tiene que hacer el elenco es el doble para sacar adelante un producto, que está súper fuera de sintonía. Y, por otra parte, tenías la otra teleserie que estaba al frente que era a toda raja. “Iorana” era el descueve, era increíble, era totalmente lo contrario. Así que nos hundimos en el fango con esa producción.
¿Te hubiese gustado ser parte del elenco de Vicente Sabatini?
Sí, pero yo me fui a trabajar con la Quena años después, que no le iba bien. Pero después, cuando armamos “Amores De Mercado” le empezó a ir bien. Vicente hizo un súper buen trabajo y ese elenco, también. Ahí pasaba una dinámica de lote, son equipos que de tanto trabajar juntos, empiezan a funcionar como ensamble, como grupo de teatro regional inglés. Eso funciona bien cuando hay un equipo humano que engancha. Creo que lo hicieron súper bien. Y creo que dieron en el clavo con algo súper importante, que lo hemos visto también en el tiempo; el valor de las regiones, de las bellezas naturales de Chile, de las historias, de la mitología criolla. Creo que lo supo detectar con mucha agudeza Vicente Sabatini.
Luego del fracaso de “Amándote”, te sumas al elenco de “Fuera de control” e interpretas a uno de tus personajes icónicos en televisión; Axel Schumacher. ¿Cuánto hubo de Óscar Rodríguez en este personaje?
Todo. Yo había tenía ciertas escenas junto a Óscar cuando los otros directores estaban un poco fuera y necesitaban reemplazo. Óscar tenía una sutileza con el drama en particular. Yo me acuerdo de una escena en “El Amor Está De Moda” donde yo no tenía ni un texto, entonces suele pasar que la cámara va de un lado a otro, plano general, en fin. Y Óscar me dijo “tú atento que voy a estar tomándote a ti todo el tiempo”. Porque la escena se trataba de que yo estaba ocultando algo y que los otros personajes no sabían. La escena quedó magnifica. Óscar es un tipo con una tremenda sensibilidad dramática. Hizo “La madrastra”, “Los Títeres”, logra entender de qué se trata la escena y se pone en el lugar del espectador. Óscar para mí es el mejor director de teleseries a nivel nacional, lejos. No me tocó trabajar con Sabatini así que desconozco lo que es trabajar con él. Yo lamento no haber podido trabajar más con él porque es un tipo extraordinario. Y creo que, de las teleseries que yo hice, “Fuera De Control” es a la que le tengo más cariño, la entiendo como una especie de joyita dramatúrgica, por el trabajo de Óscar y también por el trabajo de Pablo Illanes. Es ahí donde madura como escritor. Era una historia bastante atípica, no era sólo una historia juvenil, era una historia sórdida. Es una historia de cuasi delito de homicidio, de venganza, que transcurre en dos épocas distintas. Axel es un tipo autodestructivo, destruye sus amistades, se droga, es un tipo solo, carente de afecto y busca formas de que lo miren. No era simplemente un tipo frívolo. Y ésa era la gracia, era un gallo que estaba en dolor permanente. Y de ahí nace esta dupla que hace con Sarita Mellafe, que es una dupla de hermandad, para que los miren y así llamar la atención. Y se meten en las profundidades del infierno de los propios personajes. Es una muy buena teleserie, yo cada vez que puedo la veo.
En varias entrevistas has destacado el valor del guionista…
El texto, el libreto, importa mucho, es la piedra angular de cualquier producción dramática. Y yo siento que eso le falto mucho a las áreas dramáticas, que escritores importantes se sumaran a la televisión. Lo hizo la televisión brasilera en su momento. Hay que entender que esto es un género. En ese momento se veía a la teleserie como un género menor, bien absurdamente. Si tú piensas, las teleseries permitieron a un montón de actores a hacer teatro y de tener teatros, subsidiar otro tipo de actividades como el cine. Lo que generó la industria de las teleseries fue tremendamente beneficioso para el mundo del audiovisual y del teatro en general. Y me parece que desaprovechamos la oportunidad y creo que también fue culpa nuestra. Los equipos debieron haberse reforzado para lograr productos de mayor calidad, porque de pronto surgían estas joyas, estas perlitas. No eran la norma, pero teníamos capacidad y teníamos las condiciones y los talentos necesarios para haber tenido una industria tan competitiva como los brasileros.
