Ha sido una de las grandes revelaciones musicales del último tiempo. Vino a llenar un vacío del mercado musical mundial, que era el de tener a un músico que pudiese encarnar bien dos géneros amigables entre sí: el pop y el R&B. Bruno Mars en su segundo álbum, «Unorthodox Jukebox», apuesta fuerte, porque si bien mantiene la base general que caracterizó su disco debut, también juega con influencias nuevas en su repertorio, y no son menores: él sabe que las expectativas del público son enormes, ahora es un artista global y número calado en las emisoras radiales.
Casi con seguridad total, se puede citar a Mars como uno de los artistas de lo que llevamos de década más «amigables» para la radio. Todas sus canciones tienen esa ambición característica, que es tener la mayor difusión posible a través de recursos reconocibles para el consumidor. Por ejemplo, el primer single del álbum, «Locked Out of Heaven», juega con elementos compositivos claves para entender el porqué del éxito del que anteriormente sólo fuese un hombre oculto tras trabajos de otros. Coros y momentos hechos para quedar en la memoria de cualquier oyente, es música que no requiere mayor esfuerzo para ser oída, porque es liviana y tiene un rumbo claro. Además de letras amigables y con una que otra metáfora inmersa en algunas frasesitas clichés y lineas directas, sin dobles lecturas.
El álbum toma un matiz interesante en varias canciones. «Gorilla» tiene un ligero tono de sinth-pop, además de juegos vocales que sorprenden en un universo de canciones que pueden resultar predecibles tanto en ejecución como en el papel. Eso sí, todo toma un tono más ambicioso con tracks como «Treasure». Se puede percibir claramente que Mars se inspiró escuchando «Beat It», «Human Nature» o alguna otra canción del Michael Jackson ochentero para crear estos temas. Cabe destacar además que el sonido del álbum es uno mucho más maduro, avanza hacia terrenos de notas más altas, instrumentalmente hablando, y canciones con tonalidades más elaboradas.
El morocho sabe además que la clave de una canción radial está en además de ser pegajosa, tener una duración no muy exagerada, con tiempo preciso y que haga que más ganas de al oyente de repetirla. Avanza el álbum básicamente con ese precedente. Hasta allí todo predecible, sin embargo con «Natalie», por ejemplo, nos encontramos con una base casi tribal de percusión, además de efectos de estudio por doquier, que junto con los fraseos agradables del intérprete de «Grenade» hacen avanzar a un coro que explota y que seguro hará cantar a quién escuche el álbum.
No obstante, se nota que se buscó tomar elementos de canciones populares de su anterior trabajo para este álbum. «Show Me» es la versión más refrescada de «Liquor Store Blues», por poner un ejemplo. Eso sí, se despide de forma interesante con «If I Knew», cuyo video, si fuera single, perfectamente puede estar situado en la graduación escolar de algún colegio de esas películas gringas. Tiene todos los elementos de un corito de escolares cantando rock & roll de los años 60, de estilo Elvis.
En la repetición hay un estancamiento que fue cubierto con buenos adornos y alguno que otro elemento sorpresa. Pero está bien, al parecer el cantante parece enfocarse bien en su propósito como artista. Es uno de sus puntos negros, probablemente se siente a hacer álbumes de las mismas características toda su vida. Es temprano para decirlo -es su segundo álbum- pero todo parece dirigir a ello como su destino. Y seguramente los fans estarán alegres de ello, porque eso además ayuda a concluir que todo apunta a que hay Bruno Mars para rato.