Las telenovelas bíblicas brasileñas han sido para TVN lo que en un comienzo fueron las turcas para Mega. “Moisés y los 10 Mandamientos”, “José de Egipto” y “El Rey David” han sido una verdadera tabla de salvación el canal estatal, pues sus buenos ratings le han permitido zafar al menos en parte de la crisis y entrar nuevamente en competencia. Sin embargo, han surgido cuestionamientos en torno a que si un canal público debiera dar espacio a programas de corte religioso.
Estas “epopeyas bíblicas caipirinha” (en analogía con los “western spaguetti” o películas sobre el oeste norteamericano filmadas por italianos) tienen su origen en el canal Rede Record, el segundo en importancia en el país de la samba, y que desde fines de 1999 tiene por dueño a Edir Macedo, líder de la Iglesia Universal del Reino de Dios, a la que pertenece el conocido ministerio “Pare de Sufrir”. Macedo logró sacar al canal de una larga crisis, y lo transformó en pieza importante de su cruzada religiosa. Las “epopeyas bíblicas caipirinha” son una muestra de lo anterior, pues fueron creadas con un objetivo netamente evangelizador, para lo cual se hicieron asesorar por muchos especialistas en las Sagradas Escrituras.
Desde el punto de vista televisivo, hay que admitir que estas teleseries tienen méritos indudables. Es el “know-how” brasileño en teleseries aplicado a historias bíblicas. Lograron darle atractivo e interés a tramas de final conocido sin sacrificar el rigor teológico. Más allá de sus intenciones, estamos ante un muy buen producto televisivo, que además está siendo transmitido con éxito en otros países.
Sin embargo, estas teleseries no parecen caer bien en ciertos sectores, no por su calidad, sino que más bien por su carácter evangelizador. El rechazo más conocido a la fecha es el del concejal de Providencia y activista LGTBI Jaime Parada, quien manifestó su oposición a que la TV pública emita contenidos de “adoctrinamiento religioso”. Las aprensiones de Parada son comprensibles, considerando el objetivo proselitista religioso con el que fueron creadas las “epopeyas bíblicas caipirinha”, y dado que los sectores evangélicos ofrecen una dura oposición, incluso más que los católicos, a las causas que el concejal Parada defiende, como la del matrimonio igualitario. Es muy probable que ese efecto evangelizador sea importante en Brasil, país donde la religión evangélica tiene gran raigambre, y en los sectores evangélicos en donde se comentan los capítulos en los templos. Sin embargo, dudo sinceramente que estas series logren conquistar almas más allá de esos márgenes. Lo que se ha apreciado hasta el momento es que el público tiende a considerarlas más bien como muy buenas teleseries de época, al igual que “El Sultán”, que hasta lo que se sabe no pretendió y nadie acusó de hacer apología del Islam. Hasta ahora, el mayor “culto” que se ha generado en Chile respecto de las “epopeyas bíblicas caipirinha” ha sido la histeria femenina en torno a los actores que interpretan los roles protagónicos, algunos de los cuales oficiaron de conductores de “Eoeoeo” en dupla con Karen Doggenweiller.
Esta polémica plantea una pregunta de fondo: ¿es lícito o aceptable que el canal público de un estado laico emita programación de clara orientación religiosa? Dada la impronta indudablemente cristiana de la sociedad chilena, no resulta de extrañar que en TVN las religiones cristianas tengan monopolio hasta el día de hoy. Se transmiten las misas dominicales; programación especial en feriados religiosos como Semana Santa y Navidad; y ciertas ceremonias como los Tedeums de Fiestas Patrias. Además, TVN tiene un largo historial de transmisión de programas evangélicos desde los años 80, como los Talks Shows Club PTL y Club 700, pertenecientes a telepredicadores como Rex Humbard, Pat Robertson, Jim Bakker y Jimmy Swaggart, algunos de ellos manchados por escándalos financieros y morales; y actualmente con la emisión, los sábados en la mañana, del programa del ministerio “Puertas Abiertas”. Hasta ahora, no se han abierto las pantallas del canal estatal a programas de religiones no cristianas, como la musulmana, judía y budista, ni a representantes de agrupaciones ateas, agnósticas o de la masonería. Como punto de comparación tenemos a la Televisión Española, donde si bien la religión católica tiene mayor cantidad de tiempo, existen espacios reservados para los evangélicos, musulmanes y judíos.