En “Sabor a ti” el equipo dirigido por Cristián Mason se trasladó a la comuna de Peumo para dar vida a esta teleserie que tenía como protagonista la producción del vino. Ahí interpretaste al huaso Feliciano y tuviste amores con el personaje de Carolina Fadic…
Era muy bonito. Lo grabamos en una zona de la carretera de la fruta. Andábamos mucho a caballo. Me acuerdo mucho de la Carola Fadic, de Álvaro Escobar y Paulina Urrutia, que ya habíamos hecho buenas migas. No sé si fue una teleserie muy lucida en términos de lo que proponía, tenía una cosa media ensoñada, se inspiraba un poquito en “Un paseo por las nubes”. Lo pasamos bien porque andábamos mucho a caballo, era muy bonito estar en el campo. Me tocó nuevamente con mi amigo Tomás Vidiella, que siempre fue un placer estar con él. No sé si es de las teleseries dramáticamente más entretenida.
¿Dedito para arriba o para abajo?
La dejo ahí, no sabría decir. Me acuerdo mucho de la Carola. Era demasiado divertida. No habíamos trabajado juntos, pero si la ubicaba por amigos en común. La primera vez que nos vimos para “Sabor a ti”, llega y entra al camarín y me dice “hola, Luciano, oye, vamos a hacer los protagonistas de la teleserie” Recuerdo que era la primera escena, creo que todavía no habíamos hecho lectura de guión. Y llega me dice “qué rico verte” y paf… se saca la polera. Era así, divertida, graciosa, desinhibida. Gran tipa, igual que Gabriel y su hijo, era gente la raja. La teleserie no era la gran cosa, pero había un gran grupo humano. Álvaro también era un tipo lleno de inquietudes, inteligente, simpático. La Paulina también, que siempre trataba de sacarle hasta la última posibilidad al personaje. Le tocaba un personaje difícil, duro, cacho. Una niña que andaba de fantasma entre los árboles, ciega y tenía que hacerlo con credibilidad, con verdad. El recuerdo de esa teleserie lo conservo con mucha fuerza en términos humanos porque pienso en Tomás y en la Carola.
Luego de esta teleserie, aceptas la invitación de TVN y te sumas al elenco de “Amores De Mercado”, en donde interpretas al villano Ignacio Valdés. ¿Recuerdas cómo fue este cambio de canal?
Me reuní con la Quena y Pablo Ávila. En su momento me ofrecieron el personaje doble, que terminó haciendo Rudolphy y finalmente eso se cambió. Cuando firmé el contrato era ése el personaje. Y ahora que lo pienso con perspectiva, Álvaro estaba súper bien en ese personaje y toda la teleserie funcionó muy bien en término de su casting. Y ahí también me reuní con los libretistas, con “los reyes de España”, Fernando Aragón y su pareja, Arnaldo Madrid. Ellos tenían esta idea que después fue complementada por el trabajo de Alejandro Cabrera y su equipo. Era raro, porque yo llevaba seis años trabajando en Canal 13, en ese momento era como cambiarse de colegio. Pero había otras personas que se estaban cambiando, estaba la Cata Guerra, que es muy amiga mía, se cambió la Malucha, se cambiaron varios actores. Y yo tenía ganas de darle una vuelta, de un respiro, y probar trabajar en canal 7. En ese momento corría el mito que los grandes actores estaban en canal 7, una mitología media absurda, porque cada elenco era muy particular y distinto. Fue extraño, pasar de un canal que tenía cierta estructura interna. Y además a un elenco que era un poco el “elenco B” de canal 7, porque no eran los que ganaban. La joya de la corona era Sabatini, y acá se da vuelta la historia porque esta teleserie termina siendo lo más visto de la historia. Fue un fenómeno y ser parte de un fenómeno televisivo la verdad es que no es algo tan usual.
