A muchos, esta pandemia, más allá de las cifras de fallecidos, la constante incertidumbre y el cansancio mental que ha generado el encierro, también les ha ofrecido lecciones de vida, valorar lo que tienen y la oportunidad de tomar importantes decisiones postergadas por largo tiempo. Germán Valenzuela, el histórico ex notero de “Buenos Días a Todos”, es uno de ellos.
“Durante la pandemia decidí ser feliz, vivir de manera más simple y como yo quiero. Ese es todo mi cuento”, contó a LUN el reportero respecto de los cambios que decidió hacer. Uno de ellos fue irse a vivir a Pocoihuén Bajo, en Cochamó, a casi 110 kilómetros de Puerto Montt. El otro, bajar de peso y dejar atrás los 106 kilos que hasta ese momento ostentaba en su 1.76 de estatura.
Así, en noviembre de 2020, se sometió a un bypass gástrico, gracias al cual, pudo restar 33 kilos a su cuerpo. “Bajé los kilos que tenía que bajar, construí mi casa en el sur y eso me ha hecho súper bien”, relató Valenzuela al matutino.
El profesional, que visita Santiago cada 4 ó 5 semanas por sus negocios gastronómicos, explicó que ha sido súper ordenado con sus controles médicos porque quería que este cambio funcionara. “Antes sufría de presión alta, resistencia a la insulina, y hoy ya ni siquiera tomo medicamentos para eso (…) Ya no me canso, subo escaleras corriendo, subo y bajo el cerro. Ahora me atrevo a hacer cosas que antes no había hecho porque estaba muy gordo”, detalló.
Respecto de su actual dieta, el periodista contó que su desayuno consiste en medio sandwich de jamón y queso y una taza de café con leche; al almuerzo, una alternativa puede ser 150 grs. de cuscús y verduras, acompañados de una cucharada de carne al jugo; mientras que al anochecer, un yogurt con proteínas cierra el menú. También, de vez en cuando, se regala el gusto de una copa de vino y trozos de queso.
Consultado si en el proceso de adaptación se había deprimido, el profesional contestó que no, aunque reconoció que en una oportunidad había actuado en la calle de una manera poco habitual en él. “Cuando le conté esto a mi sicóloga, me dijo que a mi cuerpo le estaban pasando muchas cosas. El siquiatra tampoco encontró necesario medicarme por un hecho particular y que nunca más me ha pasado”, explicó.
Sin duda, la mejor terapia está siendo el paisaje y los colores que lo rodean, un obsequio diario a sus sentidos. “Cuando me levanto veo las toninas saltando, cardúmenes de peces, escucho a los lobos marinos. Y el clima es tan cambiante que todos los días veo distintos paisajes (…) Vivo y trato de ser feliz las 24 horas, o por lo menos, no amargarme por tonteras”, concluye Valenzuela sobre su nueva vida.