En estos últimos meses hemos sido testigos del “destape mediático” de la generalmente seria y formal Constanza Santa María. Todo partió con su participación junto a Monserrat Alvarez y Carolina Urrejola en un segmento musical de la Teletón imitando al grupo mexicano Pandora, donde le sacó lustre a su pasado de cantante. Fue jurado del reciente Festival de Viña, y en su puesto en la primera fila se le vio “vacilando” a full en las noches festivaleras. Finalmente, el 7 de Marzo, en la previa a la marcha feminista del 8M, causó conmoción en redes sociales con su “enterito” negro que le permitió lucir su bella y trabajada silueta. El debate se dividió entre los que la criticaron por lo supuestamente “inapropiado” del vestuario y los que defendieron su derecho a vestirse como quiera y elogiaron lo bien que se veía (no cualquiera puede darse el lujo de usar ese atuendo pasados los 40 años). La réplica de Cony ante esta conmoción fue lapidaria: “La verdad es que estoy aprovechando lo que queda del verano y si algo hemos ganado las mujeres es el derecho a vestirnos como queramos (…) Que esto sea un tema quiere decir que aún nos faltan muchos 8M”. El revuelo provocado ad portas de la marcha feminista fue tan grande que no me extrañaría que Constanza hiciera esto premeditadamente para provocar una discusión mediática.
Lo de Cony lleva a recordar otros casos de rostros ancla de noticias que decidieron salirse de la imagen de “seriedad” asociada a ellos y que mostraron facetas más lúdicas. Otro ejemplo de ello es Amaro Gómez-Pablos, que si bien se dio a conocer en el mítico concurso del “hombre ideal” de “Soltera sin Compromiso” en “Sábados Gigantes” en los años 80, había cultivado durante toda su carrera un perfil de periodista serio, preparado, con experiencia como corresponsal de guerra y particularmente refractario a la farándula. Luego de su salida del noticiero de TVN, Gómez-Pablos se relajó: se ha dedicado a sus emprendimientos de churros y de helados, realiza programas de corte turístico y gastronómico para Mega, como “Azul profundo”, «Chile Profundo» y “Selección Internacional”, y hasta apareció en un divertido comercial de Cerveza Cristal alusivo a Lollapalooza donde se ríe de su acento cargadamente castizo. Después de años de experiencias de vida fuertes y duras (las guerras que cubrió, el haber enviudado de su primera esposa y separado de la segunda, donde además el periodismo de farándula le pasó una brutal factura por sus críticas), da gusto verlo relajado y disfrutando. Otros dos casos de rostros de prensa en plan “relajo” fueron Mónica Pérez y Soledad Onetto. A la primera le bastó ir a pelusear un día al “Buenos Días a Todos” y bailar una buen reggaetón en pantalla para ganar una notoriedad mediática que la llevó a transformarse en la Reina Guachaca del 2009. Por su parte, Soledad Onetto asumió el desafío de animar los Festivales de Viña de 2009 (50 años del evento) y 2010 (Bicentenario) junto a Felipe Camiroaga, donde cumplió una destacada labor.
Coco Legrand tiene mucha razón cuando dice que en Chile se confunden «seriedad», “credibilidad”, “formalidad” y «rigor» con «cara de culo» y «amargura». Nos hicieron un daño tremendo con frases nefastas y malditas como «la risa abunda en la boca de los tontos». En particular, hemos creído por años que los rostros de prensa necesitan ser tipos graves y vivir como monjes de claustro para ser creíbles. Ya Soledad Onetto pagó un gran costo al ser sacada de la conducción de Teletrece supuestamente porque supuestamente habría “perdido credibilidad como rostro de noticias” después de conducir el Festival de Viña, cosa que sus propios jefes le pidieron, lo que detonó su salida de Canal 13. Sería una lamentable estupidez que a Cony Santa María le pasen la cuenta por su “destape mediático”. Tal como dijeron Eduardo Fuentes y Mónica Rincón en redes sociales, Cony es mucho más que la ropa que viste, es una periodista seca, talentosa y preparada, que ha dado pruebas sobradas de su calidad profesional.
Me encanta ver a esta Constanza Santa María desatada, a Amaro echando la talla y en general a los rostros de prensa mostrándose como seres humanos que pueden reír y disfrutar. Creo que eso nos hace bien como sociedad. Como dijo también Coco Legrand, la verdadera “seriedad” se refiere al COMPROMISO con que se hace el trabajo, y para estar comprometido no se necesita vivir con “cara de culo”. Prejuicios culturales como este explican por qué la sociedad chilena está tan fregada psicológicamente. El “relajo” no debiera ser antónimo del “rigor” ni de la “seriedad”. Ojalá que puedan seguir en esa senda, y ojalá que sus jefes no le pasen la cuenta por ello.