Uno de los géneros televisivos más exitosos de la televisión estadounidense es el de los “Late Shows”: programas de conversaciones que se transmiten diariamente cerca de la medianoche, y que tienen exponentes clásicos como David Letterman y Conan O’Brien. En Chile, Don Francisco tuvo uno durante mucho tiempo, que fue “Noche de Gigantes”, y más de algún rostro ha manifestado las ganas de tener uno (Cristián Sánchez, Sergio Lagos, Rafael Araneda). Han existido algunos intentos tímidos, como “Amenaza Real”, “La Última Tentación” y “Encuentros Cercanos” y otros que han estado más cerca del formato, como “La Tele o Yo”, “Plaza Italia” y “Así Somos”. Sin embargo, en estos momentos hay solamente dos programas que se podrían denominar con toda propiedad “Late Show”… y los dos se dan en el cable: “Sin Dios ni Late” de Zona Latina y “El Lado C” de Canal 13 C Aunque dentro de algunos días más, La Red estrenará su Late Show “Nunca es Tarde”, conducido por el humorista Checho Hirane, mi análisis se centrará en los dos primeros programas.
“Sin Dios Ni Late”, conducido por el periodista Julio César Rodríguez, es la versión pobre de “La Tele o Yo”, que condujo el mismo periodista en el verano del 2006 en TVN. El esquema es exactamente el mismo: El monólogo pseudo-irónico del inicio (muy fome, hay que decirlo. Era más gracioso en TVN. Parece que no le alcanzó el presupuesto para contratar libretistas), algunos invitados y una banda musical en vivo. Salvo en la sección de “stand-up comedy” (casi todos mejores que JC en cuanto a monólogos), las diferencias están en los costos: en vez de invitados internacionales, puros rostros “made in Chile”; en vez de rutilantes artistas extranjeros, esforzados y talentosos músicos nacionales; y en vez de una orquesta, un par de músicos freaks que se hacen llamar “Char-qui-cans”; en vez de Umaña, el reportero chanta encarnado por Franco Ferreira, (actualmente en “Estado Nacional” de TVN), puso a un comediante que a veces imita a Francisco Vidal. Aparte de eso, Rodríguez mantiene el mismo estilo de entrevista, ameno e interesante, pero con cierta tendencia a pasarse de listo con los invitados, alabándolos con empeño mientras les lanza tallas pesadas en forma solapada. Rodríguez es un tipo inteligente (se lo reconoció Patricia Maldonado, quien trabajó con él en la radio y lo respeta a pesar de pensar distinto políticamente), pero con cierta arrogancia propia de los que se saben inteligentes, que fue graciosamente caricaturizada acertadamente por Stefan Kramer. En un momento dado, llegó a decir que se retiraba de la TV porque “ya lo había hecho todo” (le faltó decir que la historia de la televisión chilena se dividía en “antes de J C” y “después de J C”). Partió como periodista de trinchera en “La Nación” y terminó enredado en la farándula, siendo uno de los primeros opinólogos. Con todo, es de los pocos que tiene algo que, casino online por lo que se ve, escasea mucho en la TV: neuronas.
No se puede mirar “El Lado C” sin recordar “Plaza Italia”, el recordado clásico del fenecido Canal de la Rock & Pop, y tuvo una pequeña resurrección hace algunos años en el 13 Cable. Si reemplazamos el set tipo “Noche de Gigantes” por un living, le sacamos los lentes a Comparini, lo vestimos en forma deportiva en vez del terno negro tipo CQC y le ponemos a Marcos Silva a su lado, obtenemos justamente “Plaza Italia”. El mismo tipo de monólogo (Comparini rivaliza en fomedad con Julio César), invitados un poco más tirados a lo intelectual y los mismos músicos que van al programa de Zona Latina. Hay secciones de humor que recuerdan a “Plaza Italia”. Se repiten algunos invitados, como el arquitecto Federico Sánchez, una especie de Nicolás Larraín con más horas de estudio. Con todo, “El Lado C” es un programa simpático, agradable de ver, con un entrevistador con oficio en el género.
Estos dos programas, “Sin Dios Ni Late” y “El Lado C”, son de lo mejor que se ha visto en TV en este año de crisis económica, pero por sobre todo de crisis creativa. En el año en que Canal 13 ha ganado en rating a base de “1810”, sobredosis de “Los Simpson” y repeticiones de rutinas humorísticas antiguas, no es de extrañar que dos de los mejores programas estén en el cable, y no sean más que versiones levemente retocadas de programas anteriores, con los mismos conductores.