El fenómeno religioso es tan antiguo como el ser humano, y es decisivo en la construcción de su cultura. No se puede entender la historia de la humanidad ni fenómenos como Al Qaeda y el Estado Islámico sin considerar el trasfondo religioso. El negacionismo en torno a ello no resulta conveniente. Más allá de la postura religiosa de cada cual, creo que es necesario desarrollar en las personas una amplia cultura religiosa. En nuestras vidas, más aún en un mundo globalizado, tendremos vecinos, amigos, jefes, compañeros de trabajo e incluso parejas con posturas religiosas distintas a la nuestra o con ninguna, y con las cuales tenemos que aprender a convivir y respetar. En lo personal, reemplazaría las actuales asignaturas de religión en los colegios, que más bien son «adoctrinamiento católico», por otra donde se haga enseñanza (no adoctrinamiento) de las principales religiones de forma imparcial, incluyendo también masonería, ateos y agnósticos.
No creo que el carácter «evangelizador» de las telenovelas brasileñas sea un problema. De partida, hay que asumir que todo lo que hacen las religiones en los medios de comunicación tiene objetivo «evangelizador», buscando atraer ovejas a su redil y marcar presencia con sus ideas ante la opinión pública. Y los grupos ateos o agnósticos también van a buscar lo mismo. Considere el caso de la excelente serie de divulgación científica «Cosmos», conducida por el astrofísico Neil deGrasse Tyson y transmitida por TVN hace un par de años. Tyson es un reconocido agnóstico al igual que su antecesor Carl Sagan. En «Cosmos» se dejó muy mal parada a las Iglesias Cristianas por las persecuciones a los científicos y se dio énfasis en la teoría de la evolución, lo que produjo escozor en grupos protestantes fundamentalistas partidarios del creacionismo. Siguiendo la lógica de Jaime Parada, la emisión de la serie «Cosmos» de Neil deGrasse Tyson en la TV Pública también debiera ser puesta en tela de juicio.
Soy de la idea que un “estado laico” es aquel que no toma partido por ninguna religión en particular, y que garantiza la libertad de conciencia y el respeto a todas las posturas, y el canal público tiene que reflejar ese criterio. Hay dos posibilidades: o no se le da ningún espacio a nadie, o se le dan espacios a todos. Como lo primero es negacionista y casi imposible de realizar, me inclino por lo segundo, que además aportaría a desarrollar cultura religiosa en la población. Respecto a la difusión de contenidos religiosos, creo que el canal público de un estado laico debiera darles posibilidades a todas las religiones, en las condiciones más equitativas posibles. Si a los católicos y evangélicos se les da espacio, corresponde también que las comunidades judía, musulmana, budista y otras interesadas lo tengan. Es más, sería justo que grupos como la masonería e incluso sectores ateos y agnósticos también tengan acceso. Respecto a programas como las “epopeyas bíblicas caipirinha”, tiene que primar la calidad del producto televisivo más que otra cosa. Sea católico, evangélico, budista o ateo, si es de calidad y televisivamente atractivo, tiene derecho a ser emitido. Así, “Moisés y los 10 Mandamientos”, “José de Egipto” y “El Rey David” tienen tanto derecho a ser emitidas por TVN como la serie «Cosmos» de Neil deGrasse Tyson.
Más que una zona libre de religión, creo que el canal público debe ser un campo neutral donde todas las posturas se puedan dar a conocer en condiciones equitativas para que pública las vea y tome una decisión informada.