En esta teleserie fuiste hijo de Morgana, rol a cargo de Coca Guazzini…
Fue un agrado trabajar con la Coca. Tiene sentido del humor, es graciosa, es divertida, era bastante amiga de la Cata Guerra, entonces por ahí enganchábamos. El elenco en general era muy agradable. Jaime Vadell es un tipo extraordinario, es como un Humphrey Bogart chileno. Es tan buen actor, da tanto gusto, es un tipo leído, culto, interesado en otras cosas, amplio de cabeza, de mirada, con sentido de humor.
¿Qué pensaste cuando leíste el último capítulo de “Amores De Mercado”? ¿Te dio susto que todo Chile te odiara por matar a Pelluco?
Primero no lo leí porque se grabaron dos finales; uno donde se moría Rodolfo y otro donde moría Pelluco. No supimos nosotros hasta la edición. Uno cuando hace de malo, hace de malo. No había alternativa que Ignacio Valdés se transformara, habría sido un absurdo que se transformara en un gallo bueno. Si Pelluco no hubiera muerto, nadie se acordaría de la teleserie. Ese tipo de finales son los que impactan y yo creo que hubo harta discusión entre Pablo Ávila y la Quena para ver quien moría. Yo creo que estuvo bien que muriera Pelluco, por la siguiente razón… hoy en día toda esa teleserie es un drama, la teleserie daba una lección de vida. Lucho Alarcón, el malo de “La Represa”, sabía que lo iban a odiar. Son personajes que son odiables. Pero creo que fue el final adecuado, creo que dramáticamente era lo que correspondía para la teleserie, está bien que haya sido así y además es una de las escenas más vistas de la televisión chilena, tuvo mucho impacto. Si hubiera muerto Rodolfo, hubiera sido más fome, menos importante. Era lo que correspondía dramáticamente. Me parece que el rol que debía jugar Ignacio Valdés era absolutamente el del malo y éste debía cumplir su rol hasta el final. Y en este caso, en esta teleserie en particular, era el rol dramático que debía cumplir. Así que me siento satisfecho de lo que sucedió con esa teleserie. Fue un fenómeno, fue increíble. Y si hubiese sido distinto, hubiera perdido interés.
¿Aún te preguntan por Pelluco?
Sí, “¿por qué mataste al Pelluco?”. Hasta la fecha presente. Pero está bien, me gusta que sea así.
En “Purasangre” fuiste Gabriel Callasis, el tímido hermano del medio de los hermanos con ascendencia griega. ¿Dedito para arriba o para abajo?
Dedito para arriba. No era un personaje tan entretenido, pero el mundo en que se insertaba la teleserie, sí. La Paty López era un encanto, era divertida, graciosa. Fue un buen elenco, lo pasé bien. Recuerdo a la Ángela Contreras, a Álvaro Rudolphy. Pancho Perez Bannen no lo he mencionado, pero es un tipo fantástico. La teleserie se insertaba dentro de este mundo de los haras, éramos una familia griega, entonces bailábamos bailes griegos, era divertido. No sé si fue una gran teleserie, pero lo pasamos bien. Estaba la Gloria Münchmeyer, estupenda, como de costumbre.
En el 2003 fuiste uno de los protagonistas de “Pecadores”, en donde interpretaste a Ángelo Botero, el mismísimo diablo. Un personaje que llegaba al pueblo ficticio de El Edén para hacer cumplir un contrato. ¿Cómo enfrentaste este rol siendo católico?
