Cuando James Franco hizo de Harry Osborn en la aclamada “Spider-Man” (2002) y se convirtió en el Duende Verde II en su secuela de 2004, alcanzó una notoriedad que lo llevó al estrellato. Pero su caída fue tan veloz como antes lo había sido su ascenso en Hollywood.
En octubre del año pasado dos mujeres que fueron alumnas del actor en clases de interpretación lo acusaron y presentaron una demanda afirmando que las había acosado sexualmente.
En la denuncia se alega que durante una clase se realizó el presunto rodaje de una orgía en la que Franco simulaba practicar sexo oral a las mujeres. Según el relato, el actor quitó las protecciones de plástico que cubrían las vaginas de las alumnas antes de efectuar dicha simulación. También se indica que Franco ejercía constante presión sobre las estudiantes para interpretar escenas de sexo cada vez más explícitas frente a una cámara.
Por situaciones como esta, la acusación presentada en un juzgado de Los Ángeles, California, apunta que existía “un ambiente de acoso y explotación sexual”.
Para intentar resolver la demanda, esta semana los abogados del actor acordaron pagar un monto considerable: Franco está dispuesto a indemnizar a las afectadas con más de 2,2 millones de dólares.
Sin embargo, esa no fue la primera vez que el interprete de Harry Osborn estuvo en el foco público debido a imputaciones de tono similar: en 2017, mientras saboreaba nuevamente el éxito con “The Disaster Artist”, película que dirigió y protagonizó y por la que ganó el Globo de Oro al mejor actor de Comedia o Musical, tres actrices ya lo habían acusado de haberlas acosado sexualmente.
De nada sirvió que lo negase tajantemente y que haya intentado dar explicaciones a través de su abogado. Desde ese momento James Franco pasó de a ser un villano peor que el Duende Verde en la industria, sin trabajo ante las cámaras y alejado de las alfombras rojas.