En sus diversas entrevistas a propósito de la guerra ruso-ucraniana, la modelo ha puesto en evidencia lo que muchos intuían, pero pocos se atrevían a manifestar: que es muchísimo más que una mujer de belleza infartante y que fue un diamante al que la TV chilena no le supo sacar brillo.
Uno de los momentos más notables de la cobertura de la TV abierta chilena a la guerra entre Rusia Y Ucrania ha sido ver a Lola Melnick dándoles cancha, tiro y lado a periodistas, rostros matinales e incluso a algunos analistas especializados. La modelo ruso-ucraniana, avecindada hace muchos años en Brasil, entregó información de primerísima mano respecto a la historia de sus dos patrias -nació en 1982 en Odessa, región actualmente en territorio ucraniano que en el momento de su nacimiento era parte de la Unión Soviética-, y que permite tener una visión más objetiva de las causas del conflicto, que complementa y contrasta la información que entregan los medios tradicionales, muchas veces cargada de prejuicios y permeable a la propaganda de los bandos en combate.
Lamentablemente, las exigencias de rating y limitaciones de tiempo de los programas matinales donde ha sido entrevistada han impedido que Lola pueda explayarse a sus anchas. Programas como “Hola Chile La Red” y “Mentiras Verdaderas”, y el interesante emprendimiento de streaming de Nicolás Copano parecen ser tribunas en donde podría desarrollar sus ideas con mayor tranquilidad y profundidad.
Lo que sorprende a muchos de todo esto es ver lo articulada, culta y preparada que es Lola Melnick. En buena parte del público chileno causa cortocircuito que una rubia infartante, que fue principalmente conocida como modelo y bailarina en la época dorada de “Morandé con Compañía”, sea capaz de hacer aportes relevantes y derechamente “pintarle la cara” a periodistas, rostros televisivos y a no pocos especialistas en política internacional. Tal parece que está arraigada en muchas mentes chilenas la denominada “Ley de Beckhap” que dice que “el producto de belleza e inteligencia es igual a una constante”, que se traduce concretamente en que “una mina rica tiene que ser necesariamente hueca, ignorante y superficial” y que “una mujer inteligente y preparada tiene que ser necesariamente fea y carente de atractivos”. Aunque esto ha sido desmentido por la realidad, incluso en casos de rostros con escolaridad incompleta como Nicole Moreno y Pamela Díaz, es un prejuicio aún muy extendido en la sociedad chilena. Por ello, a muchos los descoloca que Melnick, una mujer despampanante y que pasó por la TV chilena como ícono erótico, sea además culta, viajada, con mundo, pensante, inteligente y que hable seis idiomas -inglés, francés, castellano, portugués, ucraniano y ruso-.
El caso guarda algunas similitudes con el de la fallecida Raffaella Carrá. Aparte de su belleza, simpatía y notables dotes para el baile, Lola parece tener cabal conciencia del efecto que provoca en el público -en especial masculino- y de cómo puede usarlo en su favor. Esto, combinado con su inteligencia y preparación, genera un tremendo potencial que no fue bien aprovechado en Chile.
Siendo bien franco, la TV chilena se farreó lastimosamente a Lola Melnick. Tenerla en «Morandé con Compañía» encerrada en el “Ciclón Millonario” o haciendo sketchs revisteriles con Ernesto Belloni, Mauricio Flores, Claudio Reyes o Salomón y Tutu-Tutu fue el equivalente a tener a Zlatan Ibrahimovic jugando en Santiago Morning. A Lola le daba muerta de la risa para el status de una Tonka Tomicic o una Karen Doggenweiller, es decir, para ser primera figura, conductora de matinal o estelar, o incluso animadora del Festival de Viña. No tengo pruebas pero tampoco dudas que, si le hubiera tocado conducir un matinal durante el Estallido Social, habría dado el ancho sin mayores sobresaltos.
Lola Melnick fue un lujo que la TV chilena no supo apreciar ni aprovechar. Le quedó chica demasiado pronto, no le ofrecieron oportunidades a la altura de sus capacidades y terminó emigrando a un medio televisivo más exigente y poderoso como el brasileño, donde actualmente tiene un gran pasar.