Hubo un tiempo en que teleseries nocturnas era sinónimo de TVN. Un monopolio que, al revés de los dogmas del mercado, supo asegurar calidad y superarse a sí mismo sin el empuje de una competencia, asumiendo riesgos e innovando como un sello permanente de marca, con producciones como «Los Treinta«, «Alguien Te Mira» o «El Señor de la Querencia«. Ese tiempo, al parecer, terminó.
Habrá sido cierta comodidad de saberse corredores únicos, desgaste natural o una innegable tendencia al exceso («Conde Vrolok«, «Su Nombre es Joaquín«) pero, en un momento, lo que era un espiral ascendente comenzó a tomar ritmos más irregulares. Fenómeno que se acentuó al aparecer por primera vez competencia real: primero Chilevisión, y luego Canal 13.
El canal de Turner, de la delirante mano de Coca Gómez, logró armar una propuesta con un estilo muy propio y reconocible con «Mujeres de Lujo» e «Infiltradas«, que cautivó y logró asegurar su tajada de la torta de audiencia. Propuesta que, cosa curiosa, también se desmoronó al caer en la tentación del exceso con «La Sexóloga«. La estación de Luksic, por su parte, se reseteó a sí misma tras su dura crisis de finales de la década pasada, y optó por nutrirse de directores y guionistas provenientes del cine y las series para refrescar el género y lograr una mirada propia y única, que se ha ido puliendo con el tiempo. Visto en perspectiva, el proceso de Canal 13 recuerda mucho al de TVN: un inicio tímido y experimental («Ídolos«-«Peleles«), un batatazo comercial que afirmó el proyecto («Los Treinta«-«Soltera Otra Vez«) y una propuesta madura, novedosa en lenguaje pero alimentada directamente por el melodrama clásico («Alguien Te Mira«-«Las Vegas«).
Pareciera ser un patrón esto de iniciar un proceso de construcción de marca-canal-productor-de-teleseries, hacerlo crecer, disfrutar el éxito y luego enfrentar la natural e inevitable decadencia. Posiblemente al 13 le queden dos o tres años para ese último paso (por mientras, que disfruten estar en el centro del podio). Pero lo que no cabe duda es que las teleseries nocturnas ya no son marca, ni siquiera tradición, de un solo canal. Son parte del esquema televisivo chileno y, no conforme con haber desplazado en importancia a la clásica teleserie de las 20 horas y ayudada por el desgaste del género reality, se transformaron en EL producto televisivo de cada temporada.
Somos muchos los fans del género que confiamos en que TVN, como en sus mejores tiempos, nos volverá a sorprender con un proyecto sólido, innovador y capaz de conectar con el público, tal como lo hicieron en su momento los thrillers de Pablo Illanes o los primeros títulos de parejas-adultojóvenes-adictas-a-la-infidelidad, rompeesquemas en su momento. Y, al último, pero no menos importante, que Chilevisión -e incluso el errático Mega- resucite una producción que en su momento tuvo actitud, punto de vista y elementos diferenciadores, capturando a un público desprejuiciado y dispuesto a aceptar influencias foráneas que enriquecen el modelo de telenovela chilena. Mientras más cantidad y mayor diversidad de propuestas y miradas haya, aunque se vivan altos y bajos, mejor para la industria, mejor para el género.