El género de las telenovelas en nuestro país vive un momento crucial. Hace un rato que los productores ya no se preguntan qué historia contarán el próximo año, sino si habrá algún canal que la transmita. La razón de esta inquietud es el rating que están marcando las teleseries chilenas durante los últimos años, que distan mucho de los números que había en la denominada “época de oro”.
También es válido pensar que este cuestionamiento se debe al miedo a la aparición de producciones extranjeras que rápidamente ganan la preferencia del público, a muchísimo menor costo que una realizada por algún canal o productora, situación que empieza a ser crítica con la llegada de la exitosa telenovela turca “Las mil y una noches”.
Esto no ha pasado solamente en Chile. Esta oleada de favoritismo por el enlatado de ficción llegó también a otros lugares como Argentina, donde las producciones compradas obtenían una audiencia mayor a las realizadas en dicho país. Sin embargo, una respuesta esperanzadora a la pregunta inicial de esta nota se dio con la aparición de “Argentina, tierra de amor y venganza”, teleserie de Pol-ka del pasado año, transmitida por El Trece, que dio la sorpresa en la televisión trasandina al acaparar grandes números de audiencia, dejando atrás el miedo al enlatado turco y a ese constante pensamiento de que apostar por la producción local ya no vale la pena.
Con este escenario la reflexión es que el público respondió positivamente a una teleserie que, por un lado, cultivaba lo esencial del melodrama, pero que también lograba inyectar temáticas actuales como lo es el feminismo y la lucha por erradicar la trata de mujeres. Tal vez, si tomamos como ejemplo el caso de la teleserie argentina, lo necesario es que en Chile dejemos ese miedo de lado y comencemos a atrevernos a contar historias que sean tan fieles al género como también innovadoras en las temáticas que tratan.
Y es que la teleserie es así, tiene un plus que no muchos géneros tienen, y es la capacidad de amoldarse a los nuevos tiempos. Si nos vamos más atrás hay un claro ejemplo de esto con “La Reina del Sur”, una teleserie que, además de ser exitosa, también fue un semillero de grandes preocupaciones de quienes viven de crear estas producciones, ya que se pensó que era el inicio de una nueva era que mataría a las telenovelas. Sin embargo, pasó todo lo contrario, de una manera inteligente se creó un nuevo sub-género denominado “narconovelas”, que al contrario de sepultar al mundo del melodrama, terminó por hacerlo más grande y novedoso.
Por lo tanto, la respuesta a la interrogante es clara, las telenovelas no están muriendo, están cambiando. Lo que sí está acabando es la forma de medir estas audiencias, pues, si lo pensamos, hoy en día con la proliferación de las redes sociales, es fácil identificar cómo se mueve el público ante las nuevas producciones, que si bien no ganan en números de rating en su horario, sí logran acaparar miles de menciones en redes como Twitter o Instagram. No es menor.
Finalmente, de eso se trata todo esto, de movernos y crecer de acuerdo a como lo hace el público, ya que finalmente es a ellos a quienes nos debemos y no al miedo, que como ya hemos dicho en otras ocasiones, sólo paraliza.