La semana pasada fuimos testigos del segundo gran fracaso televisivo del año después de “El Hormiguero”. La “Barra del Mundial” terminó sin pena ni gloria, debido a las pérdidas financieras, la derrota en rating frente a los estelares de Chilevisión y las críticas de los propios ejecutivos del canal estatal.
Otro fracaso del zar de los realities. Nicolás Quesille está demostrando que es una “flor de invernadero”: lo sacan de “Pelotón” y se marchita. Éste es su segundo gran fracaso, después de “El Juego del Miedo” el año pasado, que sólo provocó terror en los ejecutivos de TVN debido a los bajos resultados de rating.
Rafa al sacrificio: tal como Tonka Tomicic y Sergio Lagos en “El Hormiguero”, Rafael Araneda fue mandado como cordero al matadero. Al principio parecía lógico que el ex tío conductor lo asumiera, pues el formato era muy similar al del “Revolviéndola”, programa que lo hizo conocido en La Red a mediados de los años 90. Sin embargo, los años no pasan en vano y el “Rafa” ya no está para esos trotes. Además, carece de la picardía necesaria para hacerse cargo de un programa cuyo fuerte eran las minas despechugadas. Eso le queda bien a Kike Morandé, no a él. Ni siquiera su esposa Marcela Vacarezza le prestó ropa (aunque en estricto rigor las que necesitaban ropa eran las modelos del programa). Una pena por el “Rafa”, al que considero un muy buen animador. No cualquiera logra destacar en el medio televisivo mexicano (que se caracteriza por ser muy nacionalista y donde ni Don Francisco ha podido entrar), y creo que es una gran alternativa para animar el Festival de Viña el 2011. Por ello, no se merece que lo arriesguen en proyectos sin pies ni cabeza. TVN tiene que cuidar a su gente, si no quieren que se les vaya en mala forma como en Canal 13.
Otro despilfarro en TV: Tal como “El Hormiguero”, “La Barra del Mundial” fue demasiado gastadero de plata para muy poco logro. Arrendar el Teatro Caupolicán por varias jornadas; pagar los honorarios de las “estrellas” de la farándula por hablar de su vida privada, participar en concursos de kermesse escolar y bailar como malos de la cabeza; transportar una pelota gigante por todo Chile, etc. Todo por discretos resultados de sintonía y malas críticas hasta de los propios ejecutivos del canal. Les hubiera salido mucho más a cuenta poner una cámara oculta en el “Passapoga”. Vuelvo a repetir algo que señalé cuando analicé en esta columna al mismo “Hormiguero” y a “City Tour”: la buena televisión tiene más que ver con ideas y creatividad que con el despliegue de recursos millonarios.
Gran noticia: Este fracaso trae consigo una gran noticia: la gente se está empezando a aburrir de la farándula de medio pelo, y está empezando a exigir cosas de mayor nivel. “La barra…” fue un verdadero compendio de los “clichés faranduleros” que han dominado la TV chilena en los últimos años: famosillos ventilando su privacidad por dinero (Kenita y Nabih); “primicias” que no fueron más que voladores de luces, y además muy desatinados (el anuncio de la “lesión” de Jorge Valdivia por parte de su esposa); etc. Esto contrasta con el gran éxito de “Halcón y Camaleón”, sustentado en el inagotable talento de Stefan Kramer, que por fin tiene el programa que se merece, donde puede dar rienda suelta a su genialidad. Parece que los televidentes tienen un paladar más exigente de lo que pensamos: distinguen el talento y profesionalismo cuando lo ven, y lo saben premiar.
Saturados de erotismo: Lamentablemente, la lógica de la “boite de mala muerte”, simbolizada en el “baile del caño”, se está imponiendo en la TV chilena. Entiendo el uso del doble sentido y del erotismo como estrategias de atracción televisiva (lo contrario sería suicida), pero hasta eso hay que saber hacerlo. En “Fiebre de Baile”, al menos hay una competencia donde, mal que mal, las participantes tienen que esforzarse y mostrar talento; en “Morandé con Compañía”, “Teatro en Chilevisión” y “Show de Goles” hay picardía muy bien lograda. En contraste, en “La barra…” no hubo ni lo uno ni lo otro: fue chabacanería pura y dura. El culto a la mujer como objeto de deseo fue una constante. Hubo sobredosis de damiselas con poca ropa, cuando no derechamente desnudas, llegando a saturar y aburrir. Los camarógrafos quedaron con estrabismo de tanto mostrar traseros, calzones y pechugas en primer plano. Pudimos “apreciar” en pantalla la liberalidad mal entendida de Andrea Dellacasa (¿la conocerán en Argentina?) y el desenfreno de Carla Ochoa y a Kenita Larraín quienes, premunidas de minifalda y escote, se mandaron un reggaetón que más parecía “perreo chacalonero”. Sólo les faltó mostrar sexo en vivo. Al lado de este despliegue de erotismo sin sentido, “Morandé con Compañía” está para la BBC de Londres. ¡Y pensar que Natalie Nicloux renunció al “Club de la Comedia” porque no soportaba el machismo de sus ex compañeros ni comulgaba con el humor de doble sentido!
La ropa sucia se lava en casa: ¿Fue buena idea que los ejecutivos del canal salieran públicamente a criticar el programa? Difícil pregunta. Por mucho que las críticas sean justificadas y acertadas, quitarles el piso a tus propios empleados ante la opinión pública resulta simplemente desleal. Con toda seguridad, Araneda, Dellacasa y el resto del equipo realizador se sienten traicionados, y es más que comprensible que estén molestos con los que, a la larga, fueron los que los contrataron para hacer ese programa, y que, por ese hecho, son los principales responsables del fracaso. La lealtad, o es mutua y recíproca, o simplemente no existe.