Coincidentemente, los dos canales de televisión con más historia en Chile están pasando por momentos fuertes y decisivos. Mientras el rector de la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC) Ignacio Sánchez anunció que esa institución vendería su participación en la propiedad de Canal 13, en el canal estatal cunde la incertidumbre respecto a si el Congreso aprobará los recursos que le permitirían enfrentar de mejor forma su actual crisis económica, y donde incluso ya se está coqueteando, aunque sea a nivel de trascendidos, con la idea del cierre.
Cuando partió la televisión en Chile, las concesiones fueron entregadas deliberadamente a algunas universidades y posteriormente al Estado, con el fin de alejar al nuevo medio de las influencias de los negocios y asegurar que los contenidos se apegaran al mantra de “educar, informar y entretener sanamente”. En estos momentos, ese romántico enfoque ha sido mucho más que superado. La TV comercial llegó para quedarse hace rato. Lo de TVN y Canal 13 marca el fin de la primera era de la TV chilena, las de los canales “con misión”.
El mercado televisivo no deja mucho margen para entregar cultura y valores religiosos a ultranza, y eso lo entendió hasta el ultra-conservador Ricardo Claro, que cuando fue dueño de Mega tuvo que bancarse que en su pantalla aparecieran Che Copete, “Morandé con Compañía” y “Mekano”, quienes le dieron el rating y el avisaje que le permitió subsistir. Durante la era Claro, en Mega convivían de forma inexplicable los recién mencionados, paradigmas del libertinaje televisivo, con lo más “granado” del conservadurismo católico. Aún recuerdo los comentarios religiosos del cura O’Reilly los sábados en la tarde, seguidos por el recuento semanal de “Mekano”, o al padre Raúl Hasbún y sus reflexiones ultramontanas teloneando al “Show de Che Copete”. En retrospectiva, el proceso que llevó a Mega a su liderazgo actual comenzó con la muerte del empresario de la radio Kyoto y la posterior venta al grupo Solari. Los nuevos dueños mandaron a los curitas momios a rezar a sus parroquias y decidieron ser 100% comerciales y competir sin ataduras. Los resultados están a la vista.
Lo de Canal 13 es solamente la formalización de algo que resultaba evidente desde hace tiempo. El grupo Luksic, al igual que los nuevos dueños de Mega, también optó por competir sin complejos ni ataduras editoriales. Hace rato que la PUC y la Iglesia Católica no tienen nada que hacer en la TV abierta comercial. La universidad casi ni aparece en el antes “canal del angelito”, mientras que la influencia eclesiástica está ridículamente limitada a las misas de los domingos y los mensajes de sacerdotes en los cierres de transmisiones. El imperativo de rentabilizar en la industria televisiva actual, en especial en el cruento escenario actual, obliga a proponer y aceptar productos televisivos que son muchas veces difícilmente compatibles con lo que representan una universidad o la iglesia. Cabe recordar los ácidos cuestionamientos que recibió Canal 13 en la época de gloria de “Viva el Lunes” o incluso respecto de “Sábados Gigantes”. Por otra parte, si el 13 hubiera sido 100% coherente con su condición de canal universitario y católico, quizás ni existiría ahora. Para la PUC y la Iglesia, Canal 13 no pasa de ser un “cacho”, un dinosaurio administrativo que le consume recursos que bien podrían ocupar en otras cosas más importantes, y que ya ni siquiera les sirve para influir en la opinión pública. Como bien señaló el rector Sánchez, la PUC tiene que seguir en las comunicaciones, pero alejado de lo comercial y la lucha por el rating.
Lo de TVN pasa en buena parte por un modelo legal y de gestión que la tiene en una situación incómoda: como canal del Estado tiene por misión generar contenidos de calidad, pero a la vez está obligado a autofinanciarse para subsistir, por lo que tiene competir con las estaciones privadas. En otras palabras, formalmente es canal público, pero en los hechos funciona como canal comercial. En estas condiciones TVN compite con las manos atadas, pues se ve obligado a emitir programas que no serían cuestionados en un canal privado, pero sí en uno público al no ser coherentes con su misión. Tal como he mencionado en artículos anteriores, TVN tiene que definirse respecto a si va a ser un canal 100% comercial o un canal 100% público. Si va a insistir en lo primero, entonces no tiene sentido que siga siendo estatal. Si TVN va a hacer lo mismo que los canales comerciales, entones mejor privatícenlo. Ahora, si se busca que sea un canal público, entonces se requiere reformularlo con urgencia. Al igual que Canal 13, TVN es otro dinosaurio administrativo cada vez menos viable en el actual escenario. Quizás la mejor opción sería vender sus actuales instalaciones al mejor postor, y propiciar el nacimiento de una nueva televisión pública, con mucha menos carga administrativa y de infraestructura, con un modelo de gestión que le permita subsistir con la menor dependencia posible del rating y del avisaje publicitario, y cuya misión sea generar programación de calidad. Quizás haya que optar por algo a menor escala, de nicho y más fácil de sostener financieramente. Quizás centrarse en el cable o en internet.
Como dijo Charly García, “los dinosaurios van a desaparecer”. Canal 13 y TVN son los últimos exponentes de la era del mantra “educar, informar y entretener sanamente”, que está al borde de la muerte, y que hace rato sobrevive artificialmente como un zombie. La TV abierta es una industria lucrativa con todas las de la ley, y además una de las pocas en Chile donde hay verdadera competencia, donde 4 ó 5 canales se pelean una torta publicitaria cada vez menor, pues muchos potenciales clientes se les han ido al cable, a Netflix o a You Tube. Si se pretende hacer TV “con misión”, ya sea religiosa, pública o universitaria, lo mejor es no seguir ni menos involucrarse en la lucha por el avisaje o el rating. Eso hay que dejárselo a los privados.