Definitivamente, el fenómeno suscitado por la emisión de “La Pequeña Casa en la Pradera”, «Camino Al Cielo», “Homenaje Gigante”, “Rejappening” y “¿Qué dice el público?” terminó haciendo escuela. El ahorro de recursos y los buenos resultados de sintonía han llevado a los canales en privilegiar el “Festival del Recocido”. Canal 13 le sacó lustre a su amplio archivo en ese gran programa que fue “El Camino del Comediante”; reprogramó por enésima vez “Yo Soy Betty La Fea” y anuncia “La Isla de la Fantasía”. No me extrañaría que en algún momento decidan emitir la programación completa de su señal de cable REC TV por la señal abierta. En una de ésas la rompen; TVN volvió a programar “Pasión de Gavilanes” y anuncia la resurrección de “Rojo Fama Contrafama”; y Chilevisión le saca el jugo a “La Divina Comida” y hace un recocido de “El Club de la Comedia”.
¿Razones para esto? Algunas ya se han planteado en columnas anteriores: la crisis de la industria que ha obligado a los canales a contraerse, despedir gente valiosa (Carmen Gloria Arroyo, Carlos Alberto López) y privilegiar los programas “rendidores” que gasten pocos recursos y den mucho rating; y la constatación definitiva de que el people meter está controlado por los que aún ven televisión en un mueble llamado televisor, y que en su gran mayoría son “viudos” de la parrilla programática de los años 80. Los Millenials y posteriores parecen ser causa perdida para los ejecutivos de la TV abierta. Salvo algunos intentos aislados como la reciente sección de K-Pop del “Bienvenidos”, tal parece que no han encontrado como competirle a los youtubers como Germán Garmendia, Balentina Villagra y otros, y están a punto de rendirse, si es que ya no lo han hecho. También hay otros motivos: el anunciado giro de Chilevisión hacia una programación más “sana, amable y familiar”, con el fin de sacarse el estigma de canal adicto al sensacionalismo y la crónica roja, reflejado en motes como “Chulovisión” o “Sangrevisión”.
El caso del “Rojo”, anunciado con bombos y platillos durante el Festival de Olmué, merece un análisis aparte: La resurrección del emblemático programa de talento se explica en gran parte en dos palabras y en una persona: Mon Laferte. Una de las integrantes históricas del programa (en ese entonces Montserrat Bustamante) está jugando en las ligas mayores de la industria musical, con discos ultra exitosos y una legión de leales fans en toda Latinoamérica; se ganó un Grammy Latino y dejó pasmado a Alejandro Sanz con su excelsa interpretación de “Mi Soledad y Yo” en un evento de homenaje al cantautor español; y se codea con artistas como Juanes, Enrique Bunbury, Jorge Drexler y Plácido Domingo. Tal como se generó furor por el tenis en la época de la hazañas de Ríos, González y Massú, y otro por el fútbol en la época de la “Generación Dorada”, seguramente habrán chicos soñando con emular a la viñamarina avecindada en México, y quizás TVN quiere aprovechar eso para reflotar uno de sus programas más emblemáticos.
Sin embargo, este “Rojo 2018” se va a encontrar con un escenario cambiado respecto de hace 10 años. En la versión anterior los sellos aún tenían una gran influencia y moldeaban a los cantantes a la medida del mercado. Difícilmente un artista tenía opción de armarse una carrera sin el “apoyo” de las transnacionales discográficas. Ahora los sellos, si es que existen, están de capa caída, y muchos de los grandes artistas han logrado construir una carrera manteniéndose como músicos independientes y autogestionados, con pensamiento propio y que no transan en hacer la música que quieren. El mismo caso de Mon Laferte resulta significativo: se fue a México huyendo del encasillamiento a la que la sometía el antiguo «Rojo». Renunció porque se aburrió de perder el tiempo como copia al carbón de Thalía y Myriam Hernández. Se fue a tierras aztecas a hacer la música que quería y sentía, peló el ajo, sobrevivió a un cáncer y a un duro desengaño amoroso…. y el resto es historia conocida. Esto deja el primer gran «Tip» para el programa: no encasillen a los cantantes, déjenlos ser, que hagan la música que quieran, no los moldeen ni los transformen en copia de nadie. Además, la escena musical es muy distinta: el “Rojo” histórico se dio en una época donde predominaban los baladistas, se vivía el furor del “axé” y el reggaetón recién empezaba a despuntar. Ahora el llamado “género urbano” (reggaetón + bachata + trap) tienen un brutal monopolio en los rankings y no se ve para cuándo pueda terminar, por lo que también es probable que el nuevo “Rojo” se llene más de emuladores de Maluma y DJ Balvin que de emuladores de Mon Laferte.
En esto, el rol del nuevo “tío conductor” será esencial. Rafael Araneda trabaja en otro canal, y ya no está para un programa como éste. De los actuales rostros del canal público, Cristián Sánchez claramente es el que más da el tono con este rol. Si no es él, tendrán que traerse a otro desde fuera. Aunque se rumorea que está casi listo, cabe preguntarse si querrá asumir la responsabilidad de ser la cara de una marca tan emblemática como “Rojo”. El marido de Diana Bolocco ya tuvo una experiencia en un programa similar, y bastante traumática. El 2003 lo sacaron de «Pantalla Abierta», donde era el amo y señor y estaba a sus anchas, para hacerlo asumir la conducción de «ADN», un programa que se planteó como competencia de «Mekano» y de (¡las vueltas de la vida!) «Rojo», y que terminó siendo un fiasco de proporciones monumentales. Ahora Sánchez está a sus anchas en el «Muy Buenos Días» y en “Nexo” de ESPN, donde se ha logrado generar un ambiente similar al que tenía en el «Pantalla». ¿Querrá dejar dos programas donde está perfectamente cómodo para asumir un desafío como resucitar «Rojo»?