La ganadora de la tercera versión de The X Factor, se ha convertido en un fenómeno en Reino Unido.
La década pasada estuvo marcada por las bandas de laboratorio, que inundaron ambos lados del Atlántico de la mano de productores caza-talentos que encontraron una mina de oro juntando a chicos apuestos, que al son de atléticas coreografías y escaso talento vendieron millones, llenaron estadios y fueron reconocidos en sus quince minutos de fama gracias a las mejores campañas de marketing vistas hasta ese entonces. Era el nacimiento de Justin Timberlake y el apogeo de Lou Pearlman, productor de agrupaciones tan exitosas como Backstreet Boys, ‘N Sync, US5 y O-Town entre otras. Ha pasado el tiempo, y muchos ven a parte de esta camada como emblemas del pop, encarnados en autoproclamados íconos del tipo Take That o las mismas Spice Girls.
Para bien o para mal, hoy la historia la escriben los programas de televisión busca talentos, que gracias a la mano del nuevo zar de los charts, Simon Cowell, dictaminan parte importante de lo que escuchamos y consumimos. Cowell es ambicioso y tiene un norte claro: encontrar a la gran mega-estrella de la década. Tanto en su versión estadounidense American Idol, como en la inglesa The X Factor, Cowell ha cosechado importantes y perdurables logros, como Kelly Clarkson, Carrie Underwood y Shayne Ward, y en paralelo una extensa lista de estrellas fugaces: Ruben Studdard, Fantasia Barrino, Clay Aiken, Taylor Hicks, y el último tormento americano, Jordin Sparks.
Es posible que la búsqueda de Simon haya terminado gracias al que quizás sea su mayor descubrimiento: Leona Lewis. Nacida en Londres, esta chica de 23 años ganó la tercera versión de The X Factor, convirtiéndose en un fenómeno en el Reino Unido, logrando su primer #1 con un cover de Kelly Clarkson, «A Moment like This» que vendió más de un millón de copias. El éxito consagratorio vendría a mediados de 2007 con “Bleeding Love”, canción que consiguió otro #1 en UK, y que hace poco logró situar a Lewis como la tercera mujer inglesa de la historia en lograr un #1 Billboard Hot 100 con su single debut, siguiendo los pasos de Petula Clark en 1965 y Sheena Easton en 1981, además de ser la sexta solista británica en alcanzar esa posición, antes lograda por Petula Clark, Lulu, Sheena Easton, Bonnie Tyler, y Kim Wilde en 1987.
Pero más allá de las estadísticas y el éxito del que goza Leona hoy, ¿qué nos haría creer que estamos ante la nueva diva del pop? Resulta aventurado poner todas las fichas en una artista concebida como un producto con poco y nada de libertad creativa, es cierto, pero escuchar el disco debut de Leona Lewis, Spirit, es remontarse a los mejores momentos de Mariah Carey en sus tres primeros álbumes, a las mejores baladas que una artista de laboratorio haya grabado desde Kelly Clarkson en 2003. Cowell lo apuesta todo y no se equivoca. La voz de Leona Lewis es extraordinaria, elástica, cautivante, perfecta para la balada romántica, estilo que la estanca en ese pop meloso y facilista, delicado y virtuoso, envuelto en R&B y gospel, lo que se agradece en un mundo dominado por afroamericanas parafernálicas acompañadas de cuanto rapero hay a la vuelta de la esquina. Revistas como Blender y Pop Matters han criticado la incapacidad de Leona de provocar emociones en el oyente. Contrario a esa crítica, lo que más desborda Spirit es espíritu, con canciones que te aprietan los dientes, te remecen y recuerdan a Whitney en sus mejores 80s. En Spirit la temática es el amor, y el sonido, un verdadero plagio de melodías que hemos escuchado mil veces con base en arreglos de piano y coros que evocan a Celine Dion y la misma Clarkson en temas como “The First Time Ever I Saw Your Face” (popularizada por Roberta Flack en 1972), “Here I am” y la impresionante escalera de notas desplegada en “Homeless”. Algunas de las canciones parecen fotocopias que funcionan perfecto en el contexto del disco, con aciertos como la infecciosa “Better in Time” y “I Will be” (cover de Avril Lavigne). Pero es “Bleeding Love” por mucho la canción más sofisticada y rupturista en un disco donde no hay intención de exploración musical ni riesgo alguno más allá de explotar la voz de Lewis, que suena simplemente perfecta. Demasiado perfecta tal vez. Spirit parece un disco de grandes baladas de una artista con años de carrera, que maneja en un mismo género el fraseo suave y la intensidad melódica en “Whatever It Takes” y “Yesterday”, el intimismo y lo épico en “Footprints in the Sand” y “A Moment Like This”, y por supuesto, la desnudez lacrimosa que tiene como sello la balada. Pese a lo anterior, Spirit palidece en sus propios méritos, ya que carece de matices y figuras compositivas que rompan la fórmula y complementen el instrumento principal sin opacarlo. Es innegable el talento de Leona, que no sólo tiene un debut correcto, sino que se perfila como la propuesta solista más interesante que hayamos visto de un show televisivo.