Desde Gloria Benavides en la época de “La Gotita” que no se veía en Chile algo como lo de Paloma Mami. Esta cantante de diecinueve años, de padres chilenos y origen estadounidense, se ha transformado en un vendaval mediático que nos ha pillado a todos por sorpresa. Después de su bullada salida de “Rojo”, con solamente tres canciones a su haber, ha logrado lo que otros con años de trayectoria ni soñaron: millones de visualizaciones en YouTube, seguidores en Instagram y escuchas en Spotify; publicidad en las pantallas del mismísmo Time Square de su ciudad natal; su aparición en el cartel de la postergada “Cumbre” y un recital a tablero vuelto en el reciente Lollapalooza.
Es mucho para una cantante carismática y de indudable talento pero que todavía está en la condición de “diamante en bruto”, dado su escaso repertorio y la falta de training en escenarios, lo que quedó en evidencia en su breve paso por Lollapalooza. Lo sucedido con Paloma Castillo (su verdadero nombre) nos dice mucho respecto de la TV abierta y de la sociedad chilena. A continuación analizaré algunos aspectos:
El discreto legado artístico-musical de “Rojo”. Si analizamos a la notable generación de artistas millenials que dominan el pop y el rock chileno en la actualidad, veremos que, salvo Mon Laferte y Paloma Mami, no hay nadie salido del programa de talentos de TVN. Quizás María José Quintanilla, que comparte su carrera artística con sus labores de panelista del “Mucho Gusto”. Hay gente surgida del mundo de la TV, como Denise Rosenthal y Augusto Schuster (ambos provenientes de “Amango”) y Cami (The Voice Chile), pero que no se ha quedado en los laureles mediáticos y luego de eso ha construido una carrera musical desde abajo. Los chicos que rompían records de venta de discos en la época del “Tío Conductor” se han transformado en cantantes de segunda línea, con carreras artísticas de bajo perfil, que les permiten tener un buen pasar en Chile (lo que está más que bien), pero lejos de pelear en las “ligas mayores” de la industria como lo está haciendo Mon Laferte y sin generar propuestas musicales audaces, trascendentes ni rompedoras. El mejor parámetro de esto es el Festival de Viña: solamente hemos tenido tres shows de artistas salidos de “Rojo” frente al “Monstruo”: María José Quintanilla el 2004 (además la única que no ha ido como jurado), Mario Guerrero el 2007 (digna performance saliendo después de Tom Jones) y la consagratoria actuación de Mon Laferte el 2017.
“Rojo” no aprendió de Mon Laferte. Llama la atención de que los dos mayores legados que “Rojo” le ha dejado a la industria de la música, Mon Laferte y Paloma Mami, se hayan terminado alejando en no muy buenos términos del programa. Monserrat Bustamante renunció, tomó sus maletas y se fue a México porque en “Rojo” no la dejaban ser ni desarrollarse como artista. Llegó a la tierra de los mariachis, se rebautizó como Mon Laferte, se atrevió a cantar la música que realmente quería..…..y el resto es historia conocida. Por su parte, Paloma Mami duró menos de un mes y renunció al no aceptar el ambiente cargado de competencia e intrigas del programa, además de considerar inaceptables las condiciones del contrato que la ligaba al canal. En algún momento la dejaron en capilla y la jurado Maitén Montenegro la salvó. No deja de ser significativo que la única que pareció percatarse de las potencialidades de Paloma fue la histórica fundadora del Jappening con Ja, una de las últimas show-woman de verdad que ha tenido Chile y con amplia experiencia en gestionar talento artístico infantil y juvenil. A pesar de ya haberse farreado a una cantante de clase mundial como Mon Laferte, en “Rojo” siguen demostrando falta de criterio artístico y de ojo mediático, y terminaron tropezando con la misma piedra. Hasta en Decca Records aprendieron del garrafal error de rechazar a Los Beatles porque “las guitarras eléctricas estaban pasadas de moda” y se reivindicaron al contratar e impulsar posteriormente a los Rolling Stones.
Los cantantes ya no dependen de los medios tradicionales. En la primera época del programa de talentos de TVN, en la década pasada, aparecer en la pantalla chica constituía una oportunidad de oro para el que quería darse a conocer y construir una carrera musical. Además, las compañías discográficas tenían un control absoluto e incontestable de las carreras de los artistas, al punto de dictarles el tipo de música que tenían que hacer, cómo vestirse, qué decir y hasta cómo posar ante las cámaras. Si bien hoy existen géneros como el k-pop donde se someten a los artistas a ese tipo de “esclavitud” (y que están siendo severamente cuestionados por ello), se han dado casos de muchos cantantes que han logrado darse a conocer a nivel global trabajado de forma totalmente independiente, haciendo la música que realmente les sale de las tripas, aprovechando las facilidades de la tecnología y la globalización que les permite tener acceso a verdaderos estudios de grabación de nivel profesional y canales de difusión y distribución a nivel planetario desde su propia casa. ¿Ejemplos? Tenemos a la adolescente estadounidense Billie Eilish, que con la ayuda de su hermano Finneas ha construido su repertorio desde el dormitorio de su casa; y está el caso de la cantaora Rosalía, la misma que nos dejó locos a todos en Lollapalooza. La española produjo, grabó y promocionó su álbum “El Mal Querer” de forma totalmente independiente, y una vez que se transformó en un fenómeno planetario, tuvo las espaldas suficientes para negociar y firmar un contrato en igualdad de condiciones con la disquera Sony. Como dijo un titular del diario español “El País”, “Sony no fichó a Rosalía, sino Rosalía a Sony”. En Chile, Mon Laferte desarrolló una década de carrera independiente completamente “a pulso” antes de firmar con Universal Music, Cami fue invitada a la misma disquera después de “The Voice” y Paloma Mami ya tiene contrato con Sony. El cambio ha sido notable: los artistas ya no necesitan ser empleados sumisos de las disqueras, sino que pueden exigir control absoluto sobre la música y la imagen que quieren ofrecer, y hacer alianzas estratégicas con las compañías para temas logísticos. Sin embargo, en “Rojo” parecen no entender esto y les ofrecen a los artistas contratos leoninos donde quedan en muy mal pie tanto en lo artístico como en lo económico. De hecho, tal como fue señalado en el reportaje de la Revista “Sábado” de “El Mercurio”, las condiciones del contrato, junto con el ambiente del programa, fueron las detonantes de la salida de Paloma Mami de “Rojo”. El éxito mediático posterior revela que Paloma quizás nunca necesitó del programa de TVN para darse a conocer.
Al chileno le cuesta convivir con lo diferente. Paloma Mami ha vivido en carne propia la falta de habilidad del chileno para tratar con lo que no entiende. Tal parece que una chica morena, de belleza exótica y criada en el cosmopolita ambiente de Nueva York aún es demasiado para nosotros. Sus compañeros la vieron inmediatamente como competencia, protestaron cuando el jurado dejó que siguiera en competencia y le aplicaron “la ley del hielo”; y además hubo poca onda con Leandro Martínez, que ofició como su coach y cuya imagen con la cabeza a dos manos cuando el jurado la salvó le ha traído más de algún mal rato. En la Revista del Sábado, Paloma comentó que ha sufrido los rigores del prejuicio “made in Chile”, como cuando fue ninguneada y tratada de “flaite” en las discotecas.
La música urbana y la sobredosis de efectos de sonido. Paloma Mami es parte del pequeño pero creciente grupo de cantantes urbanos (denominación que engloba reggaetón, hip-hop y trap) chilenos, junto con gente como Drefquila y Princesa Alba. Aparte de los prejuicios por su origen social y ligado con el mundo de la delincuencia, y de sus temáticas cargadas de violencia y misoginia, resulta cuestionable el excesivo uso de pistas grabadas, playback y autotune que domina en estos géneros. El último espectáculo “de verdad” (entendiendo esto como “con cantantes en vivo e instrumentistas tocando en vivo”) del pasado Festival de Viña fue el de Cami al cierre del quinto día. Los shows de la jornada final, a cargo de dos destacados exponentes del género urbano como Bad Bunny y (en especial el de) Becky G fueron una apología del playback y las pistas grabadas. Además, en algunos de los shows del reciente Lollapalooza chileno, como el de Post Malone o el español C-Tangana se notó el abuso de estos recursos. Da la impresión que la mejor manera de anular a un músico urbano es cortarle la electricidad o hackear su computador. Los que tenemos cierta edad recordamos el fraude del dúo alemán Milli Vanilli, que fue la gran sensación musical de inicios de los años 1990, que hacía playback hasta en los karaokes y que llegó a ganar un Grammy, pero que cayó en desgracia y tuvo que devolverlo al descubrirse que prestaban solamente su imagen y las voces provenían de cantantes de estudio. Cabe preguntarse ¿cuántos “Milli Vanilli” habrá en el mundo de la música urbana? Siendo justos, en sus apariciones en Rojo y en su show de Lolla Paloma Mami dio muestras de que tiene muy buena voz y que canta de verdad. No se trata de demonizar estos recursos. También está la gente que sabe ponerlos al servicio del arte musical. La Rosalía, que en su primer disco «Los Angeles» y en su notable presentación en la última entrega de los premios Goya dio muestras de ser “de verdad”, hizo un gran uso de estos efectos en “El Mal Querer”, en su show en Lolla y en sus sencillos posteriores “Barefoot in the Park”, “Con Altura” y “Me Traicionaste”. El uruguayo Jorge Drexler, quizás el arquetipo máximo del cantautor intelectual que tenemos en la actualidad, dictó cátedra sobre el uso de autotune y efectos de sonido en su disco “Eco”.