No, tan católico no. Los mejores roles en las teleseries en general son los malos, porque van moviendo la historia. Ignacio Valdés, Schumacher y “el colúo”, en este caso. El problema de los protagonistas suelen ser roles medios cachos, porque es un gallo que está constantemente sorprendido por las circunstancias, no es un gallo que mueve la historia. Y esto era entretenido porque el personaje sabía a lo que venía, tenía que venir a cumplir una misión y efectivamente era un tipo que tenía un trance de maldad. Eso quedaba medio raro eso sí, se conectaba con el jefe, pero al mismo tiempo era el mismo jefe, era como el diablo hecho carne. Pero se hizo un súper buen trabajo. En esta teleserie tengo los mejores recuerdos. Hicimos además una súper buena dupla con Angela Contreras, que es adorable, que es gran actriz, y siempre este mundo lo ha mirado con algo de distancia. Pero estaba estupenda y estaba muy bien. Y otra cosa que era chora es que se creó una especie de ciudad en Colina, con una escenografía como una especie de western. “Pecadores” es una teleserie que debería tener una segunda mirada, porque al final era una muy buena teleserie. Esa un dedito para arriba, muy dedito para arriba. Era muy superior a “Purasangre”, por lejos.
En uno de sus últimos capítulos, podemos ver a tu personaje en un soliloquio contra Dios, luego del matrimonio fallido con Altagracia (Ángela Contreras). Se trata de una escena nocturna, con fuego y en el exterior. ¿Tienes recuerdos de haber hecho escenas desafiantes para “Pecadores”?
Sí, muchas. Ángelo era una especie de ángel del demonio, cuyas escenas necesitaba mucha producción. En ese momento no había drones, pero se podían instalar esas cámaras cenitales altas que requerían grúas. O sea, el nivel de producción era importante, y eso implicaba que no podías tomar una escena como cualquier escena de estudio, que medio que te la aprendes rápidamente, sino que había que trabajarla. Eran momentos de éxtasis, momentos de revelación. El personaje tenía una pugna interna. Eran escenas muy apasionadas en donde había que medirlas, porque si las gritabas todo el tiempo, finalmente la escena perdía progresión. Y estaba ahí también el trabajo de la Quena Rencoret. La Quena es una persona que creció mucho durante el hacer permanente de teleseries. Es una persona con mucho oficio y la gente que estaba alrededor, como Víctor Huerta, son personas que finalmente le gustaba la tele, le gustaba el drama. Estas escenas también se tomaron del cine, recuerdo a “el abogado del diablo”, se tomaron cosas de por ahí para tratar de replicarlas en la teleserie. Era buena televisión, se trataba de hacer buena televisión, cosa que, como hemos conversado en esta entrevista, no siempre sucede. Son escasas, pero se pueden hacer. Y eso compromete mucho al elenco. Me acuerdo perfecto de la escena del matrimonio y de la rabia que tenía este personaje. Se hizo en esa época muy buena tele, en ese género. “Pacto de sangre” también fue una tremenda teleserie. De repente pasa, una conjunción de cosas, un buen texto, un grupo de actores que dan en el clavo, un buen director. Se produce buena tele y eso curiosamente engancha audiencia. Siempre se pensó que la audiencia se enganchaba con violencia, con cosas sexuales o con comedias risibles medias tontorronas y no es así. Esto sucede en la medida que se trabaja con un texto bueno y de buenos productos dramáticos. Y por eso es tan importante los departamentos de guion. Y acá en “Pecadores” había un buen guion.
Un guion escrito por Alejandro Cabrera y su equipo, en donde estaba René Arcos. ¿Cómo nace este vínculo con el guionista fallecido?
René Arcos era un habitante de Lastarria. Y yo vivía prácticamente ahí, tenía mi teatro ahí. Y era una persona con la cual yo tenía una afinidad personal. A mí me gusta leer novelas, a él también le gustaba. En ese momento también había hecho un diplomado de guion y dramaturgia, porque siempre han sido temas que me han interesado mucho. Yo creo que un actor que entiende cuál es el rol dentro del engranaje dramático que juega, coopera mejor con el resultado final. Porque dentro de cada trama cada personaje juega un rol, que debe cooperar con la trama general total. Y era una persona que le interesaba eso. Era un tipo con cultura, con refinamiento intelectual, una persona con la cual se podía conversar. También, mismo asunto que con Carola Fadic, gente buena que se va antes.
En “Destinos Cruzados” interpretaste a Mateo Goycolea. Aquí te reencuentras con Aline Kuppenheim…
Dedito para arriba, era una buena producción. Era oscurona, pero era buena. Estaba la Mónica Godoy. Ella es una súper buena actriz que, a veces, siento que no la han valorado tanto para lo buena actriz que es. La Aline siempre fue muy buena actriz y en esta teleserie hacía un papel de esos que le quedan muy bien, una mujer doliente, que además le habían arrebatado al hijo. Y también estaba la Pao Volpato, que es una tremenda actriz. El elenco era muy bueno, funcionaba. Le ganamos a “Tentación”, pero no tuvo el rating que habían tenido las otras, a pesar de que era buena.
En el 2005, regresas a Canal 13 para sumarte el elenco de “Gatas & Tuercas”, teleserie escrita por Sebastián Arrau. Aquí, interpretaste a Borja, un mecánico hijo de los roles de María Izquierdo y Cristián Campos…
El personaje era bien malo, pero el elenco era entretenido, estaba Diego Muñoz, Nico Saavedra, un gran amigo. El Nico es el tipo de persona que tiene que estar en todos los elencos porque mejora toda relación humana. Tengo buenos recuerdos de Campos, que siempre es gracioso, simpático y ocurrente. Es curioso porque la imagen del Padre Hurtado y de estos personajes más seriotes que de repente interpreta, no le hacen justicia a la persona graciosa que es. Él puede ser de las personas más cómicas que yo he visto y no parece, la gente no tiene idea. Deberían darle más roles de comedia. Y María Izquierdo es de las actrices que se transforma. En esta teleserie volví al 13. El canal había dejado de hacer teleseries y volvió con “Machos”, donde a mí me ofrecieron el personaje de Braun, pero yo me quedé en el 7 porque me gustó mucho “Pecadores”. Y Felipe, que era mi socio y amigo, lo tomó. Hicimos “Gatas & Tuercas” que era graciosa, divertida, pero el rol era más o menos. Pero le fue bien, recuerdo que usábamos unos trajes color naranjo, que había carreras de autos. En fin, era divertida.
¿Te gustaría estar en televisión desde otra vereda?
Me encantaría. Porque yo soy actor y siempre me he sentido actor, independientemente que he jugado roles políticos. Las personas no somos una sola cosa, tenemos distintas configuraciones. A mí me interesa la parte de dirección y la parte de dramaturgia. Y creo que los actores debieron ser más audaces en tomarse la tele. O bien no han sido encontrados por parte de quienes producen, o bien, siento que ha faltado mayor audacia por el mismo gremio por tratar de tomarse esos espacios, en los cuales tienen mucho conocimiento.
“Fortunato”, producida por Ross Film, fue tu última teleserie…
Me reí, lo pasé bien. Pero en ese momento yo estaba en una disyuntiva de la vida en donde sentía que lo que se estaba haciendo en la tele no era muy bueno. La tele tiene algo que es encantador, que alucina, pero que también cansa. Y cansa cuando precisamente no hay productos de buena calidad. Y donde los actores tienen muy poco que decir. Por eso te hablaba un poco de esa audacia, porque al final tú vas, haces el trabajo, tienes poca incidencia en el guion, poca incidencia en la producción. Si tienes suerte, te toca trabajar con algún director que tenga una sensibilidad mayor con el texto y con el mundo de los actores. Sentía que se había decaído mucho en términos de la calidad de lo que se estaba haciendo en la televisión. Lo peor que les pasó a las teleseries es haberlas convertido en chatarra, en una fábrica de salchichas. Y eso, finalmente, lo que generó fue una desempleabilidad enorme. Hubo y ha habido muy buena producción de teleseries. El hecho que las repitan y que las sigan viendo, habla que se hizo un esfuerzo importante por crear una industria que tuvo un peak en algún momento, y que luego decayó. La televisión sigue siendo un canal muy relevante, muy importante. Y que puede dar mucho, todavía. Y a eso tenemos que apostar, porque talento hay. Yo no sé si hoy en día nuestra televisión esta en ese mismo predicamento. Ojalá que lo esté, pronto